El libro

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Desconocido
—Mira y aprende—me dijo él con voz demandante, mientras obligó a quedarme sentado en una silla.

Él tenía a un hombre, de unos cuarenta y tantos, llamado Mark Philips, uno de los abogados más importantes, fuera de Asville.

El hombre estaba amordazado, tenía los pies y manos atadas.

—¿Sabes lo que hizo?

Negué con mi cabeza.

—Hacía trabajos sucios, lavado de dinero y..también supimos de algunos homicidios—habló, jugando con un encendedor en su mano—Su alma no vale la pena, promete estar arrepentido, pero yo no le creo mucho.

Él acercó el encendedor al abdomen del hombre, y aquel tensó su cuerpo, mientras chillaba como un ratón.

—Vas a quedarte ahí y observar, porque será lo que tendrás que hacer, naciste para esto, para matar, almas viejas y malignas, eso es lo que hacemos, porque nos gusta, y porque nos mantiene vivos—me miró y luego acercó el encendedor a la piel del hombre, haciendo que el fuego chocara con su piel.

El hombre se retorció del dolor.

Y yo sentí un nudo en el estómago.

—No eres como nosotros, no totalmente, por eso debo enseñarte, insensibilizarte.

Yo observaba a aquel hombre, cómo se retorcía y gemía del dolor, como una pequeña presa.


Kat
Sábado 13 de octubre.
4:00p.m

Las vacaciones habían llegado, tenía tiempo para descubrir más sobre aquel lugar.

La tarde estaba lluviosa, Asville solía ser un lugar húmedo y lluvioso, aunque este mes se había calmado un poco, pero al parecer hoy había vuelto.

En mi habitación, seguía leyendo los escritos de Wake, cuando alguien tocó a mi puerta.
Bajé y vi por el rabillo de la puerta, era Adam, estaba empapado, vestía con una camisa negra y unos jeans del mismo color.
Y de pronto sentí una sensación extraña en mi estómago al verlo.

—¿Qué haces aquí?—le digo al abrir la puerta.

—¿Puedo pasar?—preguntó y antes de que respondiera, ya estaba adentro de mi casa.

—Adelante—bromeé—. ¿A donde te habías metido?

—Estuve enfermo y no podía salir.

Ambos subimos a mi habitación, donde le di un toalla y una camiseta de las que tenía guardadas que eran de mi padre. No tenía muchas, así que tomé una de color gris con un estampado de una banda.
Adam se la puso y debo decir que: se veía demasiado atractivo en ella.

—¿Qué es lo que tanto me ves?—habló burlón, mientras estaba sentado en mi cama—ya sé que la camisa me queda bien, deja de ser tan obvia.

—De hecho creo que es todo lo contrario—mentirosa.

Él bufó y sonrío.

—Dime, ¿qué has averiguado?—cambió de tema.

—Justo iba a averiguar más, lo único relevante que he descubierto es quién abrió el portal.

Los ojos de Adam se abrieron, sorprendido.

—Muéstrame.

Ambos empezamos a leer aquellas páginas que yo no había terminado.

Como les decía, Matt Hazelwood encontró la manera de abrir un portal, finalmente.

Encontró el ritual que conte anteriormente, un primero de octubre, año desconocido.

A Través Del Espejo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora