•Capitulo 15•

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CAPITULO 15

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CAPITULO 15. Ciudad de promesas eternas.

Mia.

Esa palabra había salido como un rugido del pecho de Azriel y Meira solo pudo abrir la boca para decir algo, pero que iba a decir.

Lo sabía.  ¿Por qué tardaste tanto? ¿Por qué ahora?

Pero no podía. Azriel estaba frente a ella, ¿en qué momento había cortado la distancia? y creó una capa con sus sombras para separarlos a ambos de los demás.

El la observaba con su rostro mortalmente calmado, una pausa en el cielo tranquilo antes de una tormenta. Pero tras esos ojos ella podía ver el remolino de emociones, y las podía sentir en su interior como si fueran de ella también.

Azriel tomó una bocada de aire, profundamente, sin dejar de verla. Era como si quisiera absorberla en un respiro, como si quisiera que su olor le confirmara lo que él ya sabía, lo que ella había sentido desde hace mucho tiempo y en lo cual no se atrevía a pensar detalladamente.

Mia. Mia. Mia.

El eco de sus pensamientos estaba matando el mortal silencio de la habitación, donde solo escuchaba las respiraciones de sus amigos tras la cortina de humo.

Fuera todos –demandó Azriel aun observándola.

—Hermano, debemos sentarnos a conversar como la especie civilizada que somos –comenzó a decir Rhysand pero Azriel solo sonrió. Una sonrisa que golpeó el estómago de Meira como un vendaval, cargada de fiereza y decidida como el infierno.

—Lo diré una última vez –advirtió y esta vez dio un paso más hacia Miera inclinándose para quedar a su altura-. Fuera todos.

—No seas impulsivo, muchacho –lo reprimió Amren con su voz como el hielo.
Pero Meira no los escuchaba, solo tenía ojos y oídos para los cien kilogramos de músculos sin diluir, Azriel, quien la observaba con la intensión de devorarla, venerarla y conservarla eternamente.

–Azriel... –comenzó a decir ella, pero esa sonrisa solo terminó de deslizarse hasta sus ojos y Meira tembló sin poder controlarse cuando las sombras la acariciaron suave, tan jodidamente suaves. Así que exigió-. Déjenos solos.

Escuchó una risa por lo bajo y luego una serie de pasos hasta que la puerta de la habitación se cerró con suavidad. El pestillo se pasó por si solo y una pequeña mueca de diversión surcó el rostro de Azriel antes de que acortara aún más la distancia haciendo que sus alientos se entremezclaran cuando habló.

—Ahora debes elegir –su voz baja y ronca-. Puedes venir conmigo o puedes quedarte. Si vienes conmigo, no volverás hoy a esta habitación –ella abrió la boca para contestar, pero él deslizó uno de sus dedos por su mentón haciéndola acercarse peligrosamente a sus labios-. Si decides quedarte... –dejó la respuesta en el aire. Ella ya había elegido y aun así pregunto:

Una corte de luz y sombras || Azriel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora