6. Un Paseo por la Orilla del Mar. Una Vida "Maldita".

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Al día siguiente, el otoño dio comienzo, oficialmente hablando

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Al día siguiente, el otoño dio comienzo, oficialmente hablando. Las hojas de los árboles se tiñeron de tonos rojizos, anaranjados y amarillentos, dejando una preciosa estampa otoñal.

Aquel día tendría mi primera clase de Criaturas Mágicas. Me sentía realmente emocionada. Amaba a los animales, así que conocer las criaturas mágicas que moraban el mundo mágico me resultaba de lo más interesante y llamativo.

Durante la clase, conocí a una compañera de la casa Hufflepuff, Poppy Sweeting. Ella sí que amaba verdaderamente a cada animal, ya fuera grande o pequeño, agresivo o inofensivo. Lo suyo era devoción. Acabamos intercambiando una conversación bastante agradable. Finalmente, me presentó a su querida amiga plumífera, Highwing, una hipogrifo que ella cuidaba y que hacía años había rescatado de las garras de los furtivos.

Y así, los días se sucedieron, apacibles e impregnados de nuevos conocimientos y nuevas experiencias. Pronto, quedé sumergida en la cómoda rutina de una escuela. Me gustaba madrugar y dar pequeños paseos por los terrenos del castillo, después engullir mi delicioso desayuno y asistir con creciente ilusión a mis clases. Con sus más y con sus menos, pasaron unos dos meses, sin más incidentes reseñables.

Lo único a destacar, tal vez, era mi pésima habilidad para el vuelo. Aunque tampoco era del todo justo decir eso. Tal vez, el problema no estaba en mi habilidad, sino en mi resistencia. Había descubierto que despegar los pies del suelo más de un palmo, para mí, era una experiencia aterradora, y no tanto por lo peligroso de la situación, sino porque terminaba con un horrible mareo con giro de objetos.

La primera vez que despegué los pies del suelo no sucedió gran cosa, porque no hubo mucho cambio de presión atmosférica. De hecho, en cuanto aceleré hacia delante, sentí la emoción correr por mis venas, me gustaba la velocidad. Pero cuando probé a ganar algo de altura, el mundo se me vino encima. Sentí una fuerte presión en el estómago y la cabeza me dio un vuelco, produciéndome unas intensas náuseas. Ante cualquier cambio de altura y de modificación en la presión atmosférica, mi cuerpo no reaccionaba nada bien: náuseas, cefalea, vértigo, debilidad y finalmente, una crisis de ansiedad.

Por eso, cuando Sebastian Sallow me retuvo al final de nuestra última clase de la semana para invitarme a visitar a su hermana en su pueblo natal, Feldcroft, empecé a hiperventilar. No tenía otro medio de transporte, y el pueblo, al parecer, se encontraba bastante alejado del castillo.

-¿Sucede algo?-Sebastian Sallow se percató de la palidez de mi rostro.

-Bueno. Me preguntaba, si tal vez, había alguna forma de llegar hasta allí sin tener que utilizar una escoba voladora...-comenté azorada.

-Claro-se rio descaradamente al percatarse de mi pánico.-Podemos utilizar los Polvos Flu.

-¿Qué cosa?-pregunté extrañada. Sebastian Sallow soltó una carcajada.

Quedamos en encontrarnos al día siguiente, temprano por la mañana, para poder disfrutar al máximo de nuestro día libre.

Amaneció una preciosa y fresca mañana otoñal. Hasta ahí las buenas noticias. No había conseguido pegar ojo en toda la noche. Me sentía entre ilusionada y aterrada. No sabía muy bien cómo comportarme ante tal situación. A lo mejor le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza, a lo mejor era tan sencillo como dejarse llevar por los acontecimientos.

Hogwarts Legacy - A Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora