19. EL PRINCIPIO DEL FIN

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Y EL ÚNICO INCOVENIENTE DEL SER humano, es dejarse guiar por sus sentimientos.

Negar que sus sentimientos se apoderaban de su sistema, era como tapar el sol con un dedo. El sueño se había disipado, dejando una extraña presión en su pecho, que poco a poco se expandía como una enfermedad terminal.
Intentar reprimir el llanto y gritos, se había convertido en una gigantesca tortura.  Calmarlo, había dejado de funcionar. El dolor se mantenía vivo y latente, aprovechando cada oportunidad para arrasar con su propio sistema.

Tal vez hacía un excelente trabajo fingiendo,  o tal vez, Chris y Dalton eran lo único que la mantenía de pie.
Todo se sentía tan distante y ajeno, como si aquella revelación, solo hubiera afectado a su memoria.

Y tan pronto, al recordar las crudas palabras de su padre y Carl, solo le permitieron hundirse más en la tristeza.
La soledad se había convertido en su mejor compañía pero en esos últimos días, detestaba sentirse sola.

Abby había decido pasar la noche con la que Margaret suponía era su novia. Aunque esta no deseaba, no podía evitar ser egoísta, sobretodo cuando la misma castaña, en algunas ocasiones, la había dejado sola.

— Lo siento... — murmuró en un susurro. Dejando escapar un gemido doloso.
Sintiendo las lágrimas esparcirse alrededor de su mejilla — Lamento no haber sido una buena hija — confesó — Lamento haberte hecho a un lado y lastimarte con mi indiferencia. Debí hacer más por tí. Y no sé por qué, me atormenta la idea de que tu muerte haya sido mi culpa. Por más que yo quiera, no puedo evitar sentirme culpable. Sentir cómo el dolor arde en mi pecho y no puedo encontrar forma de que pare
— pausó — Y, sé, que esto es estúpido — rió nerviosamente — pero, Carl dijo que estarías aquí, conmigo — sentía la falta de aire — ¿podrías? — aquello último, se sintió como un gemido ahogado.

Una sonrisa apareció en su rostro, al notar cómo la luz, sutilmente, parpadeante.

—  ¿Eres tú, mamá? — preguntó con esperanza. Los segundos pasaban y no hallaba respuesta alguna. Sintiéndose torpe al pensar que aquello era verdad.
Esta se limpió las lágrimas, negando con la cabeza, antes de levantarse y apagar la luz.

De regreso a su cama, Margaret pudo notar, a través de las rendijas, diversas sombras, moviéndose de un lado a otro, escuchando los sonidos de estos, así como murmullos.
Resultándole extraño ante la hora en el despertador, aún era lo suficientemente temprano para que uno que otro estudiante se pasareara por los pasillos pero tarde, si desean despertar a primera hora para sus clases.

Los pasos y murmullos se detuvieron abruptamente, lo cual agradeció la chica. Sin embargo, no pudo dejar pasar desapercibido la sombra ante la entrada de la puerta, estática en el medio.
Margaret frunció el ceño, a la espera de que alguien detrás llamara a su puerta pero no recibía algún indicio de aquello.
La castaña se bajó de la cama, rozando su cuerpo contra el piso para averiguar el origen de aquella sombra.
Justo a centímetros de su objetivo, las luces comenzaron a parpadear intensa y repetidamente, logrando que la chica se asustara ante la brutalidad del acontecimiento.
Con avidez, se levantó del piso, con inteción de detener la luz parpadeante, hasta que recordó que el interruptor se encontraba apagado y estas dejaron de emitir aquel brillo.

MIDNIGHT CLUB ━ DALTON LAMBERTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora