3096 días [Lucemond]

Capitulo 11:¿Es mi castigo?

Dia;2967
Alicent se encontraba sumida en un mar de emociones contradictorias. Por un lado, el dolor de la pérdida de su esposo Viserys aún se hacía presente en su corazón, pero tenía claro que no podía dejar que eso la consumiera. Su mente estaba enfocada en asegurarse de mantener su nivel de vida lujoso y su estatus social, para lo cual tenía que luchar por su parte en la herencia familiar.

La muerte de Viserys trajo consigo el fin de la cuenta bancaria que Alicent tanto valoraba. Rhaenyra, hija legítima de Viserys, tomó medidas para reducir el acceso de la Hightower a los fondos familiares, dejándola con una fortuna notablemente más pequeña. Esto fue un golpe duro para Alicent, ya que el dinero era su verdadero amor, su única fuente de seguridad y poder.

Para mantener su estilo de vida opulento en secreto de Rhaenyra, Alicent se vio obligada a buscar refugio en los hombres adinerados que estaban dispuestos a brindarle apoyo económico. Aunque esta situación le proporcionaba cierta protección financiera, también generaba un sentimiento de dependencia y vulnerabilidad. Si bien Alicent había sido una mujer influyente y respetada en la corte, ahora dependía de la generosidad y el apoyo de otros para mantener su estatus.

Sin embargo, incluso en medio de su desesperado intento de asegurar su posición, había espacio para la tristeza en la vida de Alicent. Su amado hijo Aemond había tomado la decisión de alejarse de ella y reclamar la casa que le había sido legada por Viserys. Alicent sabía que Aemond había tomado esta drástica medida para estar con Lucerys, un bastardo al que detestaba profundamente. El hecho de que Aemond hubiera elegido a ese bastardo por encima de todo lo demás la llenaba de amargura y decepción.

Cansada, Alicent arrojó sus zapatos al suelo y se recostó en la cama, lista para dormir después de una larga fiesta que pasó junto con su nuevo amante. Estaba lista para dormir hasta que escuchó los ruidos que provenían de abajo, seguramente era Daeron que se estaba preparando para irse.

Fastidiada, Alicent bajó las escaleras a pasos fuertes para alertar a su hijo. Daeron ni siquiera se inmutó al ver a su madre tan molesta. Con el paso del tiempo, Daeron se había distanciado de su madre desde la muerte de su padre.

¡Daeron! ¿Por qué haces tanto ruido? -exclamó entre gritos la madre, agarrando el brazo de su hijo para captar su atención.

"Tengo que desayunar. ¿Será que tú me harás el desayuno?" preguntó con tono burlón, casi a punto de reírse si no fuera por el golpe que recibió en la mejilla de su madre.

"¡Solo vete de una vez y no aparezcas en todo el maldito día!" gritó Alicent con veneno en sus palabras. No mentiría si dijera que su corazón se encogió al ver la tristeza en los ojos de Daeron. Pero los alfas no lloraban, y Daeron contuvo sus lágrimas como todo un hombre y se marchó.

Finalmente, Alicent fue a su habitación y pudo conciliar un buen sueño. A pesar de que durmió con culpa por haber regañado de esa forma tan horrible a su hijo.

A la mañana siguiente, Alicent se despertó con un nudo en el estómago. La imagen de los ojos tristes de Daeron seguía atormentándola. Sabía que había cruzado una línea y había herido profundamente a su hijo. Se sintió culpable y arrepentida por su comportamiento.

Decidida a enmendar las cosas, Alicent se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina. Mientras preparaba el desayuno, pensaba en cómo ponerse en contacto con Daeron y pedirle disculpas. Sabía que no podía simplemente borrar lo sucedido, pero estaba dispuesta a hacer todo lo posible para demostrarle a su hijo que lo amaba y se preocupaba por él.

Después de terminar de cocinar, Alicent se sentó a la mesa y esperó ansiosamente a que Daeron regresara a casa. Sabía que necesitaba tiempo para calmarse y tal vez procesar lo sucedido, pero estaba decidida a hablar con él y disculparse sinceramente.