[ HABITACIÓN ]

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- Iré a la ciudad a por comida, no hagas nada que tenga que ver con el esfuerzo físico. - Anunció Sherlock asomado por la puerta de la habitación.

- ¿Puedes.. Traerme sardinas? - Preguntó tímido con la idea de su plato favorito en mente.

- Marchando.

Tras escuchar la puerta principal cerrarse miró con seriedad y el ceño fruncido hacia la puerta, se levantó y caminó sujetandose a la pared hasta llegar a la ventana, vio a Sherlock subirse a una moto y lo que menos esperaba fue que girara el rostro hacia su ventana, sin embargo, se escondió antes de que le incara ojo.

Se mantuvo detrás de la pared hasta que escuchó el motor del vehículo alejarse, entonces se asomó y al no ver a nadie en ninguna esquina salió de la habitación parándose de vez en cuando causa del dolor agudo en la rodilla.

Primero visualizó las escaleras al piso de abajo a cuatro pasos rectos para llegar, luego miró hacía la izquierda, había un pasillo no tan largo.

- Seré rico pero ni yo tengo una casa tan grande. - Pensó en voz alta. - Aúnque fui yo el que eligió una pequeña casa solo para mi. - Llegó hasta el final del pasillo a paso lento encontrandose con una puerta de madera oscura. - Su habitación..

Al abrir la puerta un golpe de olor a tabaco chocó contra sus fosas nasales provocandole una tos que no se detuvo hasta que agitó la mano para alejar el olor.

Rápidamente cerró la puerta, no podía arriesgar a que Sherlock se diera cuenta de que el olor había disminuido demasiado, ese hombre era más meticuloso de lo que aparentaba. Se adentró al cuarto fijándose en el desorden: el suelo no se podía ver con tanto papel, al igual que en toda la habitación, estaba llena de papeles.

Ropa fuera del armario ーabiertoー amontonada en una esquina, la ventana sucia y la cama desordenada.

Miró al suelo y agarró uno de los papeles sucios, no se podía leer nada y lo tiró al suelo. De nuevo agarró otro papel para ver si esta vez había suerte, sin embargo, parecía que le costaría encontrar uno limpio, le dio la vuelta al papel y se dio cuenta que había un tipo de título que se podía leer:

   SUICIDIO DE UNA MUJER
                   
                                                 1988-20 ////

- ¿El suicido de una mujer? - Susurró achinando sus ojos. - Su madre.. Debe ser ella. Espero estar equivocado. - Dejó el trozo de periódico en el suelo. Ya sospechaba de que a su madre le había ocurrido una desgracia desde el momento en su reacción cuando habló de ella.

Se adentró más a la habitación acercándose a la ventana donde había una mesa mediana con dos sillas, ocupadas por montañas de libros en cada una. Los más utilizados estaban limpios pero los de abajo deslumbran en polvo, agarró uno de los polvorientos con cuidado y sopló la portada para luego toser al llevarse algo de polvo consigo en su nariz.

- ¿E-el Sabueso.. De Baskerville? - Miró la contraportada y leyó la sinapsis. - ¿Sherlock Holmes? - Se preguntó sorprendido. Abrió el libro y leyó el primer párrafo. - ¿Qué es esto? ¿La vida de Sherlock? - Miró la otra silla que contenía todos los libros polvrientos

Dejó el libro en donde estaba y agarró otro polvoriento, lo abrió y leyó.

Antes de poder hacer nada,

pedí disculpas a mi mujer y contesté al móvil.

Recuerdo el tono en el que hablaba Sherlock: asustadizo, desesperado, alterado.

Cerró el libro y lo dejó en dónde estaba.

Se acercó a la mesita de noche pegada a la cama y por encima vio una lámpara sin bombilla, un cenicero hasta arriba de colillas en su punto y un pequeño libro con la portada granate. Al agarrarlo se dio cuenta de un pasapáginas en la mitad casi invisible a primera vista.

- Lo está leyendo ahora. - Se dijo a sí mismo intentando reprimir el sentimiento de mirar dentro pero el hecho de que no tenga nada en la portada ni una sinapsis lo incitaron a abrir desde el principio evitando tocar el pasapáginas. Además, era curiosidad por qué tipo de libros lee.

Vio un título grande escrito en rotulador negro.

Diario

En la portada, por dentro, estaba el nombre del escritor, o mejor dicho, escritora.

- Dominique Odessa Edevane, actualmente como.. Oh.. Dominique Holmes. - Puso en pena sus rubias cejas y dejó el diario en donde estaba. - Está leyendo su diario... - De pronto, escuchó una moto.

Caminó con cuidado hasta la puerta y aún así se desplomó al abrirsele la herida de la pierna, una línea larga y gruesa. Comenzó a desangrarse lentamente, no fueron todos los puntos los que se rompieron.

Se apoyó a los pies de la cama hasta conseguir sentarse aturdido. Escuchó la puerta principal primero, luego el rechinar de las escaleras y por último la puerta de al lado, ya se lo imaginaba en modo alerta ante su desaparición y rió ligeramente.

¿Podría ser esos sus últimos suspiros?

Eso llamó la atención de Sherlock que ahora pasaba por la puerta de su habitación.
Entró con euforía.

- ¡Liam! - Gritó asustado y corrió hacia el rubio arrodillándose.

- P-per.. Dón... - Jadeó y se aferró al cuello ajeno con sus pocas fuerzas para ser agarrado. - T-te... - Volvió a jadear.

- Deja de hablar. - Ordenó Sherlock sacándole al pasillo y dejandolo sobre la madera.

- Te.. Des-.. O-obe.... Lo s-siento. - Tosió con pocas fuerzas.

Sherlock ignoró al rubio y se quitó la chaqueta apretandola por encima de la herida y conseguir así detener el desangrado pero no podía y envolvió en la parte inferior de la herida esperanzado por ralentizar la hemorragia. En la parte superior de la herida envolvió su camisa blanca ambos con doble nudo y aprietos.

- ¡No es suficiente! - Gritó desesperado quitándose también los pantalones. Los partió a la mitad, gracias a la fragilidad, y utilizó cada manga para reforzar ambas partes.

- Sher.... Hol-mes. - Murmuró William con la palidez exagerada al igual que sus ojeras.

- ¡Cállate de una vez! - Gritó antes de salir corriendo, tan rápido que casi iba cayéndose por las escaleras, que casi se choca con la mesa del salón y lo mismo con la puerta del baño. Volvió jadeando pero con el kid del doctor Watson (que siempre lo dejaba), con las tijeras que habia dentro cortó las mismas prendas que había utilizado como vendas y echó alcohol en un gran trozo de algodón restregandolo por el desgarro, William chasqueó la lengua y pegó un pequeño grito. En cuanto terminó tiró el algodón y vendó con varias capas.

- Quédate conmigo, quédate por favor. - Acarició la mejilla del rubio, este ya tenía los ojos cerrados y gastaba su aliento en jadeos temblorosos. - ¡John! - Gritó antes de agarrar el móvil y llamarlo. - ¡John, por favor ven aquí te necesito, por lo que más quieras! ¡Acelera!


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Holasss

Perdón por haber tardado tanto en publicar un capítulo, es que hubieron problems ;)

Sayonara¡!

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