Compromisos indeseados

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El conde Fenrrir parecía haber desmejorado mucho. Su lustrosa apariencia de cuervo había perdido su pulcritud.  Las mejillas antes afeitadas estaban ahora cubiertas por una barba que crecía en todas direcciones. Aun había restos de comida y costras de vino entorno a sus labios.

Labios que no dejaba de relamerse desde que me girara para mirarle.  Los ojos que antes habían sigo brillantes trozos de carbón, estaban irritados y rodeados por una sombra de ojeras, lo que le hacia aparentar mas años de los que tenia.  Si era de la edad de mi hermano ahora aparentaba diez años mas. Tal vez también fuera por que había perdido parte de su porte.

Si hubiera sido educada, como mi abuela había deseado, habría huido de allí tras una educada reverencia y un revuelo de faldas o habría mirado en derredor en busca de ayuda, pero mis hermanos tenían mucho que ver en mi carácter, así que sin salir de la luz permanecí quieta y le encaré. Por lo visto, no esperaba eso. No tras mostrar de lo que era capaz.

-Conde Fenrrir.- Saludé con frialdad.

-Tan bella y fría como siempre, Lady Daville.-

-Es Marquesa de Saffort si no lo habéis olvidado.-

-Como olvidarlo...- Sus ojos se estrecharon con rabia y su respiración se aceleró pero ni se movió de su lugar. -Tengo noticias de vuestro hermano.-

-No parece algo que poseáis en exclusividad, todo el mundo esta recibiendo noticias de él.- Comenté con ligereza.

-Mis noticias son de indole mas personal. Me ha pedido asilo para vos, Mi señora.- Hizo además de cogerme la mano para besarla.

-No soy "vuestra" señora.- Le corté moviendo mi mano rápidamente para esquivarle.

-Bueno eso solo es cuestión de tiempo.- Comentó alejándose. Un escalofrío me recorrió la espalda. Se que no debería, lo sabía bien pero algo no paraba de gritarme que ese hombre era verdaderos problemas. -¿A que os referís?- Se paró antes de salir del balcón, para mirarme con una sonrisa sombría.- Bueno, puede que el matrimonio sea legal pero las mujeres suelen quedar viudas fácilmente.- La amenaza era clara. Le vi retirarse con la risa moviendo sus hombros con gozo. Como bilis me subía el sabor de la rabia para instalarse en mi boca.

Darle paso a la rabia era mejor que al miedo.

Mirar la lejanía no era una de mis actividades usuales para evadirme. Pero ni los bocetos a mis pies eran capaces de tranquilizar mi mente. Las obligaciones sociales y sus sospechas habían llevado a Evonne a la corte de Turneid. Tan cerca y tan lejos. Sus ojos me miraban preocupados desde uno de los bocetos que no le hacían justicia.

Recordaba como al amanecer había partido en dirección contraria. Aun mas lejos. Obviamente un nido de los Leicester era el lugar mas seguro y menos grato de los que conocía. Favorito de la Reina era un titulo que destacaba por encima de todos. Ser necesitado por la Reina era el mío. Obviamente nunca me había supuesto problemas hasta ahora.

La recepción de los invitados a esa jornada de caza había sido ligera e informal. Obviamente, la carne fresca era bien recibida, aun que fuera solo para admirarla durante los descansos entre matanza y matanza. Como en otros lugares no encajaba en ese lugar. Demasiada pompa para algo que solo se podía describir como matar al débil para llenar una mesa de la que se comería bien poco. Además de una total perdida de tiempo. Mi tiempo.

Debería haberme negado. Debería haberme impuesto al razonamiento de Evonne y obligarla a no ir o a acudir junto a mi. Pero ¿que diferencia hay? El Conde Daville viene de camino.

Como si de un acto profético la cicatriz aun tierna de mi brazo empezó a picarme. El verdor del paisaje iluminado por calidos rayos de sol hacia del tiempo una cruel ironía para mi nublado humor.

Bésame, obedeceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora