[ RECUERDO ]

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En el tratamiento, Sherlock estuvo la mayor parte pensando, distraído en a saber qué, William lo notó desde el principio. El rubio intentó varias veces volver a tener su atención para que dejara esa expresión triste, sin embargo, también se distrajo.

Hace ya de unos días que aceptó sus sentimientos por el ojiazul (más cuando hace dos noches soñó con él) pero sabía que Sherlock tenía mil y una de dudas. Quería ayudarlo, quitarle esa melancolía y devolverle al mundo real, no sabía en qué o en quién pensaba, pero fuera lo que fuere le estaba dejando en las nubes. Para traer su atención, solo tenía que decir algo que él siempre insistió.

- Sherly.

Solo un susurro pronunciando el diminutivo de su nombre hizo falta para que este girara el rostro hacía él y viera lo cerca que estaba ¡le había susurrado al oído! No pudo evitar un estremecimeinto de pies a cabeza. Alejó un poco el rostro quedando embobado en sus ojos escarlatas, muy cerca era lo único en lo que pensaba con la boca semiabierta y los ojos muy abiertos, lentamente fue cerrándolos por el viento.

- Sherly. - Sonrió gentilmente. - Lo he conseguido. - Siguió susurrando.

- ¿Q-qué? - Se ruborizó y disimuló tosiendo en el dorso de su puño y fingir alegría. - Felicidades, se nota que tu pierna a mejorado.

- Gracias. - Fijó los escarlatss en los océanos.

Sherlock se sintió calmado de la nada, sí, solo con la paz que conllevaba todos esos brillos en los ojos rojos que aparecieron de la nada, pronto se dio cuenta de que no entendía ese brillo invisible que tenían esas mujeres con las que habló, ya sea con esposos o hijos siempre lo tenían, menos entendió porque William tenía el mismo.

- Volvamos dentro, lloverá. - Apoyó el brazo del rubio al alrededor de su cuello para ayudarlo a caminar.

Ya dentro, sentó al rubio en el sillón y se fue a la cocina con la idea de preparar un té.

- El té no es mi especialidad, pero no está tan mal, después de todo soy inglés. - Bromeó desde la cocina.

- Vaya ¿un inglés que no sabe preparar un té? - Se burló mientras tapaba con su mano una risilla encantadora a oídos del peliazul.

- John intentó enseñarme, pero o él tenía asuntos con su mujer o yo mis asuntos. - Se asomó por la puerta de la cocina tras poner a hervir el agua. - Al final solo me vi un tuto. - Volvió a reír.

- Pues búscate otro tutorial mejor. - Sonrió con malicia.

- Oye que aún no lo has probado. - Se cruzó de brazos acercándose al rubio. Pasó un rato corto en silencio antes de que William hablara.

- Sherlock. - Alzó la mirada hacía él. - ¿No crees que estar solo aquí te matará? ¿No crees que es mejor tener a alguien contigo? Un amigo, conocido... Novia o novio. - Carraspeó avergonzado atento a cada movimiento de Sherlock para ver si había entendido su indirecta.

- Lo pensé. - William abrió aún más sus ojos sorprendidos.

- ¿Tuviste pareja? - Preguntó rápidamente, pero se retractó. - Quiero decir...

- Sí, sé lo que quieres decir. - Dijo con seriedad. William se puso algo nervioso, después de estos días sabía que él notaría la indirecta. - Nunca tuve... Pero vivió una mujer conmigo aquí.

William relajó el cuerpo pero no los pensamientos, estaba algo confundido y no entendía porqué Sherlock no se dio cuenta de su propuesta de amor al decir "novia o novio". Tal vez el error esté en que estaba seguro de que entendería eso.

- ¿Cómo se llamaba? - Preguntó con algo de interés.

- Irene, Irene Adler. Vino por parte de John que quería que yo tuviera compañía, tuvo su diversión. - Entró a la cocina en cuento escuchó la tetera silbar.

¿Diversión?  Se preguntó el rubio sorprendido, sintió selos muy, muy en su interior, no obstante, era un hombre que ignoraba los celos asique eso fue lo que hizo.

- ¿divertido? ¿A qué te refieres? - Igualmente, dejó escapar alguna que otra pizca.

- Inventamos varios juegos. - Respondió mientras se acercaba a él con el té en la bandeja y la dejaba en la mesa frente a ellos.

William se inclinó para agarrar su taza. - ¿Qué tipo de juegos?

- Acertijos sobre todo un poco, se fue pronto a su casa. - Suspiró decepcionado, William pudo ver alivio en su suspiro.

- ¿Acertijos? - Sonrió entrecerrando los ojos. - A mi se me dan bien.

- Interesante. - Sonrió también.

- ¿Qué tipo de acertijos deseas? - Tomó un largo sorbo de su té.

- Extravagantes, imposibles, sin pistas apenas.

William, sorprendido, rió de inmediato tapándose la boca con sus dedos.

Sherlock quedó hipnotizado por su risilla tímida y aterciopelada, no fue hasta más tarde cuando se dio cuenta de que lo miraba sin parpadear y con las mejillas rojizas.

Supuso que William se levantó cuando lo vio distraído otra vez, vagando por su mente.

- Tu té ya debe de estar frío. - Se inclinó hacía la mesa y le acercó la bebida.

El peliazul no dijo nada, solo agarró el té y tomó un sorbo.

De pronto, un rayo cayó cerca (no tan cerca como para quemar su hogar) sobresaltando a ambos, pero fue el ojiescarlata el que le apretó la mano al contrario con fuerza.

- ¿Le tienes mied-

- No. - Interrumpió. - Me asustó, no me lo esperaba.

- Entonces ¿por qué sigues apretandome de la mano? - Comento Sherlock con humor. El profesor estuvo a punto de soltar cuando se le ocurrió utilizar la situación a su favor; ósea, soltar indirectas hasta que se de cuenta. Sin embargo, no contó con que este se fuera a cerrar la ventana para que no entrara la lluvia.

Decepcionado, se levantó y camino por el salón con té en mano, se detuvo frente a la ventana y observó la lluvía caer con frenesí, días así lo hacían volver al pasado, cuando su hermano Louis odiaba mojarse..

- ¿Liam?

Se sobresaltó al escucharlo tan cerca, ni siquiera lo había visto por el rabillo del ojo.

Miró al peliazul, de pronto sintió su mano fría en la mejilla, sonrojado miró firme hacia los dos zafiros, su pulgar limpió una lágrima de la que ni siquiera se percató, lo que le desconcerta, o solo se hace pasar por el confundido porque lo sabe, sabe porque esa lágrima salió de su ojo.

- No es nada. - Mintió con una ligera sonrisa. - Habrá sido algo en el ojo. - Obviamente era algo que Sherlock no se creería y William lo sabía, pero también sabía que tenía que quedarse con esa respuesta porque no habría razones para que no fiera esa.

- Liam.. - Llamó en un susurro agotado antes de abrazar su cuello.

El contrario sollozó con la cabeza agachada siendo observado por Sherlock desde arriba quién aún lo abrazaba, lentamente, el detective fue llevando al rubio hasta su pecho hasta que ambos se deslizaron hasta el suelo.

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