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A Kura le costaba mantener los ojos abiertos

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A Kura le costaba mantener los ojos abiertos. Su visión era borrosa y tenía un dolor agudo en la parte de atrás de la cabeza.

Sabía que continuaban en la carretera. Kuatoi se quedó y tenían todas las provisiones consigo.

El "paisaje" era una imagen continua de árboles rojizos y un cielo anaranjado por el sol. La carretera era de tierra y casi por completo recta.

Iba con...

¡Tobe usaba el uniforme de nami!

Kura se alarmó y buscó alrededor hasta que su vista se enfocó. Estaba en el suelo de una habitación algo oscura con las muñecas atadas a un poste detrás de su espalda. Tobe se encontraba a su lado. También estaba atado, pero parecía ileso.

Kura movió una pierna y tocó la de él con el pie. Tobe giró el rostro en su dirección.

La forma en que esos ojos rojos lo veían hizo que un escalofrío lo recorriese, pero luego su mirada se suavizó y movió la cabeza en algo que Kura interpretó como una pregunta.

Él asintió. Apenas podían distinguir los movimientos ajenos allí.

—Sí, bien. ¿Tú?

Tobe asintió.

—No te hicieron nada por llevar ese uniforme, ¿verdad?

Él negó y Kura exhaló de puro alivio. Prefería que se llevasen todas las provisiones a que le hicieran algo horrible a Tobe por haberse puesto su uniforme.

Tobe hizo un ruidito gutural y movió la cabeza hacia adelante. Kura giró el rostro justo cuando entraron tres hombres a la habitación.

Tuvo un recuerdo borroso de cuál era el que le había golpeado la cabeza. Se detuvieron para pedir instrucciones para llegar a un sitio y se lanzaron sobre Kura primero, pensando por el uniforme que era el "único" que podía detenerlos. Por eso Tobe estaba ileso. A la "señorita" no la atacaron, sólo amenazaron.

Supuso que pudo ser peor, pero comenzaba a preocuparse más y no podía apartarse de ellos, su espalda ya estaba pegada por completo al poste detrás de él, sus manos seguían bien atadas.

Tú puedes, se dijo, tú puedes. Tal vez si usaba magia soplando. O con un movimiento de cabeza. O quizás pudiese llevar algo de magia a sus piernas...

Mientras lo meditaba, una fuerza invisible sujetó la cabeza de uno de los asaltantes y lo estrelló contra la pared más cercana, dejándolo inconsciente. Esto captó la atención de Kura y de los otros dos, que parecieron sorprenderse por igual.

De pronto, Tobe se levantaba, las cuerdas caían de sus manos, quemándose a gran velocidad, y él estaba libre.

—Quédate quieta —Uno de los asaltantes lo apuntó con una daga—. Sabes que te hemos tratado bien, quédate quieta y vas a regresar a tu templo sin un rasguño y tu amigo seguirá con vida.

Besar al demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora