"¿PERDONADO?"

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A la mañana siguiente, todos se dirigieron a desayunar a la cafetería "Expresós" en la ciudad. Elías, Alexander, Valeria, Charlotte, Celia, Lucas, Noah y Clemente se sentaron en una gran mesa de mármol, pintada de un celeste pastel, a juego con los cojines de los asientos.

Reían de cosas bobas mientras desayunaban lo que habían pedido. Elías y Charlotte, todavía afectados por la resaca del reto de anoche, permanecían más callados. Alexander, a su lado, estaba serio.

—Voy al baño —murmuró Elías, levantándose.

Entró al local y se lavó la cara con agua fría. Su espalda le dolía demasiado como para agacharse, al igual que sus piernas. La corrida de la madrugada le había dejado secuelas.

Antes de salir del baño, fue bruscamente interceptado por Alexander, quien lo empujó hacia adentro y cerró la puerta con llave.

—Ahora me vas a contar por qué Alexandra no está en el hospital —demandó, encerrándolo entre su cuerpo y la pared.

—No sé...

—Elías...

—De verdad, no sé.

—Vamos, Elías.

—Te dije que no sé.

—¿Te cruzaste con ella en tu caminata nocturna? Ridículo.

—¿Y eso a ti qué?

—Lo dices como si yo fuera un extraño.

—No quise dar a entender eso...

—Entonces apúrate a explicarme —replicó Alexander, acercándose más.

Elías suspiró, sintiendo el aliento de Alexander sobre su cuerpo, frío por el viento de la mañana.

—¿Hablas por ti solo o te saco las palabras a besos? —murmuró, mordiéndose los labios.

—¿Puedo elegir la segunda opción? —preguntó Elías, sonriendo.

—No, todavía estás castigado.

—¿Desde cuándo tenemos castigos?

—Desde este momento.

—Parece que todas las decisiones las tomas tú solo —agregó Elías.

—Eres muy chiquito para manejar estas situaciones.

—Alexander, tenemos la misma edad.

—Oh, perdón —acariciándole el pelo—. Con esos ojitos pareces un poco menor.

—Claro... De igual forma, ¿podemos salir?

—No hasta que me digas por qué Alexandra volvió.

—No es importante, solo nos extrañaba.

—¿Nos? Ni siquiera la conocemos.

—Tampoco te conocía hasta que finalmente te volviste mi novio —se arrepintió al instante de haberlo dicho.

—¿Cómo que... qué... o sea...?

Elías se recostó en el pecho de Alexander, sonriendo.

—No puedes enojarte conmigo —susurró, sus labios rozando los de.

—¿Quieres dormir en el sofá otra vez? —preguntó Alexander, sin mostrar emociones.

—¡Ay, sí, el sofá! Te levantabas cada diez minutos a ver cómo estaba. Dudo mucho que hayas dormido.

—No mientas... Fueron cada cinco.

—Ves, yo te amo, tú me amas, y todos somos felices.

—La felicidad se acaba cuando tu novio se escapa por las noches.

Young hearts: Love CampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora