Epilogo: Acto II

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 Había algo que no cuadraba, eso lo sabían ellos. Jake solo pudo a analizar al hombre frente a él, mientras que las voces que ahora le hacían compañía parecía entrar en colapso. Sabía que estaba más que enojado, teniendo en cuenta que Khonshu sin decir demasiado había aceptado que se acercara de esa manera a Aya.

Amaba a Aya... solo que era distinto para los otros, ellos ni siquiera podían aclarar sus sentimientos, cuando recién habían abandonado la idea de la mujer a la que verdaderamente amaban. 

Exhaló queriendo hacer desaparecer el posible dolor de cabeza que vendría. Marc no solo parecía perturbado, sus respuestas monótonas eran peor a que fuera a explotar por completo contra él, al dejar en claro la conexión que aun existía con los dioses.

Así que... jamás me separé de él.

—¿Importa eso, Marc Spector? -preguntó Khonshu aun desde su lugar, imponente incluso con su apariencia.

Khonshu, espera. —Cayó de rodillas. Jake tuvo que detenerse después de que la energía del dios fuera contra él, y trajera a la fuerza a Marc. 

Quien diría que tu complejo de padre podría existir. Continuó Marc, poco importándole como la mirada del Dios, ahora hecho hombre se iba oscureciendo. El hecho de que desde un inicio fuiste el objetivo de ella, ¿Por qué te enojas con lo que Aya puede hacer con su vida?

—Es un hecho, Marc Spector, su vida no debería de importarme... pero hiciste algo incorrecto.

¿Llamas incorrecto haberme acostado con ella? Su rostro se distorsionó con una forzada sonrisa. Estoy seguro de que lo disfrutó tanto como yo.

Un silencio, y su mano había vuelto a golpear su rostro, dejándolo desorientado. Lo insultos no se detuvieron, ni siquiera cuando entre su reflejo pudo notar como Jake parecía un perro enjaulado dentro de él. No sentía culpa en decirlo, incluso si ella lo escuchaba, aun se sentía arrepentido al ser tan consciente de que pudo detenerse y no lo hizo.

—Los humanos siguen siendo tan predecibles, e idiotas -continuó Khonshu, sopesando su energía contra él. Escuchando cada una de las maldiciones que lanzaba Marc. 

-Me sorprende que seas tú el que lo diga... 

Incluso antes de que siquiera pudiera contestar. Aya salió de la habitación, armada frente a ellos, llevaba sus ojos enrojecidos, pero había esa chispa a punto de explotar en su mirada—. Largo. Tienen segundos para desaparecer.

Khonshu no respondió, pero Marc vaciló en irse, la mano izquierda de Aya goteaba con su sangre. Bajó la mirada notando una maleta en sus pies. La voz de su nuevo alter ego, rogaba porque no la dejara ir. No en esos momentos. Marc tuvo que darle la razón.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—No debería importarte, Marc —Replicó, Aya friamente-. Cumpliste tu cometido después de todo. 

Aya intercaló la mirada entre su padre y el avatar. Su decisión estaba tomada. Se iría de la ciudad esa misma noche. Entre más lejos estuviera, quizás, solo quizás podría ser alguien más razonable con sus propias acciones. 

 Las palabras hirientes de Khonshu aún resonaban en su cabeza. Y Jake... Jake la había traicionado de la peor manera, incluso si no fue su culpa, aun con todo eso. Seguía siendo doloroso. Ellos eran uno solo, un solo cuerpo, en el que compartían sus pensamientos y quizás sus sentimientos. Pero, incluso amando a Jake, podría amarlo a los otros dos. 

Pero, Marc... seguía siendo el menos indicado. No, no podría. 

Recogió su maleta y caminó hacia la puerta, sin mirar atrás. Khonshu se desvaneció en el aire, sus ojos brillando con ira contenida, casi como si le prometiera un extremo dolor la próxima vez que sus miradas toparan.

Marc la observó como se iba, incapaz de ir en contra de su decisión. Jake gritaba en su cabeza que la detuviera, que no la dejara ir, más cuando las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Aun con todo eso, Marc no la detuvo. Cuando ni siquiera su aroma seguía por el lugar, Jake apareció. 

Jake bajó la cabeza, abatido. Sabía que se lo merecía después de lo ocurrido—. Lo siento... —murmuró. Sabía que la había perdido su completa confianza, y recuperarla era un acto lejano. Maldijo su debilidad y estupidez. Pero ya no había vuelta atrás.

Khonshu observaba en las sombras. Se sentía extrañamente vacío por dentro. Por primera vez en milenios, experimentaba remordimiento. Pero Aya ya no estaba. Se había ido.





Fin del acto II.

 Protegida de los dioses [Moon Knight]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora