"NUESTRO CASTILLO"

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El eco de sus respiraciones resonaba en las paredes del gran palacio abandonado, un lugar que alguna vez había sido majestuoso pero que ahora solo era una sombra de su antigua gloria. El suelo de mármol frío servía de cama improvisada para Alexander y Elías, que yacían allí, juntos, bajo un techo que parecía desmoronarse en cualquier momento. Elías estaba recostado sobre el pecho de Alexander, escuchando el suave latido de su corazón, sintiendo una paz extraña.

—Esto es como estar en un castillo —murmuró Alexander, su voz apenas un susurro mientras sus dedos jugaban con los rizos de Elías.

—Sí... pero sin dragones ni caballeros —respondió Elías con una pequeña sonrisa.

Alexander se inclinó un poco y besó suavemente la frente de Elías.

—No necesitamos dragones. Yo ya tengo todo lo que quiero aquí.

Elías sonrió, pero el momento fue interrumpido por un leve ruido que venía desde la entrada del palacio. Ambos se incorporaron ligeramente, lo suficiente como para ver la silueta de un niño pequeño que caminaba hacia ellos. Era Matteo, con su zorro Mike a su lado, moviendo la cola alegremente. Matteo llevaba una mochila que parecía demasiado grande para su pequeño cuerpo, pero caminaba con una seguridad inusual para su edad.

—¡Matteo! —dijo Elías, levantándose del pecho de Alexander y saludándolo con una sonrisa.

—Llegas justo a tiempo —agregó Alexander, inclinando la cabeza mientras se incorporaba, observando al niño con curiosidad.

—Lo siento, me tomó más tiempo de lo que esperaba —respondió Matteo, caminando hacia ellos mientras Mike, su zorro, se acercaba a olisquear las piernas de Elías.

Elías se agachó para acariciar al pequeño zorro, dándole una sonrisa.

—No te preocupes —dijo Elías, mientras Matteo se sentaba en el suelo junto a ellos.

El sonrió tímidamente antes de sacar un sobre abultado de su mochila.

—Les traje esto —dijo, extendiendo el sobre hacia Elías.

Elías lo tomó con entusiasmo, sus ojos brillando de anticipación. Alexander, en cambio, se quedó observando la escena con una mezcla de confusión y curiosidad.

—¿Qué es eso? —preguntó.

Elías no respondió de inmediato. Con manos temblorosas, abrió el sobre y comenzó a sacar una pila de papeles. Sus ojos se movían rápidamente a través de las páginas mientras las leía, su expresión cambiando de sorpresa a comprensión.

Matteo se sentó a su lado, observándolo en silencio, mientras Alexander seguía sin comprender del todo lo que estaba sucediendo.

—Elías... ¿me vas a explicar qué está pasando? —frunciendo el ceño.

Elías dejó los papeles a un lado y miró a Alexander, tomando un respiro profundo antes de hablar.

—Es sobre Alexandra... —comenzó, su voz un poco baja, como si todavía estuviera organizando sus pensamientos—. Siempre supe que algo no cuadraba con ella, pero esto lo confirma todo.

Alexander levantó una ceja, confundido.

—¿Qué quieres decir? ¿Me ves con cara de adivino?.

Elías asintió lentamente, volviendo a mirar los papeles.

—Sí... resulta que ella es la hija de uno de los científicos más importantes en todo esto. Su padre trabajó en los experimentos que llevaron a... bueno —explicó, agitando los papeles en el aire para enfatizar su punto.

Alexander se quedó en silencio, procesando la información.

—Podemos suponer que no lo sabía ¿o no?—preguntó Alexander finalmente.

—Por supuesto que lo sabía. Es por eso que siempre parecía tan distante cuando hablábamos del campamento y lo que pasó aquí. Estaba ocultándonos la verdad —respondió Elías, su tono serio.

Matteo, que hasta ese momento había estado en silencio, intervino.

—Traje esos papeles para que vean la verdad. Mi tía consiguió algunos documentos de la clínica en las montañas antes de que la cerrarán.

—Gracias, Matteo —dijo Elías con gratitud, extendiendo una mano para darle una pequeña palmada en la cabeza—. De verdad, no te conozco pero ya me caes bien.

Alexander seguía sin poder asimilarlo del todo.

—Pero... ¿por qué nos mentiría? ¿Por qué no nos lo dijo antes?

Elías suspiró, mirando hacia el techo del palacio como si buscara una respuesta en las grietas de las viejas paredes.

—Probablemente para protegernos, o tal vez porque sentía que no podía confiar en nosotros con algo tan grande. No lo sé... —respondió, encogiéndose de hombros.

—No importa cuál sea la razón. Lo que importa es que ahora sabemos la verdad —dijo Alexander, con un tono más firme—. Pero... ¿Ahora qué?.

Elías se quedó pensativo un momento antes de responder.

—No lo sé. Primero debemos encontrar la forma de sacarle mas información. Y luego... supongo que veremos cómo enfrentarla —respondió finalmente, aunque su tono indicaba que aún no tenía un plan concreto.

—No podemos quedarnos aquí para siempre —dijo Matteo, mirando a ambos con seriedad—. Hay cosas malas sucediendo en el la cuidad... el otro día hospitalizaron a varias personas.

El silencio se instaló entre ellos por un momento.

Finalmente, Alexander tomó la mano de Elías, entrelazando sus dedos con los suyos.

—Creo que están exagerado. Pero de igual forma, lo enfrentaremos juntos, como siempre hemos hecho —dijo con un tono suave.

—Sí, juntos —susurró Elías.

Matteo, notando el momento entre ellos, sonrió tímidamente y se levantó, mirando hacia la puerta del palacio.

—Deberíamos irnos. No queremos quedarnos aquí demasiado tiempo —dijo, mientras Mike movía la cola, listo para partir.

Elías y Alexander asintieron, levantándose también. Juntos, los tres se dirigieron hacia la salida del palacio abandonado.

El viaje hacia el Campamento central no fue largo, pero estuvo lleno de silencios. Elías no podía dejar de pensar en lo que habían descubierto. Alexandra, su amiga, les había estado mintiendo todo este tiempo. ¿Qué más les estaría ocultando?

Cuando llegaron al campamento, lo primero que vieron fueron los restos del helicóptero que se había estrellado días antes. Siendo sacado por otro helicóptero. Las hélices destrozadas y la cabina rota eran una vista desoladora.

—Allí está... —murmuró Matteo, señalando.

—De igual forma, esto me parece algo exagerado.

—Como digas —contestó Elías, siguiendo caminando.

—Osea...¿qué planeas mi amor? Claramente esto es falso.

Elías siguió caminando, mientras leía.

—Oye, ¿me estas escuchando?.

—Sí claro.

—Seguro los demás ya comieron todo el pescado, dios.

—Después pescas otro.

—Ni que fuera tan fácil.

—Alexander, te quiero mucho, pero deja el drama.

—Sí si, como digas...

Young hearts: Love CampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora