Capítulo 18 Chichón

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Capítulo 18 Chichón

Marta cerraba sus ojos. Era obvio que estaba sumergida en el mismo trance romántico en el cual yo me encontraba. Pero no, no podía hacerlo. Era inapropiado. Yo deseaba devorar sus labios en ese instante y luego toda a ella entera. Mas un repentino instinto puritano se apoderaba de mi (debía haber sido el espíritu chocarrero de alguna vieja amargada y conservadora que habitaba la casa) y me obligaba separarme de ella.

De pie observé a la hermosa mujer que aun permanecía en el suelo. Parecía un ángel, pero no de los que son poderosos, mas bien un ángel tierno, delicado e indefenso.

Marcha tardó unos instantes en descubrir que yo ya no estaba encima de ella abrió sus ojos extrañada, buscándome! Como si hubiese despertado de algún sueño. Luego se puso de pie y se paró frente a mi, en silencio.

—Martha.

—Antonio.

Si... Los dos hablamos al mismo tiempo y no se precisar si era mas extraño el silencio o que decidiéramos hablar a la vez.

Ambos nos reímos por la casualidad. Ella sonrojó y bajó su cabeza.

—Yo primero—, dije. Martha levantó su cabeza y aguardó a que yo hablara-. Martha, mira, primero que nada me quiero disculpar por... Bueno, tropezar contigo y por caer sobre ti.

—No fue nada Antonio. No te preocupes, fue un accidente. Yo tuve la culpa por colocar esa caja en el medio. Pudo haber terminado peor. Me refiero a que pudiste salir lastimado... —Martha dejó de hablar y comenzó a tocarse la cabeza—. Ah—, se quejó de dolor y su rostro cambió, palideciendo un poco.

Yo, tan estúpido, pasé por alto el que yo había caído sobre ella y ella fue quien dio contra el suelo con su cabeza primero. Y tú qué pensaste que jadeaba de lujuria y deseo por tí. Ella estaba herida... No cerró sus ojos en espera de un beso. ¡Estaba herida!

—Martha, por favor, déja que te revise.

Suavemente removí sus manos de sobre su cabeza y palpé el área con las mías.

—¡Ouch!—, se quejó moviéndose hacia atrás.

—Lo siento Martha, es que tienes un chichón allí.

—¿Un qué? Ay, si no me doliera tanto me reiría.

—Si, bueno, así le decimos en mi país a los hematomas... Pero luce feo,

—No es nada Antonio, déjalo—, respingó.

—No, no lo voy a dejar Martha. Te diste un golpe fuerte en la cabeza y eso es de cuidado. Tienes que ir al hospital.

—¡Estás loco! Yo no voy a ir a ningún...—, Martha se agarró de mí y puso su mano en su frente. Estaba mareada.

—Te tengo—, la sostuve entre mis brazos fuertemente para que no cayera.

Ella volvió a abrir los ojos, luchando por enfocar su mirada en mi. Pero sus ojos azules se perdieron en la lejanía y se cerraron al desmayarse entre mis brazos.

Al cabo de unas horas Martha por fin despertó. Miraba a su alrededor totalmente perdida y confundida hasta que me vio sentado mirándola en una no muy cómoda silla junto a su cama de posiciones rodeada de aparatos y mangas.

-¿Qué pasó? ¿Qué estoy haciendo en un... hospital? ¿Y tú qué haces aquí?—, Martha reaccionó un poco alterada.

—Todo está bien Martha—, le hablé suavemente mientras me ponía de pie—. Solo relájate y sigue descansando.

—Descansar! ¿Pero por qué?—, Martha lucia perdida, desesperada.

—Escucha Martha... Recuerdas en tu casa cuando te caíste... Bueno, me tropecé y caí sobre tí... ¿Si te acuerdas?

Martha cerró sus ojos como buscando en sus memorias. Eso me preocupó un poco si no lograba recordar. Los doctores me dijeron que las imágenes de los rayos X no mostraban daños ni fracturas, pero si había perdida de memoria entonces habría que repetir exámenes.

—Tu estabas en mi casa.

—Si.

—Me ayudabas con unas cajas... Oh si, me acuerdo... Pero... ¡Oh!—, el rostro de Martha se sonrojó—. ¡Y me besaste!

Yo estaba a punto de decir '¡Qué!' cuando el doctor llegó a la habitación junto con la enfermera. La mujer ajustó en suero haciendo que la gota que caía lo hiciera mas lento que antes.

El médico (demasiado joven y guapo para mi gusto, me recordó a Carlisle Cullen) examinaba a Martha minuciosamente con todos los aparatitos que traía encima. Y ya yo me estaba incomodando con tanta tocaera.

—Señorita Higgins, es usted una mujer con mucha suerte—dijo el médico—. Si no fuera por su novio que la trajo a tiempo ese hematoma en su cabeza le hubiese causado muchos problemas. Aplicar la compresa fría fue una muy buena idea Sr. Grau. Los estudios revelaron que no hay fracturas ni nada serio de lo cual nos tengamos que preocupar...—, el galeno seguía hablando. Martha me dirigía miradas inquisidoras y severas, creo que lo de la palabra novio no le agradó mucho. Me imaginaba todo lo,que la mujer furiosa estaba pensando y ello me causaba gracia—... ¿tiene usted alguna duda acerca de su tratamiento?—, el doctor le preguntó a Martha.

—No—, contestamos ella y yo a la vez.

El médico se comenzó a reír. —Ustedes de veras están bien compenetrados... Eso es muy bueno en una pareja.

Martha y yo cruzamos miradas. Fue un momento bien gracioso... Bueno, al menos para mi. Aunque creo que a mi vecina esto no le hacia nada de chiste... El saberse mi novia como que no era bien recibido por ella.

—Bueno, la enfermera Judy vendrá a llenar los papeles del alta en una hora. Recuerde guardar reposo por las próximas 24 horas y tomar los antiinflamatorios según lo indicado. Si algún síntoma nuevo apareciere, no dude en volver a la sala de emergencias. ¿Entendido?—, la enfermera dio las instrucciones—. Bueno, cuídense y que tengan un bonito día.

Ambos el doctor bonitillo y la enfermera salieron de la habitación. Martha rápidamente me miró y me espepitó en la cara, —¿Dijiste qué eras mi novio?

—¿Tu recuerdas que nos dimos un beso?

Ambos permanecimos en silencio por unos instantes... Pero el silencio no duró mucho.




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Martha (versión en español) 1er lugar Humor #ECAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora