Decimosegunda bala

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Un par de horas después Mördare volvía a tener su cabello del mismo color que antes de que toda esa locura empezara.

-Eres un maldito niño, -Katenkya lo miraba con admiración, aquel rostro era perfecto.
-Sí bueno, Stephen King tiene niños asesinos en sus historias, -la respuesta ácida de Mördare no inmutó a Katenkya quién acarició la suave mandíbula.
-Sé tú historia, sé cómo terminaste emparentado con Morgan Brice y cómo llegaste a la agencia. También sé que muchos te subestimaron y creo que algunos de quienes lo hicieron ya no están vivos.
Mördare veía a la mujer a través del espejo mientras está de manera casual secaba el rubio cabello y actuaba como si estuvieran hablando de algo tan trivial como el clima.

-Muchos no creyeron que yo podría tener la fuerza y la inteligencia para sobrevivir, Mördare sonrió de lado con esa mueca traviesa que él llamaba sonrisa, -creyeron que yo no era más que una cara linda y entonces recordé que Claudia de Lioncourt la niña vampiro de Anne Rice, disfrutaba jugar con sus víctimas antes de matarlas. Mördare se encogió de hombros mientras narraba algo tan íntimo, -y decidí mostrar a aquellos bastardos, que tener una apariencia linda, me trae más beneficios y utilidades de lo que ellos tendrán alguna vez.

Katenkya se sentó frente a Mördare quien aún permanecía sentado con la capa para peluquería sobre sus hombros. Con toda la calma sacó un cigarrillo, lo prendió y dio una profunda calada sólo para mirar a Mördare como si estuviera estudiando a un nuevo espécimen extraterrestre.
-Yo llegué a la agencia porque mi madre fue amante del director Roland Cratz. En aquella época éramos muy pocas las mujeres que habíamos en el campo de trabajo, por desgracia casi todas tenían la idea de que ser una especie de femme fatale les ayudaría en sus misiones, mientras yo fui la tipa que parecía más una ama de casa que hace galletas y prepara el mejor café, y esa caracterización me salvó el trasero, por eso comprendo y admiro tu posición y admiro que uses tu apariencia para seguir vivo.

Mördare veía fijamente a Katenkya quién dio una fuerte calada a su cigarrillo sin importarle lo que el joven agente pudiera pensar de ella.
-Desde entonces ¿has usado ese papel de mujer doméstica?

Katenkya sonrió feliz y se podría decir que radiante, -sí e hice algunas de mis misiones con mi hijo de meses, en brazos.
Mördare sé carcajeó al escuchar aquella anécdota.
-¡Rayos, me agradas!

Katenkya asintió al escuchar esa sincera declaración.
-Viniendo de ti es como si el mismísimo dios me hiciera un cumplido.

La pierna de Mördare subía y bajaba de forma desesperante haciendo que el piso de madera suene con un ligero traqueteo provocado por las botas del joven agente.
-No soy la gran cosa, -Katenkya levantó incrédula la vista al escuchar aquella afirmación.
- ¿Bromeas niño?, en las agencias te tienen miedo, saben que tu intervención en alguna misión es sinónimo de que uno de los agentes va a morir. Eres temido, pero eres más respetado.
Todos saben de tu relación con Morgan, pero también reconocen que el director es un perfecto idiota que no podría poner un tiro certero.
En cambio tú, -Katenkya observó con el ceño fruncido a Mördare para tomar con su pequeña mano la barbilla del joven y ladear un poco aquel angelical rostro, -en cambio tú, eres un tipo que no tiene temor de perder.
Katenkya de manera sorpresiva se levantó de su lugar, ya para ese momento Mördare se sentía incómodo con ese contacto, él por la cantidad de abusos sufridos anteriormente, no permitía que las personas se acerquen tanto, no le gustaba, pero Katenkya ahora lo abrazaba como si de un frágil chico se tratara. Mördare sólo se quedó sentado sintiendo el cuerpo rígido, sintiendo que nunca estaría preparado para las muestras de afecto.


Mördare y Tyron llegaron hasta el cómodo y elegante suburbio. A Tyron de alguna forma le causó malestar ver a su antiguo vecindario siguiendo con su vida tan normal y tan común, odiando un poco que olviden a aquel tipo amable que todas las mañanas fingía ser un vendedor de bienes raíces y que saludaba a todo cuanto vecino se encontrara. Hermes era un hombre amable y considerado tal vez fuera una fachada, tal vez las personas realmente le agradaban, ahora no habría manera de saber la verdad. Recordar a Hermes trajo a Tyron un dolor agudo en su pecho.
-Es un lugar bastante bonito, Mördare hablaba ajeno a lo que Tyron pensaba en ese momento.

Traición en la casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora