Capítulo 16

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Jake se despertó aquella mañana con un sabor amargo en la boca. Aún estaba furioso porque Steven se había atrevido a usar el apodo cariñoso que él le había dado a Aya.

"Cariño". Esa palabra era suya, algo íntimo y especial entre Aya y él. Que Steven la usara, incluso estando ebrio, lo llenaba de rabia.

¡No tenías derecho a llamarla así! le gritó internamente a la presencia durmiente de Steven. No obtuvo respuesta, pero sabía que su reclamo quedaría haciendo eco en la mente compartida.

Con un gruñido de frustración, Jake se levantó y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno que llevaría a Aya como cada mañana. Picó la fruta, friendo los huevos y el tocino, y sirvió el café en los tazones favoritos de Aya. Quería compensarla por la noche anterior, mimarla con algo especial. Sabía que había parte de su culpa, al momento en el que Steve tomó como su lugar seguro, el ir con ella. 

Jake se subió a su auto, un elegante Mercedes negro, y condujo por las calles aún adormiladas de la ciudad dirigiéndose al apartamento de Aya. Encendió la radio para llenar el silencio y tamborileó los dedos sobre el volante al ritmo de la música. Estaba ansioso por verla.

El tráfico era fluido a esa hora de la mañana, con apenas algunos autos circulando. Jake aprovechó los semáforos en rojo para ensayar mentalmente lo que le diría a Aya.

Tras unos quince minutos de trayecto, Jake llegó al edificio de Aya. Estacionó en la acera de enfrente y apagó el motor. Por un momento se quedó sentado, contemplando las ventanas del segundo piso donde sabía que se encontraba el apartamento de Aya.

Finalmente se bajó del auto y cruzó la calle vacía con paso decidido. Las llaves tintinearon cuando abrió la puerta del edificio. El vestíbulo olía ligeramente a humedad y podía escuchar el goteo rítmico de una tubería.

Subió las escaleras hasta el segundo piso. El corazón le latía con fuerza en el pecho mientras se acercaba a la puerta conocida. Sacó la llave del bolsillo y la introdujo en la cerradura, girándola suavemente para no hacer ruido. Y sonrió para sí mismo, era mejor que Aya no se enterara de su gran autorregalo. La sala estaba en penumbras, iluminada sólo por los débiles rayos de sol que se filtraban por las cortinas.

Jake cerró la puerta del apartamento de Aya con suavidad. Por un momento, se recostó contra la puerta y exhaló profundamente.

La noche anterior había sido un desastre gracias a la interrupción de Marc. Pero Jake estaba decidido a no permitir que eso se repitiera. No dejaría que Marc fuera a molestar y confundir a Aya. Ni siquiera por el dolor que otros estuvieran enfrentando. 

"Ella es mía", pensó Jake con posesividad. No le importaba que compartieran el mismo cuerpo con Marc y Steven. Cuando estaba con Aya, solo existían ellos dos en su propia burbuja privada. Y la protegería de intromisiones a como diera lugar.

Jake sabía que tendría que ser más cuidadoso de ahora en adelante. Debía asegurarse de mantener el control total para que Marc no volviera a aparecer en los momentos equivocados. Quizás debería hablar claramente con Aya y proponerle que se alejaran una temporada, sólo ellos dos. Así no tendrían que esconderse ni preocuparse por interrupciones.

Jake asintió para sí mismo, satisfecho con la idea.

Depositó la bandeja en la mesita y se dirigió sigilosamente al dormitorio. Allí estaba Aya, profundamente dormida, con su oscuro cabello esparcido en la almohada blanca. Jake sintió que el corazón se le detenía ante esa visión. Se veía tan serena, tan hermosa. La amaba tanto que dolía.

Incapaz de resistirse, se sentó con cuidado en el borde de la cama y acarició sus suaves hebras negras, apartándolas del rostro de Aya. Ella frunció levemente el ceño ante el contacto, pero no se despertó. Jake sonrió y se inclinó para depositar un beso delicado en su frente.

 Protegida de los dioses [Moon Knight]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora