•Capitulo 13•

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CAPITULO 13

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CAPITULO 13. Ciudad de cicatrices y oscuridad.

La caída mortal en la que se encontraba no tenia inicio ni fin, pero caía y caía eternamente en un manto oscuro que no la dejaba escapar. A veces, Meira sentía su poder bullir en sus venas e intentar reclamar la oscuridad, pero las sombras que la acunaban luchaban de vuelta y evitaban que ella ardiera.

Sentía la piel, los huesos, el cerebro, los ojos... pero todo dolía como si estuviera ardiendo aun, como si el fuego que explotó en su interior no se fuera a apagar nunca.
Bien, ella quería sentir ese dolor, se lo merecía.

Se merecía seguir cayendo eternamente sin compañía, incluso si la soledad y la oscuridad la hacían olvidar todo, incluso quien era ella misma.

Por momentos, la oscuridad se alejaba solo lo justo para comprobar si su poder no volvía a intentar destruirla desde dentro, y al principio la luz surgía con mas fuerza... pero incluso en sueños, Meira sentía como el pozo en el que se encontraba almacenado su poder estaba mortalmente vacío y silencioso. La furia, la rabia y la tristeza condujo todo ese poder al exterior con tanta rapidez que casi termina matándose a si misma... si es que no estaba muerta ya y el caer era su castigo divino...

No podía estar muerta, por mas que lo deseara, porque cuando su poder se agotó y las sombras la liberaron al entender que ya no podría intentar destruirse a si misma, podía escuchar voces lejanas, a veces cercanas... pero siempre se escuchaban amortiguadas, como si ella estuviera metros y metros bajo el mar frio o solitario.

Solo había algo que escuchaba claramente, su nombre.

Meira. Le decían.

Ella conocía esa voz y al mismo tiempo le parecía novedosa... porque no lo escuchaba con sus oídos, el sonido venia de ese cordón que tiraba de ella desde el pecho, como si intentara impedir que siguiera cayendo...

Meira, Meira, Meira... tiraba el cordón.
Esa única compañía había impedido que se volviera loca en la negrura y la desolación, pero ella no había tirado de vuelta por el cordón, solo seguía aferrada a el con sus manos intentando que no se deslizara por sus dedos mientras caía, caía y caía.

Qué sentido tenía si detener esa caída significaba detener su castigo. Lo que había hecho... el Caldero y la gran Madre no podían dejarla vivir después de eso.

Meira -volvía a tirar el lazo con terquedad e insistencia-. Meira...

¿Por qué no la dejaba ir? ¿Qué sentido tenia todo?

Las sombras se despejaron y ella pudo ver por fin dentro de su propia mente, lo primero que pasó por su cabeza fueron unos ojos marrones, del mismo color de las Turmalinas que tanto le gustaban, casi llegando a ser dorados si se reflejaban contra su poder...

Esos ojos la miraban de vuelta con insistencia, temerarios, suplicantes... Meira... parecían decir. ¿Qué pasaría con esos ojos si ella no volvía? Lo resistiría, había resistido cosas peores, ella solo era una asesina, cobarde, egoísta.

Una corte de luz y sombras || Azriel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora