"PAPÁS PRIMERIZOS II"

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Justo en el momento en que Elías abrió los ojos, lo primero que recibió fue un golpe de almohada en la cara.

—¡Te dije que durmieras en el sofá! —refunfuñó una melodiosa voz a su lado.

Elías hizo una mueca por el golpe, dejando escapar un gruñido. Cuando apartó la almohada de su rostro, lo primero que vio fue a Alexander, el chico más hermoso del mundo, mirándolo con una expresión claramente molesta.

—Buenos días a ti también, mi vida —dijo Elías, sonriendo travieso.

Alexander dejó escapar un ruidoso bufido.

—No me llames "mi vida" —replicó, tomando de nuevo la almohada—. Te dije claramente que dormirías en el sofá. ¿Acaso esperaste hasta que me quedara dormido para escabullirte entre las sábanas?

En lugar de responder, Elías sonrió con picardía, como un niño travieso. Aquella sonrisa solo hizo que Alexander se enfadara más, propinándole otro almohadazo en la cara. Elías dejó escapar una risa ronca.

—Rubio mimado —murmuró Alexander, dándose vuelta para quedar de espaldas a él.

—Hacía mucho frío para dormir en el sofá —Elías intentó justificarse.

—No me hables.

—Alexander...

—¿Qué quieres? —respondió Alexander, con tono cortante.

Elías se acomodó de medio lado, entrelazando sus piernas con las de Alexander.

—Tengo frío —susurró, pasando las manos por el cabello de Alexander—. Deja de hacerte el malo y abrázame.

—¿Estás usando la excusa de "Tengo frío" solo para que te mime? —Alexander lo miró de reojo, sin ceder.

—Sí.

Alexander resopló, pero finalmente se giró hacia él.

—Está bien, pero no estás perdonado —dijo, envolviéndolo en sus brazos.

—¿Y qué tal un besito? —preguntó Elías, acercando su rostro a los labios de Alexander.

—Por desobedecerme no ganarás un beso.

—Por favor... —rogó Elías, haciendo pucheros.

—No.

—Entonces tendré que robártelo cuando no te des cuenta.

—Me están entrando ganas de tirarte al suelo. Vete ya o quédate y afronta las consecuencias —amenazó Alexander, sin perder el tono juguetón.

—Vale —Elías sonrió, saliendo de la cama y abriendo la puerta—. No te voy a preparar el desayuno, amargado.

—Lo puedo hacer yo solo, rubio mimado.

—Está bien —Elías cerró la puerta con fuerza, pero no pudo evitar sonreír.

Alexander encogió los hombros, sin darle importancia, y se acomodó nuevamente en la cama. Justo cuando estaba a punto de volver a dormir, sintió un suave lametón en la oreja.

Se incorporó y levantó la mirada para encontrarse con el zorro, envuelto en una camiseta de Elías que estaba junto al armario.

—¿Qué haces aquí, pequeño? —preguntó Alexander, sonriendo al verlo. El zorro lo miró con ternura, lo acomodó en la cama, volviendo a doblar cuidadosamente la ropa de Elías.

—¿Cómo dormiste, eh? —le dijo Alexander al zorro, mientras este movía su hocico. Alexander, entretenido con su pelaje, añadió—: No dejo que Elías duerma conmigo solo para hacerlo enojar un poco. No estoy realmente molesto.

Young hearts: Love CampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora