•Capitulo 8•

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CAPITULO 8

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CAPITULO 8. A un paso de la rendición.

Despertar del sueño lleno de sombras fue como caer en picada desde el balcón de su alcoba. Pero esta vez, Meira no podía sentir la presencia de Azriel que la salvaría de la caída mortal.

El dolor de su cuerpo fue lo primero que la recibió, seguido de la luz que se filtraba por sus párpados y que la hizo enderezarse abruptamente. La sensación de la tela que cubría su cuerpo deslizándose por su piel sensible fue espantosa y le hizo soltar un gemido de dolor mientras frotaba sus ojos.

Cuando por fin pudo distinguir todo lo que la rodeaba, se dio cuenta de que la luz que había visto pertenecía a los rayos de sol que filtraban por el ventanal a su derecha.

La habitación de Rhysand.

Intentó levantarse pero el dolor era lo suficientemente fuerte para que solo lograra quejarse entre dientes.

—No te levantes —la voz de Azriel la hizo girar hacia las sombras de la habitación, un lugar tan apartado de los rayos del sol que ocultaban cualquier rastro de vida.

—¿Qué hora es? —preguntó adormilada—. Debería estar entrenado con el General...

—Recuéstate —volvió a pedirle con tono de piedra. La voz dura le heló la sangre.

Los recuerdos de la noche anterior la atacaron con sables y espadas sumando al ardor de su piel un dolor agudo en su pecho. Observó sus brazos llenos de nuevas marcas de heridas que en algún punto de la noche habían comenzado a sanar.

Soltó un jadeo y se levantó rápido de la cama ignorando el abrumador dolor. Se acercó al cantor de sombras y sostuvo las palmas de sus manos entre las de ella, observando marcas de quemadura que no habían iniciado la sanación.

—Por el Caldero, lo siento —murmuró, impactada por el desastre que había provocado con su poder—. Lo siento tanto, yo...

Azriel apartó sus manos con cuidado, aunque el simple movimiento se sintió como latigazos en las palmas de Meira. Esperó que el rechazo no se notara en su rostro cuando enfrentó los ojos marrones del Cantor de sombras, quien le regresaba la mirada con semblante vacío.

—Recuéstate. Debes descansar para que las heridas sanen por completo —dijo antes de girarse con la intención de caminar hacia el balcón.

Meira iba a seguirlo cuando el sonido de pasos y las voces que se acercaban a la habitación la hicieron detenerse.

En cuestión de segundos la habitación estaba abarrotada con la presencia de su prima, el general y el alto Lord, quienes traía consigo una bandeja llena de alimentos.

Una corte de luz y sombras || Azriel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora