Oidora

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Me senté para que Jane me peinará. Noté los labios aun irritados, el corazón aun alterado. ¿Qué iba a hacer ahora? Rydian era mas peligroso de lo que parecía o de lo que yo había querido saber. De nuevo escondía algo relacionado conmigo. ¿Ocultarme de que? ¿Pagar por mi? Pensé que yo ya había pagado mi parte. Mi dote había sido entregada.

-Dame papel y pluma, Jane.- Estaba decidida. Era hora de que  me encargara de mis propios problemas y la única en la que podía confiar para que me diera esa información discretamente, tenía que pertenecer a la familia.

Servicial, no tardó en abrir el cajón de la mesa de Rydian y conseguir papel limpio. Me tendió mi pluma y uno de los tinteros de cristal de la mesa. De madera de serbal y plata, era un peso cómodo y reconfortante. Empecé la carta con las típicas formulas y pase a la invitación de visita, lo mas urgente posible, me aproveche de su ultima impresión para que sobreentendiera que la necesitaba allí ya.

Acepté la asistencia de Jane para esparcir el polvo secante, doblar y sellar la misiva. Utilice el anillo de mi mano sobre el pegote de cera haciendo inconfundible la procedencia de la carta, marcándo con el ave del escudo de los Saffort. -Envíala durante la cena.- Pedí, mientras ella volvía a su tarea de peinarme.

-¡EVONNE!- El grito de Rydian me sacó de los pensamientos repetitivos que se amontonaban uno tras otro. -¡Evonne, baja inmediatamente, Evonne!-Intercambié una mirada llena de extrañeza con Jane y me apresure para salir del cuarto y bajar la escalera. Vi salir del salon lila a Helena, Clarisse y el afamado actor Winsdal.

Ahí estaba, a mi lado se reunieron las damas y Thomas salió de la cocina para ir a su encuentro. Pues que Rydian gritará así era toda una novedad. Bajé a su encuentro. -¿Que sucede?- Pregunté con una sonrisa que esperaba disimulará mi nerviosismo.

-Ven.- Ordenó con furia. Le miré con una ceja alzada, intentaba controlar mi retorcido carácter. Baje los escalones que me distanciaban de él ante la atenta mirada de Lady Henryetta, que ocultaba muy mal su regocijo.

No esperó a que lo alcanzará, solo se puso en camino al despacho de nuevo. Intentar mantener su paso era un imposible con o sin ese vestido. Vestido que él no había valorado ni con una misera mirada. Me reprendí por solo sentir esa pulgada de enfado. Bueno, al menos primaba mas la preocupación.

Solo había visto a Rydian enfadado una vez, y no parecía que esta vez ese fuera el caso, normalmente se decantaba por la indiferencia en casi todos los aspectos de su vida o la concentración mas alta si se dedicaba al trabajo. Esta forma de actuar era nueva.

 Se perdió tras la puerta y me detuve un momento para arreglar mis faldas y tomar aire. Iba a ser gordo.

Flanqueé el umbral y ahí estaba el grupo de invitados mas sorprendente que podía esperar. Lord Rohan Rinne y Sir Richard Downlack a cada lado del despacho mas tensos y a la defensiva que nunca. Incluso para mi que los conocía desde hacia poco mas de un mes, era clara la tensión entre ambos.

Pero eso no era ni de cerca lo mas impresionante de esa reunión. La única persona sentada era Anne, que al verme apretó las manos en la seda de su vestido hasta que sus nudillos seguro quedaron blancos bajo esos guantes que la acompañaban a todos lados y para colmo, bajo la cabeza cuando la interrogué con la mirada. ¿Qué demonios estaba pasando? El señor Alen permanecía lo mas alejado de Rydian que le era posible. Miraba firme hacia el frente, cuadrado y tenso.

Por si esto no fuera suficiente, un paje parecía ser el mas interesado en desaparecer de esa sala de los horrores. Lord Phillipe Durox a su lado intentaba trasmitirle cierta tranquilidad, aun que él también parecía ciertamente nervioso.

-Parece que tenemos un gran numero de invitados, sera mejor que de aviso a la Señora Gerome de que tendrá que poner mas platos para la cena.- Dije intentando quitarle hierro al asunto, deslizándome lo mas suavemente que pude, todo sonrisas tranquilizadoras. Rydian se sentó bruscamente en su silla y casi pude sentir la frialdad con las que congelaba todos mis intentos por calmar los ánimos. Cuando abrió la boca todos se tensaron a la espera.

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora