Tercera bala

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Mördare Brice pensó su siguiente movimiento y el siguiente y el siguiente y ninguno le favorecía.
Tyron sostenía fuertemente a Mördare del brazo conduciéndolo con paso firme hacia la salida, la gente los esquivaba indiferente mientras Tyron estudiaba aquel mudo rostro que para colmo empezaba a parecerle sexy.
Distraídamente Mördare se humedeció los labios con una sensual e inconsciente lamida, movimiento que Tyron siguió sin disimulo.

Una vez en calma Tyron empezó sus preguntas:
—¿Que sabes tú de Hermes Intriyovsky?, —el arma aún se hundía en la carne del joven y la ropa poco hacía para salvarlo de esa dolorosa sensación, mientras el hijo de Morgan le miraba de forma indecifrable.

—Estoy esperado, —dijo imperante Tyron, tratado de distraer a su malditamente inoportuna libido, tal vez la situación era completamente impropia, pero definitivamente eso probaba que no estaba ciego.

—Bueno tenía que eliminarlo a usted también, ¿por qué?, no lo sé, no me dieron esa información, —Mördare no bajó la guardia pero tampoco se relajó, —sólo sé que matarlo a usted no me pareció correcto.
Tyron estudió aquella respuesta, no concordaba con lo que Morgan Brice le había dicho.

—¿Por qué no me eliminaste?, —esta vez Tyron estaba más sorprendido, —si fue tu padre quien dio la orden, sabes que al ignorar una orden te has puesto en oposición a la agencia.

Mördare sombrío lo miró.
—Sabemos lo que somos, agente Hays. Pero, no sabemos que nos motiva a hacer lo que hacemos.
Tyron le concedió al muchacho la idea de que es un hombre maduro con apariencia de niño.

—Somos asesinos niño, eso somos, somos la parte que el gobierno no quiere que se conozca, somos la muerte con diplomacia y así mantenemos la paz y el orden en los países que son de nuestro interés.
Mördare asintió, esa era la definición más exacta de lo que eran.

La cara de Tyron cambió de pronto, como si comprendiera algo por primera vez.

—Envía un mensaje a tu padre.

Mördare sonrió burlón, —No lo creo agente Hays, —Tyron jaló del brazo a Mördare hasta tenerlo frente a la pantalla de la computadora.

Los códigos bajaban como una lluvia de letras y números.
Tyron tecleó una cuantas veces más, hasta que apareció lo que estaba esperado.

—Seguro que puedes descifrar esto.

Mördare observó la pantalla, su semblante poco a poco cambió de desconfiado a sombrío.
—No puede ser, —murmuró el joven agente.

Tyron observaba la clara decepción que se conjugaba en ese rostro, —ahora nosotros somos el blanco de muestra propia agencia, —confirmó Tyron, —y si no me crees, envía un mensaje a tu padre.

Mördare sacó su teléfono celular, y envió un sólo emoticón.
No tardó mucho en entrar la respuesta.
Un solo número. Un uno.
Mördare pálido miró a Tyron, —estamos solos, nos van a cazar.

Tyron rápidamente metió las cosas que estaban esparcidas en la mesa en una maleta deportiva.
—Vámonos, el juego empieza y si quieres permanecer con vida, debes confiar en mí y hacer lo que yo te ordene.
Mördare no dudó en tomar sus cosas.

—Yo confío en ti, —Tyron sintió él peso de esas palabras, en los cuatro años de haber vivido y amado a Hermes, jamás escuchó una declaración de confianza tan vehemente como la que ahora recibía.
Poniendo el semblante tan impenetrable, Tyron miró fríamente al muchacho que no parecía ni un poco decepcionado de ver qué su padre lo había desprotegido.

—Bien, toma tus cosas, no te comunicarás con tu padre, ese teléfono tíralo, y no te separarás de mí a menos que te lo ordene.

Mördare sacó el sencillo teléfono, no sin antes reiniciarlo.
Toda la información fue eliminada, dejando el aparato en la mesa.

Traición en la casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora