La noche del ritual

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KAT
31 DE OCTUBRE 2017
08:00P.M.
Mi mejor amiga acababa de morir en mis brazos. La imagen de su cuerpo sin vida posándose sobre el mío me martilleaba la cabeza y me punzaba el pecho como si me estuviesen apuñalando cada segundo. Su sangre en mis manos eran el vivo recuerdo de la impotencia que sentí cuando no pude hacer absolutamente nada. La culpa me carcomía viva, me asfixiaba.
Pero, quizá, lo que había pasado esa noche había despertado en mí eso que tanto necesitaba para avanzar. Esa sed de justicia que me permitiría levantarme para terminar con todo lo que yo había acabado. Aún tenía algo por lo que luchar: mi vida.

Las calles de Asville se resaltaban con los llamativos adornos de Halloween y el vocerío de los niños pidiendo dulces en cada puerta, acompañados de sus pequeños trajecitos de monstruos aterradores.

Si tan solo supieran que los verdaderos monstruos estaban muy cerca de ellos. Que se escondían y rondaban por el pueblo con máscaras bonitas y llamativas para que, en el mínimo descuido, tomarte como una presa

La sangre en mi ropa generaba la ilusión de un creativo disfraz de último minuto que se perdía entre la multitud, parecía muerta en vida. Solo me quedaban pocas horas y estaba pérdida. Pensé en dirigirme a casa, encerrarme en mi habitación y apagar mi visión con fuerza, cerrar mis ojos por tanto tiempo y que cuando despierte, todo haya vuelto a la normalidad. Tal vez así tendría a mi mejor amiga de vuelta a mi lado, para que al día siguiente asistiéramos al instituto y cotilleáramos sobre cosas de adolescentes normales.
Pero entonces, me detuve frente a la enorme ventana de un local de televisores, donde mi reflejo se trazaba perfecto. Me detuve a observarme, miré cada mancha de mi ropa, era como el reflejo de cada intento de Dalia de mantenerse con vida, de cada grito, de cada lágrima. Se me estrujo el pecho de inmediato, odié todo, a todos, a Adam, a Ax. Al maldito de Demon, pero sobre todo, a mí misma. Paseé la mirada por cada esquina de la tela, subiendo hasta verme a los ojos, cuando noté detrás de mí a un grupo de niños disfrazados con togas de color verde. Esas malditas togas que solían usar ellos. Una silueta más alta que las demás captó mi atención. Y cuando se quedó paralizada mirándome, a una considerable distancia de mí. Ladee mi cabeza mirándolo a través del reflejo de la ventana. Hizo un leve movimiento y bajé la mirada hasta sus manos. Cargaba un cuchillo y ahora se acercaba a mí. Y esta vez no lo hice. No me quedé congelada como una estúpida, porque sin darme cuenta ya había empezado a correr, y este lo hizo tras de mí. Corrí entre la multitud, viendo hacia atrás de vez en cuando. Aún no podía identificar su rostro, lo veía distorsionado o no sé si era porque ya tenía la cabeza lo suficientemente dañada como para imaginarme lo peor. Perdí la cuenta, las calles de Asville acababan de convertirse en un laberinto sin salida, en un infierno.

Llegué a la solitaria carretera saliendo del pueblo donde la multitud era casi nula. Me detuve un momento, jadeando y tomando enormes bocanadas de aire. Observé con cautela mi alrededor, cada espacio, cada esquina. Pero solo me inundaba la boscosa oscuridad a donde quiera que observara.

Mi vista se nublaba y el pecho me ardía. Estaba a media carretera que daba a las afueras del pueblo. Los sonidos nocturnos hacían todo más inquietante. Me concentré en respirar y tranquilizarme, a lo mejor todo lo había imaginado. Me giré para volver al pueblo, pero entonces mi cuerpo se estampó contra la silueta oscura de alguien. Y cuando desperté, estaba a oscuras, atada en una silla de pies a cabeza.

Adam
9:00 p.m.
—Te hemos preparado para esto durante toda tu vida—menciona él, mientras sus dedos se paseaban por mi toga, terminando de acomodarla.

Tensé mi mandíbula y di un gran suspiro asimilando cada detalle sigilosamente, porque aunque él tenía un plan, yo tenía otro completamente diferente. Debía ir por kat, traerla de vuelta y hacer creer a Demon que él había ganado esta partida. Pero no sería así. No está vez.

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