Capítulo 19 Dormir en casa ajena

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Capítulo 19 Dormir en casa ajena



—¡No puedo creer que te hayas tomado la libertad de decir que eras mi prometido!— Martha me dijo en un tono no muy amigable.

Mientras yo trataba de concentrarme en la carretera, mi vecina se las ingeniaba para matarme a carcajadas con sus cosas. Era un momento bien gracioso pues ella estaba que echaba humo sacándome en cara que yo me hubiese atrevido a tanto, según ella.

—En verdad que no entiendo por qué te causa tanta conmoción. Ya te expliqué que era la única manera de poder llevarte a emergencias y permanecer junto a ti. ¿O preferías que dijera que era tu esposo?

—¡Pero por supuesto que no Sr. Grau!

—Ahora soy el Sr. Grau otra vez... Fantástico. ¿Yo pensé que estábamos comprometidos?— Traté de molestarla un poco. Quería tantear que tan paciente era mi vecina.

—¿Se cree muy gracioso? Pues permítame decirle que no lo es.


Ya estábamos frente a la casa de Martha. Ella de inmediato buscó bajarse del jeep, pero en el momento que puso un pie en el suelo se sintió mareada nuevamente. Pude ver como se agarró de la puerta del auto con una mano y colocó la otra sobre su frente. Rápidamente di la vuelta y paré frente a ella y la sostuve por la cintura. Por un segundo me volví a perder en su mirada... Hasta que cerró sus ojos y caí en tiempo. Martha aun estaba algo débil y yo estaba allí con mis manos en su cintura, a unos pocos centímetros de su rostro. Tan cerca que podía oler su perfume y sentir su aliento tibio. Oh Dios ese perfume tenía feromonas... Podría jurarlo.

-Por favor, déjame ayudarte Martha... Tienes que dejar de ser tan gruñona conmigo—, le sonreí—. Vamos adentro, está oscureciendo.

Una vez pasamos la cerca de su casa me dijo, -Me parece que este nos hemos pasado mi casa Antonio.

—Se siente bien volver a ser Antonio nuevamente... En serio ahora, Martha, no te voy a dejar sola en tu casa esta noche. No estas bien del todo y debes descansar. Así que no se diga mas. Vas a quedarte esta noche en mi casa.

Martha protestó un poco al principio, pero yo tengo mis mañas para lograr convencer una mujer.

Ya una vez adentro, Martha se retiró a darse un baño mientras yo arreglaba la cama en mi cuarto para que mi hermosa vecina durmiera. Coloqué sabanas limpias y justo al terminar Martha ya estaba en mi cuarto, junto a la puerta. Me enderecé rápidamente para recibirla en mi habitación. ¡Woa! Sólo llevaba puesta una camiseta mía que se impregnaba tan bien a su aun húmeda y curvilínea figura y ciertas partes en mi reaccionaron más rápido ante la maravillosa y etérea imagen frente a mi que mi cerebro. Su cabello dorado, dejaba rastros de agua que hacían que la fina tela de la camisa se adhirieran a su piel desde los hombros hasta sus pechos. Quedaba tanto de Martha al descubierto: sus piernas largas y torneadas eran mucho mas de lo que yo soñaba ver de ella.

 Quedaba tanto de Martha al descubierto: sus piernas largas y torneadas eran mucho mas de lo que yo soñaba ver de ella

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Yo estaba a punto de un infarto. Mi corazón latía tan a prisa que podría jurar que Martha podría escucharlo golpear contra la pared de mi pecho con fuerza. Y esta mujer sabía exactamente lo que estaba provocando en mi y como parecía disfrutarlo. La muy traviesa me sonreía de manera coqueta.

—¿Qué estás haciendo Antonio?— Martha me preguntó e interrumpió mi lujuriosa línea de pensamientos.

Al hablarme con esa voz melodiosa me hizo caminar hacia ella como un marinero embelesado con el canto de una sirena.

—Yo... Eh... Estaba preparando tu cama, para que duermas aquí. Así estarás más cómoda y podrás descansar. Yo dormiré en la habitación de huéspedes que está junto a esta—, le contesté.

—Oh, bueno, no tienes por que molestarte... Mira, Antonio, quiero disculparme por mi comportamiento hace un rato. Actué de manera inmadura e imprudente. Entiendo que todo lo hiciste por ayudarme y te lo agradezco. Nadie hubiera hecho esto por mi—. Martha se acercó aun mas hacia mi y colocó su mano sobre mi pecho.

Definitivamente esta mujer me quería volver loco. —¿Quién tiene hambre? Yo tengo hambre. Ven, Martha. Cocinaré para ambos—. luego de decirle, la hale del brazo y corriendo la saqué del cuarto. No podía quedarme ni un minuto más en en mi recamara o Martha pagaría las consecuencias...

En la cocina, Martha estaba sentada al otro lado de la isla mirándome cocinar para ella. Conversamos por un rato y me alegraba verla un poco mas repuesta. Ya su rostro había adquirido algo de color rosado en sus mejillas como de costumbre.

Por momentos solo nos reíamos luciendo como un par de adolescentes... enamorados.

—Mmm... Eso huele delicioso. Jamás me imaginé que cocinaras. No puedo esperar a probar eso—, una Martha sonriente me aventaba miradas curiosas a lo que yo preparaba en la estufa.

Serví el fettuccine con camarones, uno de mis favoritos. —Lo siento, no hay vino para acompañar. Aun tienes que tomarte tus medicinas—, bromeé.

Luego de cenar, Martha me ayudo a limpiar la cocina. Nos sentamos en la sala a ver televisión y pasados unos minutos, bajo el efecto de los anti-inflamatorios, ella se quedó dormida en mis brazos. Yo la contemplaba con terneza. Parecía un ángel tan tranquila y plácidamente dormida con su rostro sobre mi pecho.

Levante a Martha en brazos y la llevé hasta mi alcoba donde la recosté en mi cama.

—Espera—, dijo abriendo un poco los ojos—. No te vayas. Quédate conmigo esta noche Antonio.

Martha (versión en español) 1er lugar Humor #ECAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora