Verdades

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El silencio de la vuelta a casa me estaba matando, ¿por que volviamos a casa? Rydian volvía conmigo a casa ¿verdad? Notaba mi espalda tan recta y tensa que dolía, el pesado peinado hacía que me doliera el cuello y mi cabeza era un lio. Había dicho que no quería hablar, pero si volvía a casa de Lord Bay, entonces ¿cuando lo volvería a ver? Debía disculparme al menos. Pero eso no iba a solucionar nada, a él no le gustaba que dijese "lo siento", otras veces había intentado que aceptase mis disculpas. No iba a funcionar.

Le mire de reojo. Como una verdadera estatua, el rostro severo pero hermoso, el cabello como nube esponjosa, apartado con una cinta, que a su vez cubría el ojo parcheado. Su cuerpo grande y cálido cubierto en ropas de sobrio negro y marrón. Las grandes manos cubiertas por guantes, escondiendo la poca delicadeza en ellas que no parecían las de un noble. Si se cerraba de esa forma no iba a conseguir nada con una disculpa. Y, aun que no lo quería admitir, no pensaba que hubiera hecho mal. Mi abuela debería de haber insistido en que fuera mas sumisa, mas como una dama debía ser, pero ya era tarde para llorar por la leche derramada.

Cogí aire con el poco favor que me hacía el ajustado corsé y le encaré:

-Lo que estas haciendo podría considerarse abandono del hogar.- Giró la cabeza lentamente hacia mi, su fina ceja blanca se alzaba sobre un ojo que me miraba con incredulidad.- No me mires así. Tal y como oyes, abandonas tus obligaciones para que las lleve una mujer, una esposa joven y sin ningúna experiencia a la que todo el mundo menosprecia...-

-Sería un gran fallo para ellos el menospreciarte.- Murmuró poco impresionado por mi exagerado victimismo.

-¿Acaso sabes lo que sufro bajo las constantes humillaciones de tu madre?- Esperaba sinceramente que no le hubiera ido con el cuento aun.

-Creo que no es algo de lo que deba preocuparme, son cosas de mujeres.- Le quitó importancia con un ademan. Solo esperaba que contestase lo mismo cuando su madre fuera a quejarse por su recorte financiero.

-¿Así que esta bien dejar sola en la mansión a una mujer? Desprotegida. ¿Y si alguien se atreve a atacarla?

-Esto sigue siendo Londres, Mi señora, no creo que nadie este tan loco. Y en todo caso, ¿sola?- Casi oí un "ja" en su suspiro hastiado.- Entre la guardia y los sirvientes hacen un buen grupo, estoy casí seguro que pelearían hasta con uñas y dientes antes de permitir que os tocaran un pelo de vuestra hermosa cabeza.- Y bien que lo sabía, les pagaba bien, les trataba bien y nunca les humillaba, nunca había visto sirvientes tan apegados a su señor. Ni señor que ensalzase la virtud de sus sirvientes.- Además, siempre podéis apuñalar al afortunado con el puñal destinado para vuestro marido, o tal vez practicar el tiro al blanco.- Añadió, con actitud relajada. 

-Entonces, no les importará que la señora realice algunas fiestas.-

-Es vuestra casa.- Le quitó importancia mirando por la ventana de nuevo. Otra vez, estaba volviendo a ese estado indiferente.

-Debo entender que igual que abandonáis la casa a mis caprichos, es igual con mi persona. Soy abandonada a mi suerte.- Se hizo un incomodo silencio.- Entiendo. Concedéis todo lo que me pertenece para respaldar mi posición como Marquesa de Saffort, igual que defendéis mi imagen ante la corte, pero no a mi persona. Es, entonces, vuestra decisión abandonar el hogar y el matrimonio, no la mia.- Le había hecho reaccionar al fin. Estaba tenso, por como cuadraba los hombros y me fije en que la mano sobre su rodilla, apretaba esta hasta dejarle los nudillos bien marcados. A veces hablar con alguien que esconde su rostro te da la oportunidad para analizar como se expresa el resto de su cuerpo.- Ninguno de los dos deseaba este matrimonio, pero mientras que yo me he esforzado en aceptar mi situación, vos, habéis huido. Incluso cuando concedisteis que debíamos empezar por conocernos estabais mintiendo.- Había vuelto a hablarle formalmente aposta.- Dije que os perseguiría si erais incapaz de confiar en que no me iría, pero no puedo hacer nada si sois vos quien os vais.- Iba a añadir que buscaría en otro lugar. Que tendría mil amantes hasta encontrar uno que me valorara...

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora