Capítulo 27 Sí, yo la amo

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Capítulo 27 Sí, yo la amo





Martha me miraba fijamente mientras seguía de pie casi al borde de la alberca y  yo hacía lo mismo desde el agua. No podía creer que estuviera frente a mí. Mis ojos recorrían su cuerpo desde la cabeza hasta los pies, siendo estos los que tenía frente a mis ojos- los pies más lindos que hubiera visto jamás. Contemplando su rostro nuevamente pude ver que no me miraba precisamente con una alegría desbordante. No parecía estar para nada feliz, pero tampoco molesta. Eso era lo que más me preocupaba, que su rostro no denotaba emoción alguna. Por un momento pensé que no era una buena señal pero yo estaba contento de que hubiese llegado hasta la escuela para verme. No importaban las razones, aún seguía en el pueblo y estaba frente a mí.

Yo estaba tan sorprendido que solo permanecí allí, dentro de la piscina mirándola. Quería estar seguro de que era ella en verdad y no un producto de mi imaginación. Martha era la última persona que esperaba ver allí.

—¿Acaso piensas quedarte dentro de la alberca para siempre? Necesito hablar contigo Antonio—, Martha preguntaba sonando más como una orden directa mientras cruzaba sus brazos a la altura de su pecho y golpeaba el suelo con su sándalo luciendo impaciente.



Si, definitivamente tenía que dejar de actuar como un morón y salir de la piscina si es que quería hablar con ella y saber de una vez que hacia la hermosa rubia allí. Impulsándome hacia arriba salí de la alberca. Martha retrocedió unos pasos para evitar ser empapada mientras yo me erguía colocándome de pie frente a ella. En esos momentos me sentí sumamente orgulloso de mi, mi ego se trepó hasta el cielo al ver como Marta me miraba detenidamente de arriba a bajo, estudiando mi cuerpo semidesnudo. Sus ojos se fijaban en unas partes más que en otras y eso me daba a entender que a la mujer disfrutaba de lo que tenía en frente. Así que eso era un punto a mi favor en aquel momento.

—Discúlpame, Martha, necesito buscar mi toalla para secarme—, modulé mi voz tratando de sonar varonil y atractivo, pero también me sentí ridículo al hacerlo. De todas maneras me pavoneé cuadrando mis hombros y brazos para verme más ancho de espaldas haciendo unos movimientos sexis al caminar hacia dónde estaba mi toalla. Pude ver que daba resultado pues Martha no despegó sus bonitos ojos azules de mi cuerpo.

Colocándome frente a ella nuevamente comencé a secarme primero los hombros y luego deslizando suavemente la toalla por mis pectorales y luego los abdominales. Cuando llegué a la muslos la mujer estaba boquiabierta. ¡Ja, ja! Esa me la debía. Y mientras yo seguía con mi ritual de seducción y tentación me preguntaba, ¿qué era lo que quería Martha?



—Te debes estar preguntando qué hago aquí—, habló Martha luego de aclararse la garganta.

Hablando de brujas...

—Precisamente eso me estaba preguntando Martha... No es que no me agrade verte aquí... Digo, bueno, se me hace extraño que hayas llegado hasta aquí pero me alegra... A menos que sea para abofetearme. ¡Espera! ¿No me vas a abofetear, ¿verdad? ¿O sí?— me cubrí el rostro con la toalla por si en verdad me quería abofetear.

Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro y eso hizo que me derritiera casi al instante. Ella se acercó a mí y menos de un pie de distancia nos separaba.

—Mira, Antonio, yo... Yo solo quería decirte...

—¡Antonio! Pensé que te habías...—¡ Paula llegaba en esos momentos al natatorio e interrumpía a Martha, pero a su vez dejaba su oración inconclusa al encontrarse con la rubia allí. El rostro de la brasileña cambió de colores y una vez junto a Martha se compuso y continuó hablando un tanto alterada—. ¡Qué hace esta mujer aquí! ¡No se había ido del pueblo?

—Paula—, dije, pero casi me faltaba el aire. Sentía que no podía respirar ante tal situación.

—Fíjate, ahora que lo preguntas, señorita Carvahlo, yo tampoco sé que hago aquí. Creo que he cometido un grave error al venir hasta este lugar así que es mejor que me vaya. Solo sigo haciendo el papel de tonta aquí—, el rostro de Martha enardecía y yo no estaba seguro si era de rabia o de vergüenza.

—Martha, no, por favor—, intenté detenerla casi en una súplica.

—Yo... Yo en verdad lo siento... No debí haber venido nunca hasta aquí. Mejor me retiro.

—¡No! ¡Martha, espera!— la tomé por el brazo—. Dime qué me venias a decir. Por favor, dime.

—Eso ya no importa ahora—, me contestó sacudiendo se el brazo para luego alejarse caminando sin mirar atrás ni un instante.

—¡Martha!—, le llamé pero ella siguió su camino y yo solo pude verla partir.



Sentí el peso del mundo caer sobre mis hombros. Era como si me hubiesen apuñalado directamente al corazón. Todo pasó tan rápido y yo me quedé sin reaccionar. Yo estaba nadando en la alberca, Martha apareció de repente y justo cuando comenzábamos a hablar llega Paula y nos interrumpe y... ¡Dios mío! ¡Martha se me iba otra vez! Yo pude haberle dicho tantas cosas en vez de jugar al interesante cuando la tuve frente a mí.

Estaba tan concentrado presumir mis pectorales que se me había olvidado Paula por completo... Yo jamás pensé que Martha pudiera aparecerse y uff... Respiré profundo y me giré para ver a Paula que aún seguía allí. No puedo negar que estaba molesto por la repentina aparición de la bibliotecaria, pero no era su culpa. Ya yo estaba advertido que ella vendría a hablar conmigo. Debí advertirle a Martha de que Paula podría llegar... A fin de cuentas me tomó por sorpresa y simplemente fue mi culpa. Lo había enredado todo nuevamente.

—Antonio...—

—Paula disculpa—, la interrumpí.

—¿Por qué no corriste detrás de Martha? ¿Por qué la dejaste ir?

La pregunta de Paula me dejó casi mudo, confundido.

—¿Qué?—, balbuceé.

—¿Por qué no la detuviste Antonio y dejaste que se marchara?

—¡No se! Es que... Yo...

—¿Amas a Martha, o no?

La pregunta retumbó en mi cabeza e hizo eco en las paredes de mi ahora hueco cerebro. ¿Amaba yo a Martha en verdad?



—Si— la monosilábica pero poderosa respuesta salió de mi boca sin pensarlo dos veces. No hubo esta vez fricción entre el vocablo y mi conciencia, ni mi corazón. Estaba totalmente seguro de lo que sentía por Martha, y era amor.

—¡Y qué estás esperando Antonio! ¡Ve tras ella antes de que sea tarde! ¡Corre y dile que la amas!— Paula me dijo y en su voz resonaba el mismo sentido de urgencia que en mi mente.



—Paula, yo...

—No tienes que explicarme nada Antonio. He presenciado demasiado entre ustedes como para darme cuenta que los dos son el uno para el otro. Tú amas a esa mujer y estoy más que segura que ella te ama de la misma manera. Si no fuera así, ¿qué otra razón la hubiese traído hasta aquí?



Si, el argumento de Paula sonaba tan lógico.

—¡Tienes tanta razón Paula! Mejor me voy—, le contesté mientras recogía mis cosas—. Gracias Paula—. Le di un beso en la frente y salí a resbalones corriendo por el piso mojado del natatorio a medio vestir.





***Martha llega a su etapa culminante amigos. ¿Qué opinan de la novela hasta ahora?

Martha (versión en español) 1er lugar Humor #ECAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora