Capítulo 17 Encima

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Capítulo 17 Encima

Me puse de pie de inmediato y comencé a caminar de manera disimulada por el patio hasta mi casa. Vi la podadora de grama y me aprestaba a echarla a andar para complementar mi teatro cuando vi a Martha que venia caminando hacia mí. —Me jodí —, dejé escapar en un susurro.

—Buenas tardes, Antonio—, me saludó la vecina con una tenue sonrisa en su rostro.

—Buenas Tardes Martha. ¿Se te ofrece algo?

—No... Bueno, si... En realidad no se. Es que llegué a mi casa y he descubierto algo que me ha desconcertado.

Oh, oh... Creí que si, estaba bien jodido.

—¿Pero que te ha pasado?—, pregunté sobreactuando, tratando de esconder un gran sentimiento de culpabilidad.

-Es que salí de mi casa a resolver unos asuntos y totalmente distraída, dejé la puerta abierta... ¿Puedes creerlo?

—Noooooh.

—Si... Bueno, es que ando así últimamente... Bueno...

—¿Y crees que alguien entró a tu casa... o no?—, le pregunté con el Jesús en la boca.

—Ah, no... Eso nunca pasaría en mi casa. La gente de este pueblo me teme demasiado como para acercarse... Bueno ya eso tu lo sabes. Lo que pasa es que en mi balcón, el cartero ha dejado unas cajas de madera... Por casualidad, ¿lo viste dejarlas allí?

—Aaaaah, oh, era eso... Si, yo recibí las cajas... pe-pero, no me di cuenta que la puerta estaba abierta.

—No, no te preocupes, está bien. Me he dado cuenta que eres un hombre honesto. Gracias por recibir la entrega. Ya estaba a punto de llamar a UPS para querellarme por su irresponsabilidad. Esas cajas contienen cosas muy valiosas para mi.

—Ah pues claro, si eres una pi- digo, una persona que no compraría algo si no fuera importante—. ¡Ah! Yo y mi gran boca. Eso estuvo cerca. Por poco le aviento en la cara que había descubierto que era una pintora... Una muy famosa... Una a la que siempre había admirado y que encima estaba haciendo un retrato mío, el cual había descubierto luego de entrar a su casa a hurtadillas.

Martha me miró en silencio por unos segundos para luego regalarme una sonrisa. Esa sonrisa que yo adoraba tanto.

—Si, en fin... ¿Cuántas cajas le fueron entregadas?—, me preguntó.

—Cinco... Eran cinco cajas.

—Si, ese era el pedido. Bueno, yo me retiro, tengo que guardar las cajas. Le agradezco mucho el que las haya recibido. De no ser así, el cartero se las hubiese llevado y no me las hubiese traído hasta armarse de valor nuevamente. Disculpe la molestia y que tengas un lindo día, Antonio—, Martha se despidió y se dio la vuelta.

La veía alejarse y luego reaccioné dándome cuenta de lo estúpido que era. Lo menos que podía hacer era ofrecerle mi ayuda. —¡Martha, espera!

Ella de inmediato se volteó a mirarme, —Si, Antonio?—, la mujer me contestó con su melodiosa voz, que mas melodiosa sonaba sonaba cuando pronunciaba mi nombre.

—Te puedo ayudar con las pesadas cajas, si quieres—, le dije a Martha y caminé hacia ella.

La mujer me miraba fijamente con sus hermosos ojos azules, mientras parecía pensar en mi propuesta.

Luego de unos segundos de deliberación intenta, me contestó, —Si, claro, gracias.

Mientras caminaba a su lado podía oler su perfume... Tenía que estar compuesto de feromonas por que me traía loco y sin idea.

Martha abrió la puerta de su casa y conversaba conmigo de la manera más casual. Me describía con emoción el interior de su casa (como si yo no lo hubiera visto); los cuadros, el gran piano... Yo le ayudaba a cargar las cajas y las coloqué donde ella me pidió. Martha venia detrás de mi y puso la ultima en el piso. Yo no la vi y tropecé con ella cayendo malamente al suelo y llevándome enredada a Martha conmigo.

Ambos caímos y yo encima de Martha. Ella cerraba y abría los ojos a la vez que se sobaba la cabeza. Yo estaba literalmente sobre su cuerpo y en verdad no me quería mover. La hermosa mujer me miró y yo quedé embelesado, petrificado, estando tan cerca de ella. Podía sentir como la temperatura se elevaba en nuestros cuerpos y el vaivén de su pecho acelerado al respirar. Nuestras miradas se encontraban unidas en una, y a mi me parecía que poder leer sus pensamientos. Yo podría jurar que la palabra excitación tenía el mismo significado para ambos en esos momentos.

Yo resolví no moverme de allí a menos de que ella me lo pidiese. Estaba disfrutando demasiado lo que pasaba entre nosotros y mi cuerpo se relajaba aun mas sobre el de Martha. Sentía una sutil aceptación y sumisión ante la intima posición en la que nos hallábamos.

Martha medio abría su boca, dejando escapar un gemido delicioso a mis oídos. Luego se mordió el labio inferior... ¡Oh Dios! ¿Pero por qué hacía eso? Bueno, esa era la señal que necesitaba.

Mi rostro se inclinaba mas a ella, acercándome más y más, percibiendo ahora el delicado olor a menta de su aliento que se sentía cada vez más tibio. Sus labios, suaves y rosados me extendían una invitación que yo no iba a rechazar.

***¿Se besarán? ¿Que ustedes creen?

Martha (versión en español) 1er lugar Humor #ECAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora