Vigésima bala

81 16 1
                                    

Tyron culpaba a su traicionera mirada la cual no dejaba de observar esa deliciosa polla que firme se balanceaba delante de él. El contraste de esa cabeza tan roja como una ciruela junto con la piel pálida y tersa salpicada de finos vellos dorados estaba haciendo agua el cerebro de Tyron quien se había pasado la noche pensando en la situación con Mördare.
Primero valientemente había instalado al mocoso en su recámara para luego ser él quien saliera huyendo como mariposa asustada.
Así que era hora de entregar algo más, era hora de asumir que de amor o más bien de un rechazo, nadie muere. Y sin embargo noches de insomnio le hicieron llegar a la conclusión de que Tyron prefería morir con una bala en medio de los ojos a una patada dada a su corazón por el mocoso.
También sabía que sobreviviría y tal vez con toda su furia mataría a Mördare para que ningún otro ponga sus manos en él, en su mocoso precoz y sádico, está bien ese era un pensamiento bastante tóxico, lo reconocía así como también reconocía que amaba al muchacho roto, al tipo con la legua afilada y el corazón de oro, al muchacho bondadoso que había arriesgado su vida con tal de que Tyron estuviera bien, a ese tipo loco, medio maniático y lleno de trastornos.
Odiaba al Mördare cruel por ser el emisario que reventara su burbuja mientras jugaba a la "casita" con un agente mercenario que lo hizo ver como un reverendo pendejo, odiaba esa boca carnosa que ahora se retorcía en una cínica sonrisa y también odiaba recordar como esa boca se estiraba mientras lo chupaba.
Odiaba ese cuerpo delgado entrenado para hacer trabajo de espionaje y que era capaz de matar; pero también odiaba sentirse duro todo el tiempo imaginando a ese cuerpo debajo de él, necesitado, ansioso.
Lo odiaba por volverlo un estúpido posesivo, por hacerlo sentir en el más agónico infierno, por estar anhelando que aquellos chispeantes ojos grises lo miren con amor... algo que Tyron empezaba a necesitar más que a su siguiente respiración.
Había llegado a una epifanía... Mördare sería suyo o no sería de nadie.
Molesto Tyron se levantó y tomó por el cabello a Mördare solo para poner su boca a muy pocos milímetros de la del joven agente que lo miraba sorprendido por aquel movimiento...
—Escúchame muy bien mocoso estúpido,  estoy harto de tus infantilismos, estoy harto de que me trates como a tu pendejo.
Mördare gimió por la sorpresa y por la rudeza de aquel trato.
Los ojos abiertos de aquel muchacho parecían asustados, no había excitación ahí, Tyron estrelló sus labios y se aseguró de que esa barba raspara como lija la suave y lisa mandíbula de Mördare.
—Dime tu nombre, si voy a hacer el amor contigo, lo haré con tu nombre verdadero, no el nombre que te dio una agencia.
Mördare sintió el calor en su rostro mientras su mirada y su mente se ponían de acuerdo en terminar aquella farsa de danzar como polillas alrededor de la lámpara.

Cerrando los ojos y tragando muy, muy duro, Mördare suspiró, —Claudio, mi nombre es Claudio Arellano.
Tyron pegó sus labios en la frente de Mördare, consciente de que su niño le estaba entregando más que su vida.
Mirando a Mördare que ahora parecía un niño común con un hermoso nombre común lo deseo con todo su ser.
Ese era SU Claudio, un joven tan temeroso como cualquier otro tipo de su edad.
Sin ser conscientes de cómo llegaron hasta la recámara, Tyron desvistió a Claudio con toda la calma como quien desenvuelve un regalo, uno muy valioso.
Hoy no tomaría al joven agente como las otras veces, hoy lo haría despacio, mientras sus manos recorrían y trazaban un mapa mental sobre aquella pálida piel se aseguraba que la atención de Mördare estuviera puesta en él.
—Mírame niño, mírame cuando yo te tome y no digas pendejadas, usa esa boquita para darme la mamada de mi vida, la primera de muchas.
Mördare quiso replicar, quiso gritar de forma desdeñosa que no se sometería a Tyron, pero tampoco tenía caso negar la única verdad entre ellos... se amaban.
Así que con un agónico suspiro, Mördare aceptó aquella boca que solo le hacía gemir como a un moribundo.
Tyron bajó por ese par de tetillas rosas las cuales castigó con fuerza dejando un verdadero rastro de marcas tal si fuera la escena de un crimen.
Así era la fuerza de aquella succión que Mördare sintió unas cuantas lágrimas escapar de sus ojos.
Tyron lo amaba con locura, un amor que rayaba en la demencia, en el odio y en el respeto. Tyron nunca lo lastimaría de forma deliberada, Tyron había permanecido a su lado por esos meses conociendo lo peor de él y no huyendo.
Tyron era su... para siempre.
Por eso cuando el duro agente levantó las piernas de Mördare sobre sus hombros, dejándolo vulnerable y tan expuesto, Mördare solo se cubrió el rostro con su brazo, como si con aquel gesto pudiera guardar su desnudez.
Mientras Tyron devoraba aquel cuerpo juvenil, hasta que llegó al trasero de Mördare y de forma desvergonzada como si se tratara de una fruta madura, aspiró su aroma para luego pasar su húmeda lengua y hacer un delicioso recorrido por aquella zona tan íntima.
Tyron gimió y Mördare casi lloró de dicha.
Nunca había estado con otro hombre al cual le permitiera hacer con su cuerpo lo que quisiera y con el cual decidiera entregarse voluntariamente, nunca hubo uno que se acerque al más sencillo ápice de confianza,  hasta que llegó Tyron y sus sueños de una casita blanca y una familia feliz, el tipo que le había hecho desear ser funcional, ser normal y sin tanto caos.
Pero no, Tyron también tenía su insano grado de masoquismo para encontrarlo atrayente y adictivo porque de la forma en que Tyron devoraba aquel agujero mientras sus manos amasaban de forma dolorosa, el blanco par de nalgas, y su barba que raspaba en todas las zonas correctas narraban otra historia a Mördare quien necesitado tocó su polla solo para recibir un manotazo.

—Solo cuando yo lo permita te tocarás.

—Ty por favor, —Tyron casi explota por la polla al escuchar esa súplica.
Su niño lo necesitaba, su cuerpo temblaba y se retorcía como exigiendo ser llenado y Tyron nunca dejaba al necesitado.
Solo que este no era cualquier necesitado, este era el hombre capaz de transformar y trastornar su mundo y aun así quererlo tan mal y tan despiadadamente.

Tyron se movió solo un poquito para tomar la pequeña botella de lubricante sobre su repisa.
Vertiendo un poco de líquido en su turgente polla la cual acarició de forma perezosa mientras Mördare recibía el espectáculo de su vida y se relamía los labios como una fiera hambrienta.
Tyron rió con los dientes apretados viendo el efecto que causaba en Mördare quien de forma lasciva ofrecía su culo para ser tomado.
—¿No usarás condón?, —Mördare miraba desconfiado a Tyron quien se pegó al cuello de este e hizo una marca más.

—No, no soy una jodida más, no soy alguien a quien luego patearás lejos.
Tyron tocó el suave abdomen acariciando con la punta de sus dedos la rosada y tierna cicatriz de su herida,  un recordatorio de lo mucho que Mördare lo amaba, así que acarició los carnosos muslos hasta que tomó la dura verga que ansiosa se agitaba sobre el duro vientre de Mördare quien jadeó de forma nada masculina sintiendo casi correrse.
Tyron se sentía un enfermo provocando él mismo tanta necesidad dolorosa en ambos.
Así que sin más que decir o hacer, tomó su polla lubricada y la posicionó en la entrada de aquel cálido agujero hasta enterrarse poco a poco en él. Aunque su cuerpo quería joder duro a Mördare, Tyron se tomó su tiempo para recorrer cada apretado centímetro del interior de su irreverente mocoso, se acercó hasta el rostro de Mördare y con la mano derecha apartó algunos cabellos dorados ya largos de la frente del chico al cual miró de forma intensa.
—Te amo Claudio, te amo.
El muy joven agente abrió los ojos, tomó del cuello a Tyron y lo atrajo hasta tenerlo cerca de sus labios y sin ceremonia alguna lo besó con calma, con devoción.

—También te amo Ty.
Con fuerzas renovadas Tyron empujó toda su longitud en una danza básica y frenética. Las pieles sonaban y el olor a sexo era innegable así como también lo era el amor extraño de ambos.

Mördare gimió y se torció mientras Tyron empujaba con fuerza hasta encontrar la preciada próstata, solo para luego rogar que le  tocaran y le dejarán correrse.
El muy solícito Tyron hizo tal y como pidió Mördare, tomando su polla y dando jalones al ritmo de las embestidas.
Mördare no tardó mucho y con un aullido soltó su semilla en la mano de Tyron quien con mirada lobuna, plantó la mano frente al joven el cual cerró los ojos y limpió mientras esa ágil boca gemía al probarse así mismo.
Tyron tuvo suficiente y con tres golpes más se corrió llenando a Mördare de semen.

—Te amo mocoso soy tuyo.
Mördare agitado respiraba y una vez más besó a Tyron. Al soltarlo Mördare le sonrió con su acostumbrada malicia...

—Siempre fuiste mío.
Tyron no pudo rebatir esa afirmación, siempre había sido para Claudio Arellano, el hermoso muchacho de ojos grises como el cielo tormentoso.

La mañana sorprendió a Mördare quien poco a poco abrió los ojos para encontrarse con Tyron que dormía a su lado. Por desgracia su rebosante vejiga decidió que ese era un excelente momento para ser vaciada. Mördare no quería despertar a Tyron, pero no tenía manera de ser sigiloso ya que Ty era bastante agudo hasta para sentir cuando una mosca se paraba en la cortina.
Sin tanto cuidado de sus movimientos, Mördare se levantó y fue al baño donde se alivio.
El punzante dolor en el trasero le recordaba al joven agente, que fue tomado varias veces seguidas durante la noche.
Para su incomodidad sintió como el semen de Tyron bajaba por entre sus muslos.
Justo cuando se tocaba para comprobar Tyron entró al baño y ambas mirada se encontraron.
Mördare sintió no solo la humedad entre las nalgas, sino la mirada abrasadora de Tyron.
En ese momento Mördare hubiera dado lo que sea para evitar ese incómodo momento, pero no lo pudo impedir...Tyron lo miró con lascivia.

—Yo te voy a lavar Claudio.
Mördare se sintió con un gramo de valentía.

—No me llames así y puedo lavarme solito.
Mördare caminó hasta la ducha, claro que sentía la mirada depredadora de Tyron en su espalda o más bien en el par de nalgas.
Ahora que Mördare podía verse la piel, esta estaba llena de cardenales y mordidas, también tenía las claras huellas de las manos de Ty en sus caderas... quería escurrirse en el retrete y hacer un viaje al sumidero cual caca, pues justo así se sentía.
Tyron ignoró el mal humor de su mocoso y se acercó hasta él solo para provocarlo, eso siempre era delicioso.

—Como odias que te llame por tu nombre, niño ridículo, te llamaré mi vida.
Mördare lo miró fulminante, esa sería la historia de amor más corta de su vida. A este paso gustoso se haría cargo de Tyron  y lo enterraría en la parte trasera del rancho.

Traición en la casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora