Capítulo III

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– Permiso – murmuró Kyungsoo lo suficientemente audible mientras empujaba la inmensa puerta del despacho de Kim Namjoon para poder entrar.

– Hola, hijo. Acércate, queríamos hablar contigo – saludó cariñosamente el señor, señalando el sillón vacío frente a su escritorio.

Kyungsoo trató de no sentirse intimidado de lo grande que era el lugar y caminó en línea recta hasta sentarse en su asiento, luchando por no prestar atención al hombre que estaba sentado a su izquierda.

– ¿Pensaste acerca de lo que hablamos anoche? – preguntó el señor Kim, reclinándose un poco en su silla mientras le analizaba fijamente.

Kyungsoo se removió un poco en su propio sillón, sintiéndose algo incómodo bajo el escrutinio de Kim, además de avergonzado al pensar que había estado gran parte de la noche en los brazos del hijo de aquel hombre, siendo consolado por el mismo a pesar de que JongIn ni siquiera parecía prestarle atención desde la mañana.

Frunciendo un poco los labios, Kyungsoo negó: – No creo que haya nada que pensar, señor... No he cambiado de opinión sobre lo que le dije ayer – esta vez su mirada se volvió vacía y oscura mientras decía: – Voy a vengarme de todos ellos... Caerán de uno en uno, y no voy a detenerme hasta que se haga justicia por todas aquellas personas que murieron injustamente – especialmente mis padres. Pensó para sí mismo.

La noche anterior había sido llevadera en parte gracias a JongIn, pero su corazón seguía doliendo de tristeza, su piel ardiendo de rabia y odio al pensar que sus padres habían sido asesinados cruelmente por unos malditos enfermos.

¿Era que existía demasiada maldad en el mundo o tan sólo era su mala suerte de que sus padres se cruzaran con las personas equivocadas? Ahora que lo pensaba, había leído una vez sobre crímenes y delitos; era difícil recordar cuáles eran las probabilidades de ser asesinado en tu propia casa, pero estaba seguro de que no le sucedía a muchas personas. ¿Entonces por qué a él? ¿Por qué a su familia?

De pronto un pensamiento invasivo se estableció en su cabeza haciéndole recordar que ahora estaba completamente solo. Kyungsoo siempre había temido a la soledad, a despertar un día y hallarse a sí mismo sin su familia, justamente como estaba sucediendo ahora. Aún se encontraba procesando la pérdida de sus padres, pero mientras más lo pensaba, más agobiado por el miedo se sentía.

Kyungsoo notó su pulso acelerarse a un ritmo vertiginoso mientras su visión se nublaba a pesar de que sus ojos estaban bien abiertos mirando a algún punto en el escritorio de Kim. Le tomó unos instantes darse cuenta de que apenas podía respirar correctamente.

– ¿Kyungsoo? – escuchó una voz lejana llamar su nombre, pero no conseguía prestar atención. Se sentía mareado y su estómago estaba revuelto por las náuseas. – ¿Kyungsoo? – joder, él iba a vomitar.

Un toque en su mano izquierda le hizo recuperar vagamente sus sentidos y lo único que pudo hacer fue aferrarse a esa mano, esperando que el propio entumecimiento de su propia mano pasara si se sostenía con fuerza.

La mano contraria le devolvió el apretón, cálido y fuerte. Kyungsoo respiró profundamente, cerrando sus ojos, buscando calmarse hasta que sintió los temblores disminuir gradualmente.

– ¿Kyungsoo? – repitió la voz, haciéndole abrir sus ojos abruptamente y enfocarlos en la persona que le llamaba. El señor Kim le miraba algo asustado, Kyungsoo se preguntaba si su rostro estaba tan pálido como se sentía.

– ¿Estás mejor? – esta vez la voz venía de su lado izquierdo. Kyungsoo giró la cabeza encontrando la expresión de JongIn quien parecía preocupado a pesar de que su rostro permanecía firme y serio como siempre. Él asintió, sintiéndose aún algo desorientado por la situación.

The target's guardian - Kaisoo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora