"LOVERS"

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El sol se escondía tras las colinas, y el cielo se pintaba de colores cálidos que anunciaban el final del día. Elías y Alexander caminaban en silencio hacia el lago. Llegaron a la orilla y se acomodaron en una manta. Alexander estiró su brazo alrededor de Elías, acercándolo a su pecho.

—¿Te das cuenta de que somos como los protagonistas de una de esas películas cursis que tanto critico? —comentó con una sonrisa burlona.

–La diferencia es que tú no eres tan bueno actuando  —respondió con una sonrisa pícara, dándole un pequeño empujón.

—Ey, tampoco es que seas DiCaprio... —se rió suavemente, mirando al lago.

Elías no pudo evitar sonreír. Aunque los chistes y las bromas nunca faltaban, en el fondo había una realidad que ambos compartían, una conexión que parecía haber sobrevivido a todo.

—Aunque bueno, a veces sí me siento como en una película. Todo lo que ha pasado... parece sacado de un guion de esos que te hacen reír y llorar.

Alexander bajó la mirada hacia él, acariciándole el cabello de manera distraída.

—La verdad, si esto fuera una película, seguro habría alguna escena dramática en la que nos peleamos y todo se va al diablo... pero no, aquí estamos, contra todo pronóstico.

—A veces me pregunto cómo seguimos juntos, pero luego me acuerdo que eres demasiado cabezota como para dejarme ir —respondió Elías, riéndose.

–¿Yo? Cabezota? Por favor, si alguien aquí no me deja respirar, eres tú —le picó en el costado, arrancándole una risa nerviosa.

—Sí lo que tu digas —admitió, aún riendo.

El silencio volvió a instalarse por un momento, pero no era incómodo. Era ese tipo de silencio que solo dos personas muy cercanas pueden compartir, donde no hace falta llenar el espacio con palabras.

—Sabes... lo de los anillos. Al principio no estaba seguro si te los debía dar. Pensé que era demasiado pronto, o que te asustaría.

Elías jugó con el anillo en su dedo, recordando el momento en que Alexander se lo había dado.

—¿Asustarme? ¿A mí? Tú sabes que no me asustan las cosas serias... sólo me asustan tus bromas en la cocina.

Alexander soltó una carcajada.

—Bueno, no es mi culpa si no tengo talento culinario. Pero hablando en serio... ¿No te da miedo? Todo esto... el futuro, lo que pueda pasar.

Elías levantó la cabeza, mirándolo a los ojos.

—¿Y tú? ¿No te da miedo que todo cambie cuando volvamos a casa? ¿Que después de todo lo que ha pasado, algo se rompa?.

Alexander lo miró con una expresión de ternura y seriedad al mismo tiempo.

—Lo único que sé es que no me importa lo que pase fuera de esto. Ya lo decidí. Tú eres lo que me importa. Y si algo se rompe...—hizo una pausa — yo lo arreglo, porque no pienso dejarte ir así como así.

—Vaya, quién diría que el chico golpeador tenía su lado romántico. Me sorprendes, Alex.

—No te acostumbres, eh. No voy a ir por ahí recitándote poemas ni nada. Esto es solo una excepción.

—Claro, claro, lo que tú digas —rió, volviendo a apoyar su cabeza en el pecho de Alexander.

Estaban tan cómodos que casi se olvidan del tiempo. La brisa del lago acariciaba sus rostros, y el suave sonido del agua contra la orilla era como una banda sonora para ese momento.

—¿Sabes qué me hizo gracia? Lo del partido de baloncesto —dijo de repente, rompiendo la calma.

—No sé si me hace tanta gracia a mí... ese chico se pasó.

—¿Que se pasó? Ese tipo te agarró como si estuviera cazando algún trofeo. Casi le arrancas la cabeza de una piña, y luego yo...

—Casi lo matas, más bien —lo interrumpió, levantando una ceja—. No me malinterpretes, me sentí protegido y todo, pero... ¿no te pasaste un poco?.

—Tal vez un poco. Pero no me arrepiento. Nadie tiene derecho a tocarte así, y si lo intentan otra vez, ya saben lo que les espera.

Elías soltó una carcajada, dándole un pequeño golpe en el brazo.

–Tienes un sentido de la justicia un poco extremo, ¿no crees?.

—Solo cuando se trata de ti  —le guiñó un ojo.

Ambos rieron. Pero antes de que pudieran perderse en el momento, Valeria apareció de la nada con su típico tono juguetón.

—¡Hey, ustedes dos! ¡Dejen de hacer ojitos y vengan al fuego! ¡Nos están esperando para empezar con las historias de miedo!.

Elías y Alexander intercambiaron una mirada, sabiendo que Valeria no los dejaría en paz hasta que se unieran.

—¿Listo para enfrentarte a los fantasmas?.

—Solo si me proteges de ellos.

—Nadie te va a hacer daño mientras yo esté aquí.

Ambos se levantaron de la manta y caminaron hacia la fogata donde los demás ya los esperaban. El fuego iluminaba sus rostros, y mientras sus amigos comenzaban a contar historias de terror, Elías y Alexander se sentaron uno al lado del otro, tomados de la mano.

Young hearts: Love CampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora