Capítulo 20 Compañeros de Cuarto

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Capítulo 20 Compañeros de cuarto



No podía creer lo que Martha me pedía. Coloqué mi mano en su frente para corroborar que no tuviera fiebre. Definitivamente esta mujer tenía que estar alucinando.

—¿Qué haces?— preguntó una confundida Martha entre risitas juguetonas y quitando mi mano de su frente.

—Nada. Viendo que no tuvieras fiebre.

Esta mujer estaba tratando de jugar conmigo... y se estaba convirtiendo en un juego peligroso para ambos. Nuestras miradas se fijaron nuevamente y ese par de zafiros cristalino s me atrapaban, arrastrándome hacia ella. Mi cuerpo se movió involuntariamente aun más cerca de Martha cuando mas yo debía establecer distancia; para su seguridad y la mía yo no debía estar tan cerca de ella.

Martha enderezó su cuerpo y se sentó mas a la orilla de la cama mientras me miraba con una mezcla de terneza y curiosidad.

—¿Por qué? Si yo estoy muy bien—, contestó Martha con voz aniñada.

—Pero es que tu acabas de...—, yo estaba confundido.

Martha de inmediato me interrumpió

—¿Yo acabo de qué? ¿Pedirte que te quedes conmigo? Si, ¿y? Ni tengo que estar confundida, ni tengo fiebre ni es a consecuencia del golpe en mi cabeza para no querer que te vayas. Solo quiero que te quedes conmigo.

La hermosa rubia sentada en mi cómase inclinó un poco hacia atrás haciendo que el largo de mi camisa se acortara al rente y dejando ver sus piernas en su totalidad. Luego me sonrió de manera coqueta y se mordió el labio inferior.

—¡En que idioma te tengo que decir que dejes de hacer eso mujer!— la agarré por los hombros perdiendo el control.

Mi cuerpo reaccionaba instintivamente y poniéndola de pie frente la acerqué a mi cuerpo y la miré fijamente. Su pecho permaneció oprimido contra el mío y nuestros rostros separados por a penas unos centímetros. Yo podía sentir el latir de su corazón acelerado y el vaivén de sus pechos al respirar. Yo estaba seguro que de igual modo ella podía sentir mi corazón a tropel... Y tal vez otras cosas en mi cuerpo según la aferraba mas a mi. Yo estaba en una posición difícil y no sabía si podría contenerme mas.

—¿Hacer qué?— preguntó Martha en obvia provocación. Abanicó sus ojos y me miraba de manera coqueta y traviesa.

Martha tuvo la opción de moverse, pero no lo hizo, lo que me confundía aun más... pero me gustaba. Le tenía tan cerca...

—Eso que haces con tus labios.

—¿Qué, esto?— y mordió su labio inferior nuevamente. .

Este fue el punto de abolición en mi y ya no pude contenerme. Mis brazos la rodearon y la besé. Mis labios presionaron los suyos con fuerza y deseo. Luego agarré su cintura y la aferré aun más a mi cuerpo mientras gemíamos y jadeábamos de pasión.

Yo quería devorar a esa mujer en esos instantes y todo estaba a mi favor. Deseaba tirarla en mi cama y hacerla mía. Pero algo en mi me detuvo y la solté dando un paso hacia atrás para alejarme de ella. Enterré mi mirada en el piso de madera oscura de mi cuarto evitando los hermosos ojos azules de la rubia. Pero a los pocos segundos ya la estaba mirando al rostro nuevamente.

Martha permanecía de pie junto a mi cama mirándome fijamente con una mezcla de curiosidad y expectativa. Sus labios estaban enrojecidos e hinchados por el ardiente beso y su boca entreabierta dejaba escapar leves jadeos de una pasión latente.

Yo di un paso hacia al frente y dos hacia atrás. Mi espalda estaba contra la pared y yo cerraba y abría mis puños, mientras inhalaba y exhalaba para permitir la oxigenación en mi cuerpo y que ciertas partes en mi bajaran intensidad en ese momento.

—Martha, lo siento, yo no te quiero poner en una situación que ninguno podamos controlar. Tu eres una dama, yo soy un caballero y te debo respeto. Eres mi huésped y no te he traído hasta mi casa para aprovecharme de ti. Te prometo que este comportamiento, por demás inapropiado, no se va a volver a repetir—, le dije mirándola fijamente a los ojos.

—¿Acaso no me encuentras atractiva?— Martha preguntó, caminando suavemente y con cadencia hacia mi.

Esto me puso nervioso. Mi pulso se aceleraba mientras la hermosa dama se acercaba. —¡Sí! No, bueno... Si... Martha, escúchame, eres sin lugar a dudas la mujer mas hermosa que haya conocido. Eres interesante, intrigante e inteligente... Pero he llegado a meterme en un predicamento muy confuso. Martha, no quiero que nada te pase...

—¿Te preocupa lo que me pueda pasar?— Martha me preguntó, ya frente a mi, colocando su mano en mi pecho.

Yo me tomé unos segundos para organizar mis pensamientos pero solo me encontraba mirando a la hermosa mujer que estaba en mi cuarto vestida solo con una camiseta mía.

—Puede que te suene extraño, pero si, me preocupo por ti... Y me siento tan culpable por ese golpe que te diste en la cabeza.

—¡oh ya veo, es lástima lo que sientes por mi! ¡Sabes qué, no necesito ninguna lastima de tu parte!— Martha reaccionó un tanto alterada y ofendida.

Yo la agarré por el brazo antes de que saliera de mi cuarto. Mejor la ataba al poste de mi cama antes de dejar que se fuera.

—No, Martha, no me mal interpretes. Lo único que quiero decir es...— yo iba a todas para evitar que Martha se me fuera de las manos periplo tuve que interrumpir mi argumento cuando Martha tambaleó un poco y colocó su mano en su cabeza con gesto de dolor. Rápido la tomé por la cintura y la llevé hasta la cama suavemente. Una vez Martha estaba sentada continué hablándole—. Martha, eres una mujer maravillosa, pero creo que esta conversación debe esperar para cuando estés repuesta. No hay necesidad de molestarse, confundirse ni exasperarse. Este no es el momento idóneo para ello. Ahora voy a traerte tus medicinas y tu serás una niña buena y te las tomaras según lo indicado. Luego te acostaras a dormir y descansarás. ¿Entendido jovencita?— le sonreí.

Ella sonrió. —Si profesor Grau—, Martha contestó y se acurrucó en mi cama.

Luego de que Martha se tomara sus píldoras. Coloqué un vaso de agua lleno sobre la mesita de noche y me dirigía a salir de mi habitación cuando Martha me agarró por el brazo deteniendo mi marcha. —Por favor Antonio, no te vayas. Quédate en este cuarto, en esta cama, conmigo.

—No creo que sea una buena idea.

—Te prometo me voy a comportar. No te provocaré. No me morderé el labio mas... Por favor.

—¿Tu estas segura de lo que me estás pidiendo? Quieres que me quede a dormir junto a ti?— Tenia que estar seguro. Martha asintió y en su rostro se dibujó un rostro aniñado. Y por qué yo tenía que negarlo... Por qué oponerme si yo también deseaba dormir junto a ella. Yo dejé escapar un suspiro y contesté, —Está bien, dormiré esta noche contigo... Bueno, me refiero, me quedaré en esta cama pero será como compañeros de cuarto—, sonreí y me acomodé junto a ella.

Martha se arrimó hacia mi, acomodándose en mi costado y colocando su cabeza sobre mi pecho se acurrucó. Podía sentir su respiración y lo tibio de su cuerpo semi desnudo junto al mío. Su piel olía delicioso y yo respiraba profundo y rezaba mil rezos para no pecar.

Tenía a Martha junto a mi... Yo estaba abrazando a Martha. Yo había besado a Martha y no se como el destino jugó para que yo terminara en aquella posición, una muy confortable y agradable posición en verdad. Yo solo quería hacer justicia por ella y demostrar que Martha no era una bruja y que era una mujer dulce y agradable. Y resultó muy dulce para mi pues de ello a estar en mi cama distaba mucho. Pero allí estábamos. Y yo buscaba mil y una maneras para evadir sentir deseo y lujuria con respecto al hecho de seguir recostados en la misma cama. Gracias a Dios logré contenerme y luego de luchar un rato con mis instintos, ambos nos quedamos dormidos.



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Martha (versión en español) 1er lugar Humor #ECAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora