Cielo Rojo.

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Peter se encontraba recostado en su pecho cálido, suave, viendo como cada cabello oscuro y rizado se erizaba al más mínimo tacto. Miguel tenía los ojos cerrados pero claramente sabía las acciones de Peter, por más mínimo que fuera el tacto así fueran las yemas de sus dedos o su aliento nocturno.

Desde hace algunas semanas Peter se estaba comportando raro, entre sus brazos era muy inquieto y solo quería ocultarse en él sin decir mucho más que "vayamos a la cama".

-¿Qué tienes?- le preguntó aun con los ojos cerrados.

Peter dejo de tocarlo, simplemente se escondió en sus sábanas. Realmente el americano no sabía muy bien como distinguir al moreno en sueños tibios o en un descansar profundo.

-¿Peter, qué tienes?- su voz sonaba autoritaria en medio de la noche.

-Nada.- dijo como si nada.-¿Qué no puedo disfrutar de ti de esta manera?- quiso separarse un poco del cuerpo del moreno pero este lo tomaba con fuerza.

-Claro que puedes mi vida.- sonreía aun con los ojos cerrados.-Si no es nada.

-He tenido un sueño muy raro.- le confesaba.-Que te ibas de mi.

Miguel abrió los ojos solo para ver a un Peter muy perturbado bajo sus brazos.

-Que me odiabas, y te ibas a no sé donde, te ibas por propia voluntad y yo regresaba a mi vida, bajo un cielo rojo. Cada que estoy contigo no hay nubes, no hay lluvia, no siento frío. Pero, cuando te vas de mi.

-Es imposible que eso pase.- estaba molesto, ¿por qué estaba así?-Yo no haría eso, mírame Peter.

En un principio el americano no quería, sentía que si lo hacia cumpliría con ese dictamen injusto a esos sueños, a esos delirios. Pero finalmente cedió con tristeza, estaba llorando.

-¡Oh, mi vida! Eso no va a pasar.- Miguel besaba esas lágrimas tristes.-Yo sueño que vamos los dos juntitos a un cielo azul.- lo abrazaba con ternura.-Yo siempre te voy a buscar, nadie me va a alejar de ti, nadie.- beso sus labios con suavidad no quería espantarlo.

Peter por fin sonreía sin mentiras, remordimientos o malas ideas, por fin mostraba una sonrisa con confianza, se sentía tan seguro con él así, como nunca se había sentido, nadie le había hecho sentir un hombre pleno y feliz tal vez nadie lo haría más que Miguel, su Miguel.

-Recuerdas que te dije que te llevaría a la Ciudad.- Peter cambio de tema mientras se limpiaba sus últimas lágrimas.-El sábado, por fin será. Pero, hay algo que debemos hacer antes.

-Bien, podríamos hablarlo mañana.- cerro nuevamente sus ojos.

Peter acepto dándole un abrazo, al fin durmiendo esa noche sin sueños, sin malos pensamientos, simplemente pensando que el sábado sería el día que cambiaría su vida en un futuro, uno muy esplendido bajo las flores moradas de las jacarandas en primavera bajo ese cielo azul, bajo ese cuerpo moreno y ese corazón de oro que Peter (por débil que parezca) debía proteger.

El americano despertó muy temprano como de costumbre, de su casa había traído ciertas cosas. Metiéndole como siempre a Mary Jane, llevándose maquillaje, joyas, vestidos largos y coloridos. Miguel había escuchado muchas veces sobre el baile pero para él simplemente era como cualquier otro, no pensaba que realmente y "para no ser descubiertos" en dicho baile había que "disfrazarse."

Al despertar veía como Peter tenía los labios rojos y mal delineados, un rubor que sinceramente lo hacia ver muy pálido y sus ojos caídos por esas lagrimas dulces habían dejado su marca. Miguel simplemente comenzó a reírse, tomo una toalla húmeda y le limpio bien el rostro, primero había que rasurarlo y eso hizo, el segundo paso era cuidar ese rostro pálido que a cada rato Miguel besaba por la pura tentación que Peter provocaba en él.

Piel Canela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora