El espejo

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                                        Kat

Estando frente al espejo, dejé mi mochila en el suelo y miré mi reflejo, poco a poco, empezaba a verse distorsionado.
Mi vista se empezó a nublar de a poco entre más tiempo me miraba. Sentí que me desmayaría, cuando quise salir de ahí, ya era demasiado tarde, porque único que recuerdo antes de haberme desmayado, fue que, al sentir que mi cuerpo se debilitaba, apoyé mi mano en el espejo para evitar caerme de golpe, luego de eso la oscuridad me invadió.

Desperté poco a poco, frotándome los ojos para aclimatarme a la luz hasta que finalmente pude abrirlos por completo. La sensación de confusión se apoderó de mí al darme cuenta de que me encontraba en un lugar completamente desconocido. Con cuidado, me puse de pie y examiné mi entorno, sintiendo una extraña sensación de desplazamiento al notar que incluso mi propia imagen parecía ajena en aquel extraño lugar.

Era una habitación blanca, desde las paredes, el techo y el piso, era completamente blanco y vacío.

Una habitación iluminada por unas luces blancas, que llegaban a ser molestas.

Y frente a mí, un angosto pasillo, del mismo color y con las mismas luces.

Verlo desde esta perspectiva, hacía que mi cabeza diera vueltas.

—¿Qué mierda es esto...?—me dije a mí misma, no había nada en las paredes, algo que me indicara por dónde había llegado o cómo.

Observé el lugar de esquina a esquina, no había nada más que aquel pasillo.
De inmediato, quise sacar mi celular, pero recordé que este lo había dejado afuera, en mi mochila.

No me quedaba más que adentrarme al lugar, en busca de una salida.
El sitio estaba frío, muy frío, aun así, sentía cierta curiosidad en avanzar, como si alguien me llamara para que lo hiciera.

Aquel sujeto que había visto antes... ¿Había entrado aquí?

No sé cuánto tiempo llevaba caminando, pero, entre más me adentraba al pasillo, sentía que se hacía eterno, es como si por cada paso que daba, este se hacía aún más largo, además, tanto blanco por todas partes empezaba a darme náuseas.
Mi recorrido se detuvo cuando llegué al fondo del pasillo y vi una puerta color plateado.
Toqué el picaporte e inmediatamente sentí un escalofrío recorrer por todo mi cuerpo.
Un líquido frío caía por mi frente. Estaba sudando.

Suspiré hondo, con las manos sudorosas como mantequilla, y abrí. Quería gritar, pero no pude.
Como siempre.
Porque el miedo me congelaba, paralizaba cada centímetro de mí, evitando que escapara de lo que más temía.
Me tensé de pies a cabeza.
Era una habitación del mismo color, pero más grande.
Esta estaba llena de personas enjauladas, como si fuesen animales.
Había al rededor de unas ocho personas, estaban inconscientes... Al menos eso espero. Tenían el cuerpo lleno de quemaduras y golpes y lo único que les cubría el cuerpo era una pequeña bata de hospital color blanco que tenían puesta encima.

Me adentré al lugar mientras mi corazón latía desesperado, y mi respiración se escuchaba, retumbando en mis oídos.

No sabía cómo había llegado ahí, y tampoco cómo iba a salir.

Ansiosa, me acerqué a una de las jaulas donde había una chica, tenía golpes y todo tipo de marcas y heridas, como si hubiese estado siendo torturada por mucho tiempo.

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