Decimoquinta bala

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Mördare vio el reloj... Marcaba las cinco de la madrugada, era una buena hora para salir.
Era momento de dejar a Tyron y hacer que ese hombre grande como una casa tuviera la oportunidad de vivir una vida de novela... Aún que le costara su propia existencia.

La motocicleta Ducati de Tyron vibró como amante en medio de un orgasmo, su culo le dolía de una manera satisfactoria pero inoportuna, Mördare aceleró en la calle solitaria y se dirigió hasta llegar la carretera interestatal.
Si había calculado bien, llegaría en dos horas al hogar de los Hays. Debía llegar a tiempo. Sabía que Morgan lo buscaría y entonces haría su movimiento.

Revisado mentalmente si había empacado todas sus armas, y sus dispositivos, aceleró por la interestatal hasta que llegó a su destino, eran casi las ocho de la mañana, con mucho más tiempo de retraso del estimado todo por causa de un accidente automovilístico y de su vejiga.
La casa de los Hays parecía tan típica.
Una sonrisa irónica cruzó su rostro, ahora sabía de donde Tyron había sacado su estúpido ideal de casa romántica.
Al ser consciente Mördare estaba molesto consigo mismo, ahora cada que pensaba en Tyron, un sentimiento extraño se colaba en su interior haciéndole sentir miedo y enojo.
Nadie permanecía a su lado una vez que supieran su pasado, nadie era tan valiente para verle sin sentir miedo o lástima.
Pero Tyron... Ese tipo era otra cosa. Había algo en él que Mördare quería proteger y cuidar. Tal vez era su tonta visión de la vida, o su estúpido sueño de una casa tipo familia perfecta, Mördare no estaba seguro, aunque lo único que quería era lograr que Tyron viviera para hacer reales esos sueños.

El hogar de los Hays estaba inusualmente silenciosa, no se suponía que sería así considerando que Marcos Hays era un hombre que aún trabajaba por su cuenta y con Linda Hays que hacía voluntariado en una casa de retiro.
El periódico del día estaba sobre el primer escalón esperando ser recogido, pero dentro de la casa no se registraba movimiento alguno.
Mördare frunció el ceño, algo estaba jodidamente mal.
Con calma estacionó la motocicleta de Tyron y se acomodó su puñal en la cintura, ajustó su pistolera y en la pequeña mochila palpo para sentir los cartuchos de repuesto y los celulares desechables.
Con calma se acercó hasta la puerta y entró.
Su mano aún dolía por el golpe y su cuerpo estaba sensible por la follada que le dio Tyron, pero era la familia del idiota soñador a quien quería proteger.
Con cuidado tomó el picaporte de la puerta de la cocina, lentamente la giró y está sin ruido alguno se abrió.
En silencio Mördare entró hasta el interior, algo había sucedido.
Los platos estaban rotos, la mesa redonda estaba en el suelo dos sillas de madera estaban despedazadas y las otras cuatro estaban regadas.
Con cuidado de no pisar nada caminó hasta la puerta que conectaba con las demás piezas de la casa. Con precisa cautela asomó la cabeza y vio despejado el camino.
Mördare dudaba que quien sea que tuviera a la pareja estuviera en la sala, pero aun así se asomó sólo para encontrar a alguien tirado inconsciente en el piso alfombrado.
La mancha de sangre a la altura de la cabeza enmarcaba el cuerpo.
Mördare se acercó y despacio miró al hombre tirado.
No era Marcos Hays, el individuo era definitivamente extranjero, sus rasgos fuertes y pelo rubio lo delataban.
También estaba el hecho de que en la mano, el tipo empuñaba de forma muy laxa una pistola la cual Mördare tomó.
Con cuidado otra vez, el joven agente se desplazó hasta las habitaciones.
Subió poco a poco las escaleras hasta ver la primera recamara de esa planta, estaba cerrada.
Con cuidado la abrió y ahí estaban Linda y Marcos Hays amordazados y sentados sobre la cama.
Marcos tenía sangre en la ropa, era difícil ver si era de él o del agente en el suelo, ellos lo vieron y como los inexpertos que eran sus expresiones los delataron y Mördare sintió un arma en su espalda.

De forma abrupta fue empujado al interior en donde dos hombres más tenían encañonados a Marcos y a Linda quien tenía los ojos acuosos y aterrorizados, Mördare sintió la ira bullir en forma de bilis hasta su garganta.
Estas tres personas no saldrían vivos de ahí de eso se aseguraría Mördare.
Linda y Marcos lo vieron, el pánico se dibujaba en sus rostros, Mördare como el agente que era, obediente caminó hasta donde le indicaron mientras ellos hablaban en ruso...
Mördare comprendió exactamente lo que estos bastardos querían. Los Matarían antes de irse y lo grabarían tal como el jefe se los había ordenado.
Mördare no reaccionó, él no se permitiría una respuesta empática con los Hays. Primero la pareja saldría con vida.
Uno de los matones a los cuales Mördare identificó como agentes mercenarios, personas entrenadas para matar por una buena suma de dinero, y sin pertenecer a una agencia gubernamental, le habló con un fuerte acento ruso, —Tú seguramente eres el asesino, Mördare los miró en silencio y asintió.
El tipo lo observó con palpable desprecio.
—¿sabes que no saldrás vivo niño?, —el agente apuntaba hacia la siento de Linda quien lloraba profusamente.

Mördare sonrió por lo bajo mientras disfrutaba ese momento.
—En realidad quienes no saldrán vivos, amigo, serán ustedes.

El agente extranjero rio con asquerosa diversión.

—Eso lo veremos niño bonito, porque nuestro jefe quiere eliminarte a ti y después ir por Hays, pero de paso lo haremos sufrir cuando vea la hermosa película que le prepararemos.

Mördare tragó en seco, conocía el trabajo de los sicarios, eran tipos sin ética que trabajaban por dinero y nada más.
Despacio metió la mano en la pistolera y palpo una de las armas.
Con cuidado se la acomodó en la mano y la sacó apuntando hacia el tipo desagradable que tenía encañonada a Linda, quitó el seguro y sin reparo disparó de forma tan certera que solo unos pocos chorros de sangre salpicaron a Linda quien gritó histérica.
Antes de que los otros hombres reaccionaran, Mördare apuntó al otro sicario que amartillo su arma e iba a disparar, Mördare fue más rápido.
El tercer tipo si logró detonar su arma y le dio a Marcos Hays en el hombro en donde lo derribó, pero Mördare no permitió otro disparo más y fulminó al hombre con un tiro entre las cejas... El asesino estaba suelto y nadie tocaría a los padres de Tyron.
Rápidamente Mördare corrió hasta soltar los amarres de la pareja, Marcos Hays miraba sin saber si podía confiar en el muchachito que acababa de asesinar a tres tipos o no.

—Conozco a Tyron, no somos exactamente amigos pero lo conozco, así que pueden confiar en mí.
Sin dejar de tranquilizar al hombre, Mördare cortó los cinchos de plástico y cuando hubo soltado a Marcos de inmediato giró hasta Linda e hizo lo mismo.
Una vez recuperados Mördare observó los cuerpos inertes tirados en la recámara.
Linda se calmaba poco a poco, pero aún estaba muy alterada, sin embargo reunió un poco de cordura y agradeció al extraño muchachito con cara de niño y puntería de diosa del olimpo.
Mördare sentía que alguien estaba cerca, siempre sucedía en las novelas y en esta no iba a decepcionar.

Traición en la casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora