Capitulo 2: La familia Amaya

21 3 1
                                    


"Seriamos enemigos, todo el mundo sabe eso. Las clases sociales no se mezclan nunca."


      Miré por dos segundos la casa, antes de negar.

      —No puedo vivir aquí —susurré, y me volteé al hombre desconocido, quien me estaba observando como si yo fuera un espécimen raro que no entendía. Pero yo conocía el tipo de personas que vivían en esta clase de casa, y no eran nada de mi estilo.

      Yo había evitado a gran parte de este tipo de personas toda mi vida, y ahora no podía adaptarme aquí, con ellos. Seriamos enemigos, todo el mundo sabe eso. Las clases sociales no se mezclan nunca.

      —¿Viviré aquí? Ellos tienen mucho dinero... — le señalé la casa enfrente nuestro, y sus cejas se levantaron como si siguiera sin entender que quería decir. — ¡Que estoy diciendo, tienen muchísimo dinero! No es mi ambiente, no viviré aquí.

      Mierda. Yo no estaba a la altura de estas personas.

      —Te acostumbraras.

      Y tan solo con esas dos palabras, me dejó de pie sola, para comenzar a caminar con mi maleta en su mano, mientras subía por los escalones de la entrada de la casa.

      Yo me dediqué a observar todo a mi alrededor, por tan solo unos segundos. Si esta casa era así, claramente demás casas de este barrio eran iguales, ya que claramente pude ver a unos metros a mi derecha una casa.

      Las casas en perfecta condición, con sus jardines perfectos y con sus empleados alrededor haciendo su trabajo. Ya podía comenzar a sentir como hablarían de la pequeña flaca nueva en el barrio, cuando las mujeres salieran a caminar en grupo para poder comentar los nuevos chismes que los rodeaban, y yo seria una de sus conversaciones.

      A unos metros de donde yo estaba, se encontraba el enorme portón blanco que dejaba ver a la calle del lugar, y logré ver como tres mujeres pasaban caminando con su ropa deportiva por la acera, justo con sus ojos puestos en mí. Y por esto me giré, para enfrentarme nuevamente con la mansión llena de ventanales. Mis ojos fueron a una de las ventanas que se encontraba abierta, ya que la cortina se movía a causa del viento y eso me hizo prestarle atención, donde alguien me observaba fijamente en el pequeño balcón.

      Una figura tenía sus ojos atentos en mí, apoyada sobre el barandal como si fuera la dueña del lugar con su cabello castaño claro y su gran sombrero negro, inclinó su cabeza sin quitarme los ojos de encima y se giró para desaparecer de mi vista.

      Y al ver todo lo que me estaba rodeando, no pude evitar reírme en voz alta, al pensar en la ropa que tenía puesta. Mi vestimenta constaba de una simple remera negra que dejaba mis hombros descubiertos, con unos pantalones largos rotos en mis rodillas, y mis zapatillas favoritas de color blanco que se encontraban escritas por mí.

      El viento me hizo pensar en lo ridícula que me veía, justo cuando mi cabello chocó con mi cara, y eso hizo que sujetara uno de mis mechones rosas que decoraban mi cabeza, haciéndome pensar que podría ser más sencillo irme al infierno que estar aquí.

      Sin embargo, el ruido de la puerta abriéndose me hizo prestar atención y que mi mano fuera directamente a mi estómago, cuando las náuseas se hicieron presente de repente. El hombre me esperaba con la puerta abierta, sin siquiera moverse de su lugar al tiempo que yo subía lentamente cada escalón de la entrada, con mi mano apoyada sobre el barandal como si fuera parte de una película de época.

      La puerta doble era de madera oscura, con gran parte de esta de vidrio y dibujos opacos en ella. Tomé aire antes de dar un paso a la casa, para sentir como mi boca se abría ante la vista, porque había tres lugares para ver. A mi derecha se podía observar una especie de comedor o si es que se podía decir así, ya que vi la mitad de una mesa de madera y sillas que parecían sillones pequeños en color marrón, para mirar frente a mí y ver que el hombre me estaba mirando nuevamente, justo al lado de una escalera de madera.

Simplemente AdoptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora