Capitulo 13: confusión y tristeza

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confusión y tristeza
Dia: 3000
Lucerys, buscaba refugio en el mundo de sus fantasías. Cada noche, mientras se encontraba en los brazos de Aemond, soportando su peso sobre él, Lucerys cerraba los ojos y se transportaba a lugares lejanos y seguros, donde no había rastro de Aemond y la vida era libre de temor.

En su mente, se veía a sí mismo viajando en un auto descapotable, sintiendo el cálido viento acariciar su cabello mientras recorría caminos interminables. Imaginaba que navegaba en el majestuoso bote de su abuelo Corlys, junto a su pequeño Rhaegar, riendo y disfrutando de la serenidad del mar. También se imaginaba solo en una gran casa, rodeado de estanterías abarrotadas de libros, sumergiéndose en historias y conocimiento, alejado del cautiverio al que estaba sometido.

En todas sus fantasías, Lucerys siempre se encontraba lejos de Aemond o completamente solo. Era en esos momentos de evasión mental que podía respirar y sentir una breve sensación de libertad.

Sin embargo, la realidad siempre volvía a golpearlo. En una ocasión en particular, Aemond, con su mirada penetrante y una sonrisa siniestra, le amenazó con haber colocado bombas en cada rincón de la casa. Le recordó a Lucerys que, en caso de intentar escapar, todo explotaría en mil pedazos. Aemond conocía la inocencia que Lucerys....

Lucerys estaba sentado en la cama, con la mirada perdida en la pantalla de la televisión. Sus ojos estaban enrojecidos y una lágrima solitaria resbalaba por su mejilla. En ese momento, estaba pasando un programa infantil donde un carismático presentador entrevistaba a un niño de ojos azules y rubio hermoso. El niño se veía tan inocente y lleno de vida que Lucerys no podía evitar verse a sí mismo en él y preguntarse cómo habría sido su vida si no hubiera sido secuestrado por el psicópata de Aemond.

De repente, la puerta se abrió y Aemond entró en la habitación, secándose el cabello con una toalla. Lucerys lo observaba a través del espejo que estaba en la pared, sin poder evitar sentir cierta incomodidad ante su presencia.

"¿Qué basura estás viendo?", preguntó Aemond de manera despectiva, echando un vistazo al televisor y sonriendo al ver al niño en pantalla.

"Es el programa favorito de Rhaegar", respondió Lucerys, apartándose un poco para darle espacio a Aemond, aunque en realidad no deseaba que se sentara a su lado en la cama. Aemond no pudo evitar mirar el televisor con nostalgia, recordando los tiempos en que Lucerys era un pequeño niño asustado que le temía a la oscuridad y dependía de él.

"Aemond, basta", dijo Lucerys mientras intentaba empujar la mano de Aemond, pero sus esfuerzos eran inútiles. Un omega siempre sería más fuerte que un alfa.

Aemond sonrió, disfrutando de la desesperación de Lucerys, y acarició su rostro ligeramente. "¿Sabes algo? Nunca serás libre, y aunque imagines mil formas de escapar, nunca podrás hacerlo. Ambos estábamos destinados a estar juntos", dijo Aemond, apretando cada vez más el rostro de Lucerys, quien intentaba no llorar, pero sus esfuerzos eran inútiles y las lágrimas rodaron por sus mejillas.

El dolor se intensificaba con cada palabra y cada presión de Aemond. Lucerys sentía su respiración entrecortada, su pulso acelerado y una sensación de impotencia que lo consumía por dentro. Lucerys levantó la mirada hacia Aemond y sus ojos se encontraron. En ese instante, la expresión de Aemond cambió ligeramente. Lucerys vio un brillo siniestro en sus ojos, un brillo que le recordaba a un depredador acechando a su presa.

"Este niño me recuerda a ti", murmuró Aemond con voz fría y calculadora. "Inocente, vulnerable y tan fácilmente manipulable. Eres débil, Lucerys, y siempre lo serás. Yo soy tu dueño, tu amo, y no hay escapatoria para ti".

Aemond  arrojó a Lucerys sobre la cama, desviando su mirada hacia el techo con una expresión de disgusto. Aemond, una vez más, agarró su rostro y lo besó de manera agresiva, casi desesperado por sentir el contacto de Lucerys. En comparación con Aemond, Lucerys se sentía desolado por cómo todo se había torcido de esta manera.

3096 días [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora