Esta historia narra la vida de nuestro personaje principal, a lo largo de Hogwarts Legacy. Así como las diversas situaciones y aventuras que acontecen, y las distintas relaciones que se crean entre los diversos personajes.
Todo estaba cubierto por tablas de madera: el suelo, las paredes e incluso el techo. La habitación en sí era bastante pequeña: cabía una pequeña cama junto a una vieja chimenea, además de un pequeño armario en uno de los extremos y en el otro una ventana con vistas al castillo. Todo allí tenía un aspecto ajado.
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-Bien-dijo el profesor Sharp tomando las riendas de la situación.-Dormiré en el suelo. Usted puede utilizar la cama-diciendo esto fue hacia el armario y sacó unas gruesas mantas para luego extenderlas sobre el suelo de madera justo enfrente de la chimenea.
-Usted puede dormir en la cama, a mí no me importa dormir en el suelo. Además esas mantas tienen aspecto de ser lo suficientemente gruesas como para hacer del suelo un lecho cómodo.
-No se preocupe. No soy tan mayor-dijo dirigiéndome una mirada elocuente.-No me van a doler los huesos por dormir una noche en el suelo. Tampoco sería la primera vez-se sentó sobre las mantas y me indicó que me sentara a su lado.
-¿Perdón?-no sabía muy bien cómo interpretar aquel gesto. Bueno, en realidad sí que lo sabía. Lo que no sabía es si hacía bien acercándome a su cuerpo teniendo en cuenta de que el mío había estallado en llamas hacía ya unos minutos.
-¿No tiene hambre? He conseguido algo de comida y un par de cervezas de mantequilla-me dijo señalando un pequeño paquete en el cual no había reparado antes.-Además, tiene que estar helada. Hoy hace bastante frío. Acérquese y caliéntese un poco las manos y el cuerpo.
-Sí. Gracias-engullí la cena que el profesor Sharp me ofrecía. El calor que desprendía la chimenea me parecía sofocante.
Sin previo aviso, el profesor Sharp alargó su mano y me rozó la comisura de los labios.
-¡¿Qué?!-exclamé alarmada, sin poder contener los latidos alocados de mi corazón.
-Un trozo de pan-me enseñó su dedo. Enmudecí, avergonzada.-Creo que hay un aseo al final del pasillo. ¿Le apetece darse un baño para entrar en calor?-no creo que sea necesario, hace tiempo que ya entré en calor por mí misma, pensé para mis adentros.
Bendita excusa para perderme de su vista. Su semblante extremadamente serio sólo conseguía ponerme aún más nerviosa, como si eso fuera posible.
-¡Maldición! ¡Contrólate!-regañé a mi reflejo en el espejo del baño.
Tenía el cabello cobrizo bastante enredado a causa de la tormenta. Hoy más que nunca mis ojos eran de un color verde muy claro. Mis mejillas estaban llenas de color a juego con el rojo natural de mis labios.
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