Mascarada II

365 28 1
                                    

Esos momentos en los que sabes que algo irremediable va a pasar, que sabes que va a sudecer, ni te planteas como o si es tu imaginación. Solo lo sabes. Y saberlo hace que no puedas dormir. Das vueltas en la cama, esperando que la oscuridad a tu alrededor ayude a tu mente entre realidad y sueño. Pero ahí sigues oyendo cada crujido de la casa, cada brisa a traves del vidrio, cada animal que hace su vida en la oscuridad. Y llega el amanecer y sigues a la escucha. ¿Por que? Porque estas alerta. Mirando con mil ojos, escuchando con mil oidos.

Casi salté de la impresión cuando me di la vuelta y ahí estaba Evonne, con un vestido blanco como una mañana de nieve virgen. Mary y Jane esperaban en el tocador. Suspire sin poder contener mas la tensión.

-Anne ¿sigues cansada?- Se deslizo a mi lado y vi que me sacaba mas altura que antes, tan bellamente esbelta. Colocó sus manos en mis mejillas, luego a mi cuello y por último junto su frente con la mia.

-No parece ser fiebre...- Meditó apartandose para ver de nuevo mi cara. Tan opuestas en todos los sentidos.

-No es nada, solo he pasado una mala noche. No te preocupes, no con la diversion que nos espera esta noche.-Sonreí pues ese era el papel que había aceptado al ir allí.

Aun recuerdo la carta que llego de improviso a la unica de las propiedades que conservaba de mi esposo. La villa-des-anges era un lugar frio y austero ademas de solitario. De mi dote no quedaba nada así que era una tumba en vida para mi. Pero ese hombre, como un salvador había requerido mis servicios para con mi prima. No había esperado escapar de la casa fantasmagórica para ser rescatada por un fantasma. Ese hombre casi sin presencia. Y a la vez tan presente.

-Termina de arreglarnos, entonces.- La sonrisa volvió a sus labios, la de una niña de su edad. A veces, solo a veces, veía en ella su título, en la forma de comportarse, en la forma de hablar y por eso a veces, no recordaba la niña que aun era, la que había sido, veía a una mujer desconocida. Una mujer que no era nada para mi y yo nada para ella. Esa mujer que veía cada vez más, que me aterrorizaba.

-Lady Annabette, el maquillaje.- Mary abrió la caja de cosmeticos y me senté al lado de Evonne.

-Es una pasta de calcita con una crema de miel, savia y resina para hacerla fluida. No creo que te haga daño en la piel. El problema es que es mucho mas densa que los polvos.- Expliqué.- Es utilizada para maquillaje de circo asi que es perfecta para la ocasión. Ademas los labios estaran cupiertos con la mezcla y te protejeran del carmín. Voy a pintarte los labios mas rojos que jamas hayas visto.- Con la tela proteguiendo su vestido y el pelo apartado, me puse a ello.

Después, era mi turno de adecentarme. Me puse el vestido rojo con el que Evonne había llamado a los pretendientes a amante. Con mi altura y en lugar de verdugado, guardainfante, la caida era distinta, mas como una fuente y con la cola desaparecida. Ademas, mi pecho era mas pequeño que el de Evonne de modo que el escote no era tan sumamente bajo. Con ayuda de Mary, pinte mi rostro del mismo modo con los labios también rojos.

Por ultimo, sombree los ojos de ambas con polvo de carbón, para dar prufundidad a la mascara. Evonne me las había descritó totalmente embelesada sin controlar el brillo de emoción en sus ojos.

-Estamos listas.- Sentenció con una sonrisa. Un escalofrío recorrió mi espalda y tuve que esforzarme por colocar una sonrisa en mi imagen en el espejo. Llamaron a la puerta. -Pase.- El Sr. Thomas asi lo hizo, nos miro con la cara impreterita, era un hombre dedicado. Con el cabello volando a nuestra espalda nos deslizamos siguiendole.

En el recibidor, en la mesa redonda del centro frente a la escalera, esperaba Lord Saffort, de impoluto negro y botas altas. El jubón de cuello alto le hacía aun mas esbelto como sacado de los versos del Infierno de Dante.

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora