Capitulo 3: A escondidas

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"Mierda, era sincera para tantas cosas, pero me costaba tanto agradecer a en voz alta a las personas"

—¡¿Me puedes explicar cómo es que ustedes dos ya se conocen?! —la voz de Jennifer se escuchó, fuertemente, a pesar de que estábamos a unos metros de esa enorme puerta cerrada. —¡EXPLICAME!

Aquí seguía yo, parada en el medio de la gigante sala de estar, junto con los dos hermanos que no se habían movido de su lugar. Si antes me sentía incomoda, ahora ni se imaginan.

—Emm...yo...¿Puedo?

Como claramente mi mente se puso defectuosa para poder hablar con ellos, señalé el sillón que estaba junto a mí. Y fue el que menos pensaba que me respondería, quien se acercó mientras hablaba.

—Esta es tu casa, nuestra casa hermanita. —me dijo Maximiliano cuando se posicionó a mi lado, para rodearme con su brazo y llevarme con él al sillón. Mierda, demasiadas señales de alerta en mi espacio personal. —No te molesta que te diga hermanita, ¿No? Somos hermanos.

Me quedé en silencio, todavía procesando sus palabras, y sus ojos estaban abiertos mientras esperaba una respuesta de mi parte, y yo estaba en blanco. Sin embargo, en el fondo, fondo de mi interior podía sentirme identificada con soltar palabras sin pensarlas, justo como acababa de hacer Maximiliano.

—¿QUE QUERIAS QUE HICIERA JENNIFER?

La voz del hermano del medio fue la que nos interrumpió, o me salvo de dar una respuesta. Y ni siquiera me sorprendió su tono de voz o su respuesta, sino que fue el nombre de su madre saliendo de su boca lo que me impacto.

Yo, a mis padres nunca los había llamado por su nombre, siempre fueron llamados como mamá o papá.

Me enfoqué en ver cómo era el hermano mayor quien se movía, para desaparecer por el pequeño pasillo que daba a la gran puerta de donde venían los gritos. La conversación de ellos era clara desde aquí.

Nota mental: las paredes eran realmente finas.

—¿Cómo prefieres que te digan? ¿Maxi, Max o Maximiliano?

Una sonrisa apareció en el rostro de Maximiliano, cuando sus ojos celestes se volvieron a enfocar en mí.

—¡No discutiré esto contigo! No cuando mi hermana está aquí con nosotros.

Luego de esta confesión, la conversación bajo el volumen cuando se escuchó como la puerta se cerró, dándome cuenta quien era la persona más centrada en esta casa.

—Max. —me interrumpió con mis pensamientos, para poder enfocarme en él. Su sonrisa parecía ser algo particular en él, como sus ojos juguetones y su cabello levantado por algún gel. Parecía que ser amable era parte de su esencia, y no que estaba fingiendo, como gran parte de las personas hacen. —No respondo a otro nombre.

No pude evitar reírme ante su confesión, porque yo podría decir lo mismo cuando alguien me dice Dolores.

—Iré a revisar que nadie se mate ahí adentro.

Suspiré, cuando vi que desapareció de mi vista, y mi cuerpo cayo completamente en el sillón, solo dejando mis piernas colgando. Sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento y hasta podría decir que tampoco sería mala idea reventar en este momento.

De repente, todo estaba en silencio nuevamente, hasta que las voces se volvieron a escuchar, pero estaba vez las pisadas iban acompañadas de las voces, y por esto cerré los ojos.

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