La verdad de Bess

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El vestido no era precisamente uno que una dama casada y fiel llevaría. Era más que obvio que pertenecía a una de sus chicas. Aun que la confección fuera cara y detallada, se había privado al conjunto de gorguera, de modo que cuando intente ponérmelo sin corsé, los pechos rebosaban casi fiera del balcón del vestido, cuando por fin los habíamos podido pasar por la cinturilla. Maldije por la perdida de tiempo de quitarmelo, ponerme él corsé y volver a apretarlo. Era claramente de estilo francés y diseñado para una cortesana.

Pero estaba seco y me valía. Así que ¿que mal podía hacer un vestido tan escandaloso? Al menos el oscuro color verde de la tela no era llamativo.

Deje que la madame me recogiera él cabello en un moño rápido y lo cubriera con un pequeño velo blanco. Ni se me paso por la cabeza perder el tiempo con él maquillaje. Ni ante los hombres de la reina.

Encontré a Lord Rohan sentado en un banco al lado de la puerta donde la madame me conducía.

-Ma'am...- Hizo una rígida reverencia y le noté tan tenso que todo el aplomo que había logrado reunir se esfumo.

-¿Y los demás?- Murmuré mientras llamaba a la puerta.

-Rydian les dijo que se fueran.- Susurró en respuesta con mirada lúgubre.

La puerta se abrió bruscamente. Me tuve que controlar para no dar un paso atrás. El hombre era mas robusto que tres hombres juntos. Y se le notaba macizo bajo la abombada prenda de fino satén. No era tan alto como Rydian pero si el triple de ancho que él. Podría romper mi cinturita con uno de esos brazos como si de un pequeño hueso de faisán se tratará.

Respire hondo y di un paso al frente. Aun no había terminado de recorrerme con la mirada por lo que retrocedió sin poder controlarlo. Me dejo paso cortesmente como si eso fuera lo que siempre había querido.

-¡Marquesa!- Se sorprendió uno de los hombres junto a Rydian. Este estaba mas pálido de lo normal y mis pasos me llevaron a su lado sin pensarlo. Pose mi mano en su antebrazo con una silenciosa pregunta en mi caricia. Note la tensión de los esbeltos músculos bajo la camisa.

Algo iba horriblemente mal.

-Marquesa, me dirigía a su encuentro.- Dijo el impresionante hombre.

-¿En que puedo seros de ayuda?- Me atreví a ocultar mi nerviosismo tras una mascara de soberbia que iba a juego con semejante vestido. El hombre tuvo que redirigir la mirada mas de una vez cuando saque pecho, intentando controlarse.

-Su majestad, la reina ha ordenado que el Marques De Safford y Lady Daville se presenten ante ella.- Un escalofrío recorrió mi espalda.

-Y yo os digo que la Marquesa de Safford no se moverá de aquí.- La voz oscura y fría de Rydian me hizo mirarle. El ojo azul oscuro y frío. Miraba al hombre como si fuera una piedra en su camino. Una piedra que pensaba patear bien lejos.

-Iré a donde tu vayas.- Sentencié.

-No.- Rydian apartó su brazo de mi mano. Tan bruscamente que casi podía sentirlo como un golpe. Pero si él es cabezota, yo lo soy mas, es solo que prefiero no demostrarlo.

-Voy a ir.- Le encaré cogiéndole de nuevo del brazo.

-He dicho que no.- Me miro con esa mirada fria, perforandome con ese ojo.-Soy tu señor esposo y me debes la debida obediencia.-

-Y no encuentro placer alguno en faltar a mis votos. Pero tu poder es insignificante ante la Reina.- Comenté con falsa sumisión.-

-No.- Los dientes apretados y las mandíbulas tensas. No era rabia o preocupación... ¿que era esa emoción que teñía en sombras su rostro?

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora