"MIO, SOLO MIO"

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El sol brillaba alto en el cielo, filtrándose entre las copas de los árboles y bañando la cancha de baloncesto con su cálida luz. Todos los campistas estaban reunidos para el mini torneo que se había organizado esa mañana. Las risas y los gritos de emoción llenaban el aire mientras los equipos se preparaban para el partido.

Elías y Alexander, desafortunadamente, no estaban en el mismo equipo. Ambos se habían quedado mirándose con cierta incomodidad cuando se dividieron los equipos, pero ninguno se quejó. Sabían que, aunque les gustaría estar juntos, esto también podía ser divertido.

—No me tomes por sorpresa, ¿eh? —bromeó Alexander, estirando sus brazos—. No quiero que pienses que voy a dejarte ganar solo porque seas tú.

Elías le sonrió, con esa mirada pícara que siempre conseguía sacar una sonrisa a Alexander.

—No te preocupes —respondió—. Ganaré por mis propios méritos, aunque te dejaras ganar.

Ambos rieron antes de que el silbato sonara, anunciando el comienzo del partido.

A medida que el juego avanzaba, las miradas cómplices entre Elías y Alexander se volvían más frecuentes. Era imposible que dejaran de observarse. De vez en cuando, Alexander soltaba una pequeña sonrisa y se dejaba quitar el balón por Elías, como si fuera parte del plan. Incluso hubo momentos en los que, con total descaro, le pasaba el balón a su novio, desafiando las reglas del juego. Sus compañeros lo notaban, pero nadie decía nada. Sabían cómo eran los dos.

—¡Vamos, Alexander! ¡Concéntrate! —le gritó uno de sus compañeros, mientras le pasaban el balón de nuevo.

Pero Alexander solo podía concentrarse en Elías, quien corría por la cancha, moviéndose con agilidad.

En un momento de celebración, uno de los compañeros de equipo de Elías, un chico alto y fuerte, lo agarró de la cintura y lo levantó como si no pesara nada. Elías se rió, sorprendido, mientras el chico lo sostenía cerca de su pecho, celebrando una buena jugada.

Alexander observó todo desde el otro extremo de la cancha, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Respiró hondo, diciéndose que no era para tanto. Era solo una celebración. Nada más.

Pero cuando las manos de el chico comenzaron a deslizarse por la cintura de Elías, casi de manera imperceptible, algo en Alexander se quebró. Estaba empezando a irritarse, pero aún podía controlarse. "Es solo una celebración", repitió en su mente. Sin embargo, no podía apartar la vista de cómo ese chico seguía sosteniendo a su novio, sus manos bajando cada vez más, en una forma que ya no parecía tan amistosa.

El partido terminó minutos después, y cuando Alexander se acercó para estrechar la mano del equipo contrario, vio al mismo chico acercarse a Elías de nuevo. Esta vez, fue diferente. Lo jaló bruscamente hacia él y, antes de que Elías pudiera reaccionar, le tocó la cola de manera descarada.

La sangre de Alexander se congeló en sus venas y, sin pensarlo dos veces, corrió hacia el chico. Todo pasó en un segundo. Un puño voló directo al rostro del agresor, tirándolo al suelo de un solo golpe. El chico cayó inconsciente, su cabeza golpeando el pavimento con un ruido sordo.

—¡Alexander! —gritó Elías, sin saber cómo reaccionar.

Lucas y otros compañeros corrieron hacia Alexander, sujetándolo por los brazos para evitar que volviera a golpear al chico. Alexander forcejeó, intentando liberarse, pero al final dejó de luchar, su mirada oscura de furia fija en el agresor caído.

—¡Déjalo, ya está! —le gritó Lucas, empujándolo hacia atrás para que se calmara.

Elías observaba todo, tenso, sin saber qué decir o hacer. Había visto esa chispa de celos en Alexander antes, pero nunca lo había visto reaccionar de esa manera. Respiró hondo y, sin decir nada más, se alejó lentamente con Celia y las chicas, dejándolos a todos detrás.

***

De regreso en la cabaña, Elías y las chicas estaban doblando su ropa, tratando de relajarse después del incidente en la cancha. Pero la tensión aún colgaba en el aire, y Elías no podía dejar de pensar en lo que había pasado.

De repente, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, cerrándose con fuerza detrás de Alexander. El sonido resonó en el pequeño espacio, haciendo que todos se voltearan a mirarlo.

Alexander tenía la cara tensa, sus ojos aún oscuros por la rabia. Se acercó a Elías, quien se había quedado quieto, observándolo con una mezcla de preocupación y algo más.

—Me suspendieron de la selección —dijo Alexander sin rodeos, dejando caer su mochila en el suelo—. Y cuando volvamos, seguramente me suspendan del colegio por unos días. Todo por esa maldita pelea.

Elías lo miró en silencio por unos segundos antes de soltar una pequeña risa.

—¿Te parece gracioso? —frunciendo el ceño.

—No es gracioso lo que hiciste —respondió Elías, levantándose para acercarse a él—. Pero... gracias por preocuparte por mí.

Alexander se quedó en silencio por un momento, como si no supiera qué decir. Luego, con un movimiento rápido, tomó a Elías por la cintura, acercándolo a él. Elías se sorprendió por la brusquedad del gesto, pero no se apartó.

—Solo yo puedo tocarte así —murmuró Alexander, su voz baja y cargada de intensidad—. Nadie más tiene derecho.

Elías sintió cómo el calor subía a sus mejillas, pero no dijo nada. Se mordió el labio, sin apartar la mirada de Alexander.

—Alexander... —comenzó Elías, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Sé que lo que pasó fue... complicado. Pero no puedes reaccionar así cada vez que alguien intenta algo.

Alexander lo miró fijamente, sus ojos suavizándose un poco.

—Nadie, excepto yo, tiene derecho a tocarte de esa manera, Elías.

Elías asintió.

—Prométeme que no volverás a hacer algo así —pidió, colocando una mano en el pecho de Alexander—. No quiero que te metas en problemas por mí.

Alexander suspiró y, finalmente, asintió.

—Lo prometo —murmuró, abrazándolo con más suavidad esta vez—. Pero si alguien vuelve a intentarlo... no sé si saldrá vivo.

Elías sonrió y le dio un suave beso en los labios, sellando su promesa.

—Gracias por preocuparte tanto por mí —dijo en voz baja—. Pero también quiero que te cuides a ti mismo.

Alexander lo miró, acariciando su mejilla con ternura.

—Lo haré —respondió—. Solo porque Eres lo más importante para mí.

Young hearts: Love CampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora