Amen

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Como cada domingo, era momento de reunión. La misa dominical. Aun contraria a acudir era poco probable evadirlo si no era por enfermedad. Aun peor, era una situación social, peor que muchas otras. Los subditos de la Reina, se sometían bajo juramento a la Iglesia de Inglaterra, una versión entre Católicos y Protestantes. Y que permitía a su majestad una posición neutral sobre la religión del reino.
Rydian vestía de sombrío negro, a la moda mas extricta isabelina, por mi parte vestía uno de los incomodos vestidos nuevos elegidos por Lady Henryetta.

Me faltaba el aire y agradecía no tener que sentarme, ademas, la misa era rápida. Una verdadera bendición.
-...es momento de pensar en nuestra fé. El mundo parece lejos de encontrar la paz en brazos del señor. Su Majestad, es una mujer misericordiosa y iluminada por nuestro señor, sabe que Dios puede llegar a nosotros de diversas maneras. Pero son esos gordos y llenos de ambición los que evitan que oigamos la voz del señor.-Todos sabíamos a que se refería.-Nuestros amigos en Francia, han sufrido de tal manera que ni el consuelo del señor es suficiente para que encuentren paz. Y en Holanda, se desata el infierno demasiado cerca y su influencia...- La voz del pastor se fue alejando.

Entendía el adoctrinamiento pero eso no implicaba que me resultará menos tedioso tener que oirlo.
La misa dominical era tan importante como una fiesta y estaba llena de información para la corte. Primeramente, acudía la nobleza en pleno . Y era el lugar donde te posicionas hablaba de tu rango y posición. Los duques estaban ante nosotros. Solo tres marqueses estaban en Londres, era raro que estos pocos abandonaran su marca por mucho tiempo.
Uno era el Marques de Winchester, viudo y solitario estaba justo al lado del Duque de Somerset. Y tras nosotros, estaba la Marquesa Le Frey, que no me quitaba los ojos de encima desde que habíamos entrado, me temía una larga charla cuando la misa concluyera.

Intenté que el aire entrará entre mis dientes. Las ballenas se me estaban clavando sin moverme, no queria tener que aguantar horas para quitarmelo.
El vestido era el más caro de los que tenia, pesaba tanto como yo y me constreñía el pecho como una soga de hierros. Entre Rydian y yo, Lady Henryetta se llevaba el pañuelo a la nariz con un gesto languido. Mis damas, permanecían detras del todo. Necesitaba a Anne, pero Lady Henryetta la había alejado sistemáticamente de mi.

-...Amen.-

-Amen.- Repetí junto al resto.

Debíamos empezar a retirarnos en determinado orden, la conversación animosa se captaba ya en la entrada de la iglesia donde los últimos empezaban a salir.

-Querida Lady Evonne, venid hay alguien a quien quiero presentaros.- Lady Henryetta me dio un toque en el brazo para indicarme que la siguiera. Me giré dispuesta a seguirla. Un pequeño mareo me hizo detenerme. No aguantaria.

-Estas palida.-Rydian estaba tras de mi. Su brazo rodeando mi cintura, su otra mano tendida ante mí. La cogí como intento de no caerme.

-Tonterias, querido, son los polvos.- Negó Lady Henryetta.

-Evonne no usa polvos.- Dijo Rydian deteniendo mi paso.

-Bueno, es palida de piel.-Intentó corregirse.

-Danos un momento, Madre.-

-Pero, esperan...-

-¡Que esperen!-Escupió pero parece que se percató de su tono.-¿No pensaras presentarla en este estado?- Y susurrando añadió:- Se la ve mas enferma que soberbia.- Lady Henryetta me miró con ojo crítico y pareció darse cuenta.

-¿Quien soy yo para interponerme entre Esposos?- Y se alejó lentamente entre la multitud, nos esperaría en la puerta, seguramente.

-Necesito aire.-Dije con un hilo de voz. No hizo falta más para que Rydian se pusiera en marcha aguantando mi paso lento y pesado en su brazo. Disimuladamente salimos por la puerta lateral hacia el jardín del cementerio. El aire fresco de la mañana me refresco el rostro, no había notado lo febril de mi posición.

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora