Capitulo 4: Desayuno de chocolate

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Capitulo 4: 

"¿No era demasiado tarde para eso? Yo ya era una persona formada, como para poder darme lo que no me dieron en estos años de ausencia"

      Seis de la mañana.

      Era como si estos días tuviera un reloj interno, en donde no dormía, pero mantenía mis ojos cerrados, y las horas parecían eternas. No había podido dormir como lo pensé cuando toque esta enorme cama en la cual sigo acostada, porque me había dedicado a desempacar todo lo que había en la maleta que había traído, y poder fijarme si en la maleta no faltaba nada

      No faltaba nada, por lo que no tendría que matar a nadie.

      Mis fotos ahora estaban pegadas con cinta, justo arriba de mi nueva cama, dejando ver en esas diez fotos, lo importantes que eran esas personas para mí, y como ahora las veía tan lejanas. Mis fotos y mi cuaderno violeta eran demasiado preciados para mí, en esas dos cosas se encontraba todo lo que representaba mi vida.

      Las fotos simbolizaban esos momentos tan memorables y a veces tan insignificantes que siempre dejan una marca en vos. Mis amigas, mi hermano, mi mejor amigo, mis padres y mi equipo de futbol, todos sus ojos me miraban en este momento.

      Me obligué a mí misma a sentarme en la gigante cama, para enfocarme en la horrible ropa colgada en una percha de madera, justo en la puerta. ¿De dónde salió eso?

      Me acerqué lo suficiente para evaluarla con cuidado, con la camisa blanca, la pollera azul de cuadrillé y un saco azul que combinaba. ¿En qué momento llego esa ropa ahí? No me acuerdo de que haya estado ahí anoche, y mi cuarto había estado cerrado toda la noche, a menos que en algún momento realmente me haya quedado dormida y no hubiera escuchado cuando dejaron la ropa ahí.

      Evite esa ropa colgada, para ir en busca de mis pantalones negros totalmente rotos, con mi remera que dejaba en descubierto mi hombro y mis zapatillas blancas que estaban todas rayadas por mí.

      Me observé en el espejo de madera blanca, para asentir hacia mí misma y girar, para terminar de evaluarme, como cada mañana. Terminé por atarme el pañuelo rojo que era mío desde que se lo robé a mi mejor amigo, pero siempre pensé que me quedaba mejor a mí.

      Justo cuando abrí la puerta, pasaba la castaña con su cabello perfectamente recogido, y con un uniforme de porrista en color blanco y celeste. Ella ni siquiera se volteo a darme una mirada, como si no notara mi presencia o como si fuera totalmente invisible.

      —Toca mis cosas una vez más y no te acordaras de tu nombre.

      —No sé de qué hablas —me respondió sin siquiera dejar de caminar, como si estuviera demasiado apurada como para frenar y responderme. Y ahora, ya me encontraba enojada por dejarme parada sola en el medio del pasillo.

      Comencé a caminar para tratar de alcanzarla, justo para encontrarla cuando comenzaba a bajar las largas escaleras de madera. Ella bajaba las escaleras, con su cabello atado en una cola, moviéndose como si tuviera vida propia.

      Sujeté su brazo, para que dejara de caminar y de prestarle atención a su celular.

      —Te lo estoy informando, para que lo tengas en cuenta. —le dije lentamente, para que pudiera entenderlo, y cuando me enfoque en ella, me di cuenta de la cantidad de maquillaje que tenía puesto, con sus ojos celestes demasiados abiertos rodeados de sombra rosa, que combinaban con sus labios llenos de brillo labial. —¿Me estas entendiendo?

      Su rostro reflejaba una especie de asombro y creo que esperaba que sea una broma, porque una sonrisa apareció en sus labios. Y no estaba entendiendo el chiste, ya que mi cara era todo menos una broma. Yo me encontraba furiosa, porque no era una persona que tuviera paciencia.

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