Capítulo 41. El sol se ha puesto.

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Marianne caminó sola por la calle oscura. Durante la comida, el sol estaba completamente bajo y las lámparas de gas se encendían gradualmente.

Liam barrió su cabello castaño una vez y comenzó a caminar en dirección opuesta a ella. Sin despedirse de Kristoff. Era como si la apariencia amistosa hasta ahora fuera una máscara.

Pero Kristoff tampoco estaba interesado en él. Si no hubiera sido por Marianne, ni siquiera habría hablado con él.

Kristoff se quedó allí, mirando la espalda de Marianne mientras se alejaba.

―No me gusta la gente persistente. 

Sus palabras resonaron en sus oídos.  Y a la vez recordó otra oración más. 

―Eso es lo que dijiste ese día también. Dijiste que el sol se había puesto. Supe por primera vez ese día que te preocupabas por mí. 

Recordó las palabras que dijo mientras estaba borracha. Después de un momento, Kristoff dió un paso al frente.

Marianne siguió adelante en silencio. Pasó frente a un bar animado, un gato callejero que desaparecía afanosamente, y a la vez un parque desierto.

De repente, se detuvo en el lugar. Y lentamente se dio la vuelta. Miró a la persona que estaba de pie tres o cuatro pasos detrás.

"Creo que dije que iría a casa sola, Kristoff."

"Pero."

Kristoff la miró en silencio y solo después de un rato abrió la boca. Era una voz inusualmente vacilante.

"El sol se ha puesto."

"....."

Marianne se sorprendió y se quedó en silencio. Kristoff la miró a los ojos, sonrió con amargura y bajó la mirada al suelo. Parecía un cachorro bajo la lluvia.

Marianne se rió ante la imaginación que acababa de tener. Decir que Kristoff Schneider era un cachorro bajo la lluvia podría hacer reír a un perro que pasaría cerca.

Al final, ella no dijo nada y le dio la espalda. Los pasos débiles y vacilantes la siguieron como una sombra.

El ritmo de Marianne se hizo más lento y Kristoff caminaba a su lado.

Y Kristoff tiró levemente de la comisura de su boca sin que ella lo supiera. Los trucos aprendidos del Marqués Schneider funcionaron.

Marianne era una persona justa, y era más débil con aquellas personas necesitadas que para las personas que lo tenían todo. El problema era que a Kristoff no le faltaba nada.

Pero no era tan estúpido como para perder la oportunidad que se le presentaba. Kristoff se paró junto a ella, controlando su expresión.

"¿No estás ocupado? ¿Puede la persona más ocupada de la capital perseguirme aunque tenga muchas cosas por hacer?"

"Si quito mis ojos de ti aunque sea por un momento, temo que habrá personas tras de ti como si fueran moscas que no sé de dónde vienen, ¿crees que puedo trabajar así en mi tiempo libre, Marianne?"

Marianne frunció levemente el ceño ante su confiada respuesta. Miró a Kristoff.

Levantó las cejas ligeramente y continuó.

"No solo él, sino también Michael Hindenburg."

Marianne lo miró por un tiempo más. Kristoff entrecerró los ojos ante el significativo silencio. Inclinó la cabeza hacia un lado. Parecía terriblemente arrogante.

"¿Qué es esa mirada, Marianne?"

Después de tragarse las palabras de decir que uno de esas moscas era él, Marianne negó con la cabeza y siguió adelante.

Te pido perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora