Capítulo 3

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Entró en su oficina ante la confusión de los empleados que solían hacerle compañía a esa hora de la mañana, todos se quedaron esperando a que gritara el nombre de su secretario Yoon Gu, el café sabía horrible como de costumbre, pero estaba sin fuerzas para decir cualquier cosa. Su mente parecía seguir envuelta por esas feromonas, las feromonas de Kim Dan que le habían perturbado al grado de casi provocarle una erección.

Y decía casi porque era bueno controlando su cuerpo, olió de nuevo su ropa y confirmó que todavía estaban ahí impregnadas como un perfume de calidad.

No podía describir el olor con exactitud, no sabía si era algo fresco, algo ligero, o algo sumamente dulce, pero le brindaban una sensación reconfortante. Tenía ganas de recostarse y dormir, tenía ganas de ver a Dan.

No, de ver a Dan no. Sólo estaba alucinando, se dejó llevar por el control de un omega como casi nunca le pasaba y era de cierto modo molesto porque solía ser él quien tuviera todo bajo control.

—Señor, disculpe que lo moleste, pero lo esperan en la sala de juntas para la presentación de los nuevos gerentes.

Vio a su secretario y sintió curiosidad por preguntarle si él también notaba el olor que llevaba encima. Quería preguntarle si le parecía igual de agradable, pero se contuvo.

Pasó un tiempo en esa aburrida junta hasta que pudo volver en sí.

Tenía un mensaje del omega con el que había estado la noche anterior y decidió ignorarlo porque sólo había sido un idiota sin control alguno con sus feromonas que además le dejó una marca en el cuello. Eso era asqueroso, odiaba que alguien marcara su cuerpo.

Cuando dieron las 7 se apresuró para recoger a Dan en el hospital, no pudo verlo de inmediato, pero luego se dio cuenta que era el que hablaba con aquel hombre alto de gafas, parecían estar teniendo una conversación agradable, Dan no paraba de sonreír y ese hombre parecía demasiado hablador.

Primero intentó llamarlo sin obtener respuesta, después escribió "Estoy aquí" pero se quedó mirando que Dan ni siquiera tomaba el teléfono. En conclusión, debía esperar, esperar tal y como Dan lo hizo en la mañana que decidió retrasarse sin dar explicaciones, para el caso era lo mismo, Dan nunca las pidió y él debía comportarse a la altura.

Un minuto, dos, tres y al diablo ya eran diez minutos.

Comenzó a sonar el claxon en repetidas ocasiones y vio que Dan lo miraba, se despidió de aquel hombre y pronto lo tuvo de nuevo junto a él.

—¿Hola?

Ah, ¿Fue demasiado obvio? ¿Permaneció demasiado tiempo callado?

—¿Estás bien si vamos directo con tu abuela?

—Pensé que iríamos a cenar, no he comido nada desde las galletas que tu mamá me dio en la mañana.

—Estuve ocupado y no me dio tiempo para una reservación.

—Eso no importa, comamos cualquier cosa.

—¿Qué es cualquier cosa?

—No lo sé ¿Pizza?

—Comer mucha harina por la noche no es bueno para la salud.

—Entonces podemos comer hot dogs en la tienda de conveniencia ¿Qué tal ramen instantáneo? Lo que sea, muero de hambre.

—Está bien— guiado por quien sabe qué emoción. Lo terminó llevando a la tienda de conveniencia ubicada frente al hospital en el que se encontraba su abuela.

Dan terminó comprando ambas cosas, el hot dog y el ramen. Él sólo bebía algo de jugo y le miraba atentamente. No sabía qué era lo que sentía, pero sí sabía que estaba raro.

Decálogo (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora