Capítulo 37. Sí, eso espero.

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"Kristoff."

La voz de Marianne sonaba diferente. Su voz estaba mezclada con un tono inusualmente infantil.

Kristoff supo que desde hace mucho tiempo estaba borracha. Desde el momento en que los ojos azules de Marianne lo miraron con intensidad.

En esos momentos, un escalofrío le recorría la espalda. Se sentía locamente hambriento. Quería darle un gran mordisco a lo que fuera que estaba frente a él.

Kristoff lentamente ahogó su garganta, tratando de tragarse la sed. Mientras observaba en silencio sin decir nada, las cejas de Marianne cayeron.

"No me ignores, Kristoff."

(NT: razón número 1000 para no beber, dices cosas que después de arrepientes)

"No te estoy ignorando, Marianne. Me quedé sin palabras porque eres linda cuando estás borracha."

"!"

En un instante, Marianne abrió mucho los ojos. Tenía una mirada perpleja en su rostro, como si hubiera escuchado algo inesperado mientras estaba borracha.

Luego, con mucha fuerza en los ojos, sacudió la cabeza con decisión.

"No estoy borracha. Estoy bien."

Sin embargo, contrariamente a su alarde, la parte superior del cuerpo de Marianne ya estaba temblando de lado a lado. *Pasos pasos*. Los ojos azules estaban medio cerrados.

Kristoff lentamente extendió su mano hacia ella. Con sumo cuidado y cautela. Después de un tiempo tediosamente largo, las yemas de sus dedos finalmente tocaron su mejilla.

Era suave y cálido por la embriaguez.

Contuvo la respiración y estiró los dedos doblados. Muy despacio, pacientemente, como acercándose a un gato callejero cauteloso.

La mejilla de Marianne quedó en su mano. En el momento en que pensó que tal vez ella podría retroceder.

"....."

Marianne frotó su mejilla contra la palma de su mano. Cerró los ojos y se frotó la mejilla con la mano de Kristoff.

Glup

Kristoff tragó un sonido ahogado. Un suspiro rápido escapó de su boca. Era un aliento caliente con olor a alcohol. Sus ojos se profundizaron más allá del reconocimiento.

No sabía cómo debía expresar esos sentimientos en ese momento. Era similar a la sensación de cuando un gato callejero, que había desconfiado durante mucho tiempo, finalmente permitió que la tocara. Una sensación de emoción, alegría, deleite.

"Marianne."

Su voz bajó. Un suspiro pesado se mezcló con su nombre. Él movió sólo su pulgar y la acarició debajo de los ojos.

Kristoff preguntó con una voz deliberadamente suave, como para evitar revelar su nerviosismo.

"¿Quieres dormir? Puedes ir a la cama."

Ante esas palabras, Marianne abrió lentamente los ojos. El rostro de Kristoff se reflejaba en sus ojos azules, como el cielo del amanecer. Sus ojos se encontraron con el que estaba frente a él.

Mierda.

Él estaba allí, impaciente. A pesar de sus esfuerzos, Kristoff no pudo contener su sed.

"No."

Marianne se negó de inmediato. Pero él no se dio por vencido. Kristoff le acarició suavemente la mejilla con el pulgar y la engatusó con dulzura.

Te pido perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora