Capítulo VIII

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Los siguientes días transcurrieron aparentemente tranquilos, o al menos eso era lo que Kyungsoo quería aparentar. JongIn lo había estado observando cuidadosamente desde su última misión y había notado las secuelas que esta le había dejado a pesar de la fachada de calma que Kyungsoo mostraba delante de los demás miembros de la mansión.

Para JongIn no pasaron desapercibidas las muecas de dolor que cruzaban el rostro de Kyungsoo mientras se sentaba a desayunar cada mañana. Estas expresiones fugaces desaparecían en cuestión de segundos, siendo ocultadas tras la tímida sonrisa habitual de Kyungsoo. Pero después de años de observarlo, JongIn lo conocía mejor que a sí mismo.

La cosa iba más allá de solo dolores físicos. JongIn también era consciente de la batalla interna que el bajito parecía librar a lo largo del día. A veces lo encontraba en el patio trasero de la casa, con la mirada perdida en la variedad de flores que lo decoraban, aunque realmente no pareciera estar admirándolas. La tensión en su cuerpo hablaba por sí sola.

Otras veces lo veía en la sala de estar, tomando té y leyendo un libro, aunque pasara más de media hora en la misma página.

JongIn había querido hablar con Kyungsoo, pero por la forma en que el bajito se comportaba, no estaba seguro de si Kyungsoo quería que sacara el tema a relucir. Por lo tanto, se había mantenido en silencio, limitándose a observarlo.

Pero esa era la parte complicada. Había algo en su estómago que se retorcía incómodamente cada vez que veía a Kyungsoo perdido en sus pensamientos, y eso le irritaba. Odiaba esa necesidad primitiva de querer ocultar a Kyungsoo en sus brazos y protegerlo del mundo para que nadie más pudiera hacerle daño.

¿Qué demonios?

JongIn se levantó de golpe, provocando que rostros confundidos se giraran hacia él haciéndole consciente de que estaba en medio de una reunión de negocios en el despacho de su padre.

– Necesito aire fresco – murmuró su excusa patética, en un tono seco que reflejaba su enojo consigo mismo por no poder concentrarse siquiera en sus deberes. Su padre asintió mecánicamente y continuó las negociaciones con los socios de la compañía, mientras JongIn daba media vuelta para salir de la habitación.

Cuando la inmensa puerta de madera se cerró tras él, JongIn se apoyó contra ella, suspirando y pasando una mano por su rostro en un inútil intento de aclarar sus ideas, fracasando miserablemente.

Quizás beber un vaso de agua ayudaría a deshacer el nudo retorcido en su estómago que lo hacía comportarse como un hombre poseído en lugar del heredero de las empresas Kim.

Con pasos apresurados, caminó hacia la cocina, decidido a refrescar su mente y olvidarse del tema que afectaba su juicio, a.k.a. Do Kyungsoo. Sin embargo, todas sus esperanzas de despejar sus pensamientos se desvanecieron en cuestión de segundos, cuando vio justamente a Do Kyungsoo parado en medio de la cocina, aparentemente cocinando algo.

¿Por qué su vida era así?

Se preguntó internamente, su rostro de piedra para evitar mostrar cuán inquieto se sentía en realidad. Esa sensación en su estómago estaba afectándolo nuevamente.

Kyungsoo se volteó como si lo hubiera sentido, la arruga de concentración en su entrecejo desapareció cuando una expresión de sorpresa llenó el rostro del bajito. Diversas emociones parpadearon en un instante antes de que Kyungsoo se volteara nuevamente para seguir con su tarea, claramente ignorándolo, como si JongIn no estuviera ahí.

Seriamente... ¿en serio?

Aclarándose la garganta, JongIn caminó hasta la nevera, sacó la jarra de agua y la dejó en la encimera mientras buscaba un vaso en el que servirse. Se preguntaba internamente si los vasos siempre habían estado en aquella área tan cerca de donde se encontraba Kyungsoo ahora. Miró hacia otro lado, frunciendo el ceño.

The target's guardian - Kaisoo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora