Epílogo

2.2K 200 67
                                    

"Condeno a Aemond Targaryen a cadena perpetua", una sentencia que parecía llevar consigo el peso de incontables injusticias. Aemond, con la mirada baja y el rostro golpeado por los moretones de un castigo los prisioneros, era escoltado fuera del tribunal. Lucerys no podía evitar sentir alivio y pena al ver a aquel hombre, que una vez fue parte de su vida, ser llevado hacia su destino inevitable.

La imagen de su madre, sonriendo con una alegría que no había visto en años, lo abrazaba fuertemente, como si intentara asegurarse de que él estaba realmente allí, libre y a salvo. Jacaerys, con lágrimas en los ojos, le aseguraba que todo había terminado.

Pero no todos habían recibido su merecido. Alicent Hightower, cuya mente había sido quebrada por los horrores de su pasado, no había sido castigada como debía. Las pruebas psicológicas revelaron una psique fracturada por traumas antiguos: el hallazgo de su madre sin vida, los años de encierro en una escuela católica, y un matrimonio forzado con Viserys Targaryen. De esa unión nació Aemond, el monstruo que ahora enfrentaba la justicia.

Y luego estaba Aegon. Cómplice a regañadientes del secuestro de Lucerys, dividido entre el miedo y la culpa. Aegon había curado sus heridas y intentando en vano compensar los actos de Aemond. La culpa lo consumía, tanto que al final eligió el silencio eterno, dejando tras de sí una carta que revelaba la verdad que había guardado durante tanto tiempo.

Pero no todo sería feliz en la vida de Lucerys Velaryon...

Cuando Lucerys regreso a casa, se sintió tan extraño y distante. Su madre había tenido un hijo llamado Joffrey, un niño pequeño y adorable, pero Lucerys no podía empatizar con él. Al mismo tiempo, Lucerys intentaba ayudar a Rhaegar a acostumbrarse a esa nueva vida, ya que a partir de entonces vivirían allí con Rhaenyra, Jacaerys y Joffrey. También estaba Harwin, quien se encargaba de acompañar y ser el guardaespaldas de Lucerys en sus consultas con el psicólogo, ya que la prensa lo perseguía a donde quiera que fuera. Era una noticia asombrosa: Lucerys, el joven que fue secuestrado a los diez años por su propio tío y que tuvo un hijo con él.

Además, existía un pequeño distanciamiento entre su madre y Rhaegar, ya que ella era indiferente hacia él. Lucerys intentaba comprenderla, al final, Rhaegar era hijo del secuestrador de Lucerys y hermano de ella. Uno que ella creyó bueno. Había que aceptar que Rhaegar era producto de un incesto.

Lucerys bajó las escaleras, su cabello despeinado contrastaba con la elegancia de la sala. Allí estaba su madre, con su cabello rubio corto y perfectamente arreglado, sus labios pintados de un rojo intenso y sus ojos azules que miraban a Rhegar de una forma que incomodaba a Lucerys.

Rhegar rasgaba el papel de los regalos que le habían enviado, con Jacaerys ayudándolo a abrirlos. "¡Mira, Tío Jacaerys, es un avión!" exclamó Rhegar, corriendo por la sala con el juguete en mano y acercándose a Rhaenyra. "Abuela, es un avión muy lindo", dijo a Rhaenyra.

"No me llames Abuela".

La indiferencia de su madre hacia Rhegar era un muro invisible que dividía la familia, y él se encontraba justo en medio, luchando por encontrar su lugar en ese nuevo capítulo de sus vidas.

"Buenos días", dijo Lucerys con voz suave, interrumpiendo la tensión del momento.

La expresión de su madre se suavizó al instante, y con una sonrisa más cálida le preguntó: "¿Quieres desayunar?" Lucerys asintió, aún procesando el cambio de actitud. Rhegar

se acercó para abrazar a Lucerys.

Jacaerys parecía incómodo. Se acercó discretamente y susurró a Lucerys, "¿Lo escuchaste?" en referencia al comentario de Rhaenyra. Lucerys solo pudo asintió.

3096 días [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora