•Capitulo 9•

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CAPITULO 9

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CAPITULO 9. A un paso del control.

No podía describir en palabras la sensación de ser rodeada por esas sobras, tibias contra su piel, apartando el frio de la noche.
Parecía un abrazo, tan suave como lo había imaginado después de leer todas esas novelas a escondidas de sus padres.

Suave pero firme contra su cuerpo, como si esas sombras intentaran recoger todos los pedazos de sí misma que habían abandonado su cuerpo en los últimos años.

Podía oír la respiración de Azriel más claramente, como si las sombras hicieran que todos sus sentidos se maximizaran. Como si estuvieran solo a centímetros de distancia.

Sintió una mano sostener la suya y supo al instante de quien era. Tan extraño.
Ese sentimiento de que había sostenido esa mano antes, como si la conociera de toda la vida.

—No tengas miedo –la voz de Azriel se escuchó y se sintió en cada rincón de ella.
Miedo, eso la hizo sonreír. Había estado aterrada casi toda su vida, pero esas sombras eran lo mas parecido a la paz que había sentido.

—Intentaré no llorar muy fuerte –susurró ella ganándose una risa áspera. Le dio un apretón a la mano de Azriel preparándose para lo que vendría-. Muéstrame todo.

Sintió que se movía inestablemente, aunque sus pies permeancia firmemente plantados en el suelo. La mano de Azriel era lo único que evitaba que cayera abruptamente, dándole el equilibrio que había faltado en cada aspecto de su vida.

De un momento a otro, la niebla se esfumó y Meira dejó de sentir que había sido usada como el juguete de palizas de Favann. Le tomó segundos poder apartar la bruma de sus pensamientos y poder observar su alrededor, y lo que vio la dejo helada, siendo solo la firme mano de Azriel lo que le impedía correr.

Frente a ella un pequeño niño que había sido brutalmente golpeado, descansaba en la oscuridad de una habitación, donde no existía rastro de luz, ni una ventana, ni una puerta, solo la oscuridad.

El niño yacía en el suelo, casi tan sucio como el lugar, ese tipo de suciedad que requería meses y meses para adherirse de esa manera a un cuerpo.

Y su rostro, Meira tembló, ella entendía la clase de pesadillas que podían vivirse para ganarse esa mirada de dolor. Ella lo había vivido, y solo pensar en que un niño tan pequeño, tan débil, tuviera el rostro apagado y vacío.

Un vacío que ella conocía, lo había visto, lo había detallado las últimas noches en su habitación. Y luego estaban las manos llenas de heridas sangrantes. El niño la observaba sin verla realmente, absorto en la oscuridad que lo rodeaba.

Un recuerdo. Eso era.

Un recuerdo de Azriel.

Ella giró para enfrentar el mismo rostro, marcado por los años y otras tragedias. Azriel la observaba en silencio y con esa expresión, como si esperara que ella soltara su mano y saliera corriendo. Meira quería salir corriendo, era cierto, pero quería llevarse a ese niño con ella, quería llevarse a Azriel con ella y ayudarlo a escapar de todo lo malo y lo peor que vendría en su vida.

Una corte de luz y sombras || Azriel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora