9.

13 1 0
                                    

Había pasado aproximadamente dos semanas desde que Hipo y Heather se encontraban ahí, y ya habían hecho buenos vínculos con el grupo.
Los ojiverdes de vez en cuando ayudaban al pueblo cuando un grupo de dragones pasaba debido a la migración de invierno, evitando una catástrofe y peleas innecesarias en la aldea.

En ese mismo instante se encontraban Hipo y Patapez conversando mientras Chimuelo jugaba con los demás dragones del ruedo.

-¿Y qué tal ha estado Berk desde que me fuí?

-Bastante calmado, lo único que mos entretiene son las competencias de invierno, que obviamente, Patán siempre gana.

-Solo dejo unos años a Berk y todos se aburren, al parecer mis desastres eran sus entretenimientos diarios-rió Hipo.

-Era costumbre culparte por todo lo que pasaba-rió también Patapapez.

-Si, supongo que ahora solo culpan a los Bruts, aunque no sé cómo hicieron para sobrevivir sin mi importante presencia y carisma-presumió.

-Creo que Berk puede sobrevivir sin tu sarcasmo por unos años más.

-Auch, fingiré que eso no me dolió. Oye Patapez...

-¿Qué ocurre?-Patapez se había distraído un momento viendo a los dragones convivir, era tan raro ver que de cieeta forma obedecían a Chimuelo.

-¿Y qué ha pasado con As... Olvídalo, es algo tonto.

-¿Astrid?, no está con nadie, si es lo que quieres saber.

Hipo se sonrojó, era tan obvio, pero Patapez era el único que se daba cuenta de las miradas de Hipo hacia Astrid cuando eran más pequeños.

-¿Te sigue gustando?, ¡Deberías decirle!

-Patapez, no puedo, no quiero decirle a nadie que sigo vivo. No puedo de repente decir, miren, soy Hipo, no soy un fantasma, y vengo como si nada luego de escapar porque odiaba este lugar-era algo frustrante para él, pero no estaba preparado mentalmente para hacer eso. Ir a Berk ya era bastante fuerte para él.

-¡Si puedes!, yo lo pude digerir, y estoy seguro que Astrid se alegraría. Igual tu padre, tu padre te extraña Hipo, está mal que lo ocultes cuando él te necesita.

-Él nunca me necesitó-frunció el ceño-. Nunca tuve su atención, no le importé, solo quería que sea un vikingo y asesinara a todos los dragones del Archipiélago.

Sabía que estaba hablando con odio, diciendo cosas que en su interior no pensaba. Pues sabía que en el fondo, su padre lo quería, pero esos sentimientos tan contradictorios de odio y amor a su padre lo atormentaban, y su única solución era huir de sus problemas.

Podía enfrentrarse al nido de dragones, peeo jamás a su padre.

-Hipo, es lo correcto, yo sé que lo es.

El castaño suspiró fuertemente, sabía que tal vez, y solo tal vez, Patapez tenía razón.

-Al menos podrías decirle a Astrid...

"Pero no quiero que nada me retenga de nuevo en esta isla". Pensó.

-Te prometo que haré algo antes del Snoggletog.

-Me parece justo-sonrió Patapez-. Y... cambiando de tema, Hipo, por favor por favor por favor, ¿Me puedes hacer un favor pequeñísimo?

-¿Qué sucede?

-¿Podríasenseñarmeamontarundragón?

Patapez habló tan rápido que Hipo casi no lo entiende.

-Sé que es una idea tonta y eso pero...

Caminos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora