Rojo

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-Sellad abajo, este es el último, Ma'am.- Thomas me tendió la última factura. Era verdaderamente impresionante como dos simples días de descanso imprevisto podían desorganizarlo todo.

Ya había entendido en parte como funcionaba Chesshall, pero no había comprendido parte de las actividades que se llevaban acabo en ella. Rydian era un inversor observador, es decir nunca sabias su jugada hasta el final. Poseía una paciencia infinita y una facilidad para trabajar bajo presión que yo no compartía. En todo caso, Thomas se dedicaba al papel administrativo de sus inversiones y Rydian en determinado último momento firmaba las que hubieran evolucionado bien. Nada parecía escaparsele.

Esa era mi inesperada labor de ese día. :-Son los presupuestos para el astillero.- Lo leí con atención. Debía contratar a 100 nuevos carpinteros.
-Esto es culpa del sabotaje.-

-Desgraciadamente, Ma'am, aunque parece que los artilleros ahora están limpios de saboteadores aun asi...-

-Hay que contratar a 100 nuevos carpinteros que seguro que traerán alguna que otra manzana podrida.-Murmuré. La petición de Larken era necesaria, eso seguro, si querían mantener el nivel y la velocidad de trabajo. Hasta yo sabía eso.- Cuando Rydian despierte...- "Si despierta" no lo añadí pero las palabras arañaban mi garganta. Dejé el sello de los Saffort de vuelta en el cajón y lo cerré bajo llave. Thomas hizo una reverencia, sin añadir nada más, lo que silenciosamente le agradecí, y recogió los papeles. Me sentía extraña sentada en el escritorio del despacho que era mas suyo que de Rydian. Alisé la falda del sencillo vestido dispuesta a levantarme cuanto antes del enorme butacon.

La llamada a la puerta lo impidió. Miré a Thomas que también estaba extrañado. -Pase.- Acepté.

El señor Alen entró sin aliento y con sangre en la boca.-¡¿Qué ha pasado?!- Me levanté de golpe.

-Ma'am, los obreros... están ebrios y...- No deje que terminara. El primer día casi habían dejado de trabajar, Anne había tenido que suplicar y el Sr. Alen no les pasaba una desde entonces. La guardia de la casa estaba en una tirante posición de vigilancia. De los 10 miembros se habían reducido a 7 tras el incidente de los bandidos y sinceramente no estaba dispuesta a tener que mediar en este tipo de cosas ahora. No ahora.

Salí al jardín seguida del Sr. Thomas y el Sr. Alen, era el camino mas cortó hacía los establos. Ahí estaban, bregando con el Sr. Collins, el cochero y su hijo, y el joven el lacayo. La señora Gerome intentaba impedirle el paso a las cocinas, protegiendo con su amplio cuerpo a Jane y Bess, la otra doncella, y las ayudante de cocina, Marin. La guardia rodeaba a los obreros impidiendo que se acercara y listos para aplacarlos si las palabras no daban resultado.

Los caballos estaban sueltos y asustados por el prado y la mayoría del escándalo se sumaba a las risas de los obreros. Mire hacia el primer piso de la mansión, la ventana de mi alcoba, la del aseo. Vi a Anne asomada desde la alcoba de Rydian.

Una ira me latió en el corazón y las venas se llenaron de ese sentimiento dándome fuerza. Cogí uno de los cubos de agua para llenar el abrevadero y lo llené de agua, agua que ni noté que ensuciaba mi vertido, para luego lanzarla a los obreros mas cercanos. Se acabarón las risas y todos se quedaron mirándome. Algunos de los que aun conservaban modales se quitaron el sombrero e hicieron una torpe reverencia. Otros solo me miraban boquiabiertos.

-O trabajan o se van.- Dije con voz fría e implacable.

-Muchachita, no se me ofenda pero esperaremos a que el Marques vuelva de entre los muertos antes, no vaya a ser que se vaya con nuestro dinero a ver a su creador.- Dijo el que debía ser el mas borracho de todos ellos.- ¿Verdad, chicos?- Muchos murmuraron y otros simplemente bajaron la cabeza.

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora