[ PRACTICA ]

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- Buenos días. - Saludó entrando a su habitación con una bandeja que contenía medicina y comida.

La dejó sobre la mesilla de noche y fijó la mirada en la de William, y pensó que si un mineral estaba triste se verían como sus ojos.

- El doctor me dijo que debes hacer un tratamiento. - Comentó metiendo la medicina en su agua.

- Gracias pero prefiero que no. - Respondió mirando fijamente a la ventana.

- Si no lo haces te quedarás así para siempre y tendrás unos calambres cada dos por tres. - Sonrió al final dándole un toque de gracia.

Suspiró largo y tendido. - ¿Cuando empieza? - Agarró su tostada y la mordió lentamente.

- ¿Prefieres un batido de comida? - Sugirió.

- Amm... Sí, gracias.. ¿Podrías abrirme la ventana, por favor? - Pidió con amabilidad cuál camuflaba su afligida mente.

Sherlock abrió la ventana y se giró hacia él.

- No intentes nada. - Advirtió posando las manos en la cadera. - Desde esta altura solo conseguirás abrirte una herida y con suerte morir desangrado tras un sufrimiento horrible. - Con sus palabras intentaba asustarlo, pero la última vez que lo hizo no quedó bien.

- ¿Quién dice que eso no es lo que quiero? - Achinó los ojos con el ceño fruncido.

- Oh, si fuera así.. - Se acercó a él y se inclinó ahora acercándose a su rostro. - No habrías aceptado el tratamiento, ni aceptar comida en batido. - Sonrió arrogante dejando al rubio con un ligero rubor en las mejillas.

William cerró los ojos y sonrió de vuelta para luego girarse y ocultar sus mejillas coloradas. Sherlock ignoró el acto y pensó que era por el frío.

Llevó al rubio en su espalda hasta el patio trasero donde había un gimnasio improvisado.

- ¿Sois... Gente de la ONU? - Preguntó irónicamente con una pequeña sonrisa.

- Ja ja ja. Sí claro, y del FBI. - Respondió Sherlock.

- Tú.. - Miró al cielo. - Pareces muy solitario, e independiente.

- Siempre dependemos de algo; el oxígeno, el agua.. - Habló melancólico.

- Comida, el ego. - Continuó William.

- A excepción de eso, no dependo de personas. - Dejó al rubio sentado en un banquillo.

- ¿Y de ese doctor, John Watson?

Lo hacía, Sherlock Holmes dependía de sus amigos (y hermano, aunque no lo admita jamás), sobretodo de su fiel amigo John Watson, habían pasado tantas cosas juntos...

- Nadie. - Repitió, con la cabeza girada a un lado, pero las pupilas permanecieron dilatadas viendo su color rojo.

- Hm.. - Le echó un vistazo al alrededor por segunda vez.

Estaban en medio de la nada rodeados de bosque al lado de una cabaña y un gimnasio improvisado para el tratamiento. Había algo que le había llamado la atención al rubio y era que los caminos a la ciudad o pueblo más cercano eran inexistentes al igual que los indicios de que hubieran más personas aparte de ellos.
Miró al peliazul y preguntó.

- ¿Por qué aquí?.. Si es que puedo preguntar. - Añadió al final recordando que él mismo no había respondido a casi nada que le preguntara Sherlock.

- No me gusta la gente. - Le sonrió mostrando los dientes.

El rubio lo imitó, escondiendo sus dientes, al ver que tenian algo en común.

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